“Vida de perros”, muchas veces asociamos esta expresión en casos de individuos los cuales están pasando un mal momento. Al referirnos con este término lo hacemos en forma comparada (y alejada) a la vida de esos seres vagabundos, perros callejeros, desprovistos de todo cuidado y amor.
“Vida de perros”, en este caso, el que amerita este artículo tiene una connotación totalmente diferente puesto que este pequeño ejemplar canino, llamada “Teresita” de tan solo 15 años de edad – o aún más – hubiera sido una víctima más de algún accidente bajo las ruedas de un auto, o de haber muerto desamparada en el descampado donde se la encontró o vaya a saber que otra muerte más le hubiera estado aguardando. Ella fue rescatada así, viejita, débil, abandonada. Un despojo de animal para muchos. No para Valeria que la salvó de ese peligro, fue adoptada como SU mascota.
El abandono de animales es muy común en una sociedad cada vez más individualista. Muchos aducen en nuestra página, donde recibimos solicitudes que hablan de él, la falta de plata para poder mantenerlos. Y siempre nos hacemos esa pregunta ¿Puede valer tan poco una mascota que nos acompañó fielmente por años para que ella no amerite el esfuerzo por preservarlo y cuidarlo? Al parecer para algunas personas, no, no lo vale.
Otro de los motivos es cuando este animal es tratado como objeto, ya lo hemos hablando anteriormente pero es oportuno recordarlo, y como objeto – perro al ser viejo y comienza a tener problemas de salud, es relegado a un rincón a la espera que muera pensando cobardemente que el trabajo que le encargan a la muerte es el más fácil. Sea de una u otra forma el abandonar animales es un castigo llamado maltrato pasivo y si el maltrato activo no es penado por nuestra Justicia local, este aún menos.
El abandono visto desde quien lo padece tiene un impacto emocional negativo, no solo en el animal, en todo ser vivo, el cual puede derivar en serias consecuencias comportamentales. En el caso de un animal doméstico, son seres que tienen la característica de dar amor incondicional. Ellos consideran al humano que los cuida su mundo, parte de su manada –si hablamos de perros- y al abandonarlos, les arrancamos esa seguridad y confianza que todo animal debe de tener para gozar de una vida equilibrada. Este traslada a nuestras mascotas a las calles, donde ellas deben de luchar por sobrevivir en un mundo cada vez más hostil. Al exponerlas a la indiferencia de nuestra sociedad, pasan hambre, frío, dolor y angustia, y viven en un estado constante de estrés, lo que abre la ventana a un mundo de enfermedades, que posiblemente, no recibirán atención veterinaria oportuna. Tras esta acción, nuestras mascotas deben de luchar por conseguir agua, alimento y refugio, y esto las expone a diversos peligros como peleas, atropellos y maltrato, tanto físico como emocional. Esto puede generar mucha agresividad en el animal, generalmente como mecanismo de defensa. Por otro lado, la comunidad también se ve afectada pues debe de lidiar con una sobrepoblación de animales estresados que representan un constante problema de seguridad pública e higiene, y que de no ser esterilizados, se exponen a seguir reproduciéndose.
En el caso de “Teresita” el abandono terminó siendo el mejor de los encuentros puesto que ella no hubiera sobrevivido a su patología, no solo de perro geronte, sino de un tumor intestinal que la está desgastando. “Teresita” no solo encontró en la adopción su salvación en manos de Valeria, ella le otorgó mucho más tiempo de vida que un perro hubiera tenido en su estado.
Uno de nuestros lemas es ¡ADOPTAR SALVA VIDAS! y vaya que vale la pena contagiarse de esta acción. –