Perros, gatos, vacas, toros, caballos, caprinos y pollos. No importa la especie, hay un veterinario para cada una de ellas. De hecho, en la Argentina, son más de 18.000 los profesionales abocados a la actividad que hoy celebra su día.
Sin embargo, fue el 6 de agosto de 1883, cuando se iniciaron los cursos en el Instituto Agronómico Veterinario de Santa Catalina en la Provincia de Buenos Aires, que marcó un antes y un después. Ese día, abrió sus puertas lo que fue la primera escuela de estudios superiores de veterinaria de la Argentina.
A partir de ello, durante años se celebró ayer, como recordatorio de la iniciación de la carrera en el país y como tal se la consideró por muchos como Día del Veterinario, pero no fue hasta un siglo después, en 1983 y mediante un decreto ley del gobierno nacional, que se estableció dicha fecha como oficialmente el Día del Veterinario Argentino.
Ser veterinario implica más que, por ejemplo, contribuir al desarrollo de nuevas fuentes de alimentación para la población, de formular programas de salud animal, con el fin de prevenir y erradicar epidemias, o diseñar y gestionar estrategias, acciones orientadas a la protección de la salud humana en las áreas del control de alimentos, como así prevenir, controlar la zoonosis y plagas, formular y administrar planes, programas y acciones orientadas a la protección, recuperación y bienestar de las especies animales tanto de interés económico como afectivo (mascotas) como de especies silvestres, realizar asesoría en el manejo de animales exóticos, zoológicos, parques, mascotas, animales de recreación y deportes, etc.
Elegir esta profesión implica mucho más que lo dicho, y otras actividades más, es atender a parte de nuestra familia, a un ser querido el cual la compone: nuestra mascota o nuestros animales.
Desde nuestra labor proteccionista ellos constituyen un eslabón más que fundamental pues sin sus conocimientos ¡Qué podríamos hacer! “Discúlpeme sra, no somos veterinarias”, “Puede esperar unos instantes, consultaremos con los veterinarios” Esa es nuestra respuesta común a la cantidad de consultas que tenemos o desde el face o desde el habla en el teléfono. Y es allí donde ellos intervienen, a altas horas de la noche la Dras. Selva, Bettina, Luciana o el Dr. Rodolfo nos esperan cuando llevamos un perro mordido por una yarará, por ejemplo, o el Dr. Adrián y Delfina van al lugar donde un gato fue atropellado; gestionamos castraciones y atienden las mismas sea a la mañana o a la tarde el veterinario “Tato” o Ignacio. O tratamos políticas zoonóticas y de bienestar animal con el Dr. Núñez desde el Municipio como el Dr. Cibaud estará atento cuando llegue algún animal y lo evaluará cuando lo admitan en la Fundación cita en Colón.
Todos desde su función para con nuestra Protectora son importantes y no solo nos ayudan a solucionar urgencias en lo inmediato, son los que realmente salvan al animal de una situación tanto de emergencia como planteadas en el tiempo.
Cuidar y curar a un ser humano o no humano ¿Hay alguna diferencia? La única que podemos nombrar es que en vez de que el paciente responda “Treinta y tres” lo hará con, por ejemplo, un relincho expresando agradecimiento.