Ayuda animal :La historia también se escribe con la palabra compromiso

El jueves pasado se recordó el “Día del Caballo”. Al hacerlo, lo hacemos, quizá, pensando en esos briosos y poderosos animales, los que acompañan a nuestros héroes, nuestros caudillos y gauchos; esos los que mueren en las batallas junto a estas notables figuras históricas. El ejercicio sería incluir junto a estos caballos casi idílicos, lejanos, los que conviven entre nosotros, los caballos urbanos, los cercanos: los que pastan a la vera de una calle, los que topamos cuando cruzamos una bocacalle o los que nos sorprenden en algún descampado acá cerca; estos que corren peligro como así también nosotros pues ellos pueden ser chocados, heridos en algún siniestro, como nosotros. Tema impensado hasta no hace mucho tiempo atrás puesto que ellos vivían lejos, en otro contexto, en sus campos.

Estemos atentos, también, en este acercamiento a estos otros que están esperando por horas bajo la lluvia, el frío o el calor; nobles a sus propietarios. No decimos amos pues solo son tratados como mera mercancía puesto que la mayoría son víctimas de maltratos, hacemos referencia a esas más de setenta almas que transcurren su existir tirando un carro.

¿Qué son víctimas de víctimas? Claro que lo son, sus cascos se malgastan y hieren a causa de la dureza del pavimento, su psique se siente agobiada por el tránsito, esos carros que ellos soportan hechos en forma provisoria, partes pegadas únicamente para que transiten, les cobra la vida a sus huesos pues esos artefactos no están hechos para que sean soportados por ellos. Es que no eligieron ser esclavos de otras voluntades. La ciudad donde ellos transitan los malgastan, sus dueños le terminan muchas veces matando la vida. Ellos no tienen la culpa de los resentimientos, de la humildad, del discurso que muchas veces se usa en ser “víctimas sociales”. ¿Sabía ud. que muchas de esas personas que “trabajan” el carro se les otorgaría una ayuda económica de un organismo privado para que con esos $4.000 cuide a su caballo y a su carro? Solo hace falta verlos transitar para darnos cuenta que ese importe no llega ni al cuidado de los equinos, ni a la manutención del “vehículo”.

¡Nuestras banderas son “¡Tenemos que ser su voz”, “Despierta Uruguay al maltrato!”, de a poco lo estamos haciendo y tenemos que seguir haciéndolo! ¿Y, cómo? Llamando a la empatía.

Vemos un carro cargando escombros, autopartes, chatarra…nos preguntamos… ¿Será pesado esto para yo cargarlo? Para ellos también lo es. Tomemos coraje, paremos a ese carro, lo demoramos mientras llamamos a Policía de Entre Ríos, llamamos al 103 que es la Policía Municipal, ellos tienen que venir, tendrían que estar asistiendo el Dpto. de Tránsito. Acto seguido se obliga a estas personas que desistan de llevar tal carga o en el mejor de los casos insistiendo que se apersone el veterinario municipal y constate el daño, las heridas que tiene ese animal. Se lo intima a que no lo use por un tiempo. Es así de sencillo. Tenemos una ley Nacional que prohíbe este maltrato. Una ley con alcance penal. ¡Usémosla! Pagamos con nuestros impuestos a una Justicia que tiene que actuar, a un sistema de control que tiene que estar en estos casos.

Cuidémosno entre todo. “A mí no me va a ocurrir”, afirma el colectivo, reflexionemos que todos somos víctimas como ellos. Los siniestros viales están a la vuelta de la esquina.

Pensemos en nosotros que podemos ser víctimas de esos siniestros impagables –literalmente hablando puesto que las aseguradoras de nuestros autos no pagan el daño ocasionado en estos siniestros contra carros- hagámoslo también en esos seres que son malgastados, maltratados, mal heridos, muertos; ellos son ignotos caballos que no estarán ilustrando libros de Historia. Por estos, los que vivimos en lo cotidiano tenemos que hacer algo, ayudarlos, mirarlos y comprometernos con su sufrimiento y denunciar ese maltrato a la autoridad competente, a la Justicia provincial llegando a ella la denuncia por medio de Policía de Entre Ríos, a la Justicia Municipal a través del 103 y que ellos se apersonen, a nosotras, las proteccionistas a nuestras páginas.

Estos son los pequeños grandes cambios que nuestra sociedad necesita, cambios que quizá en el tiempo se traduzcan a una huella significativa en nuestra historia inmediata. –