El volante revolucionó el club, que ya sumó mas de 500 nuevos socios, entre ellos, hinchas de Boca. Delirio en La Paternal.
¿Qué es el amor? ¿Una pareja de la mano prometiéndose besos infinitos? ¿Dedicar una canción por radio? ¿Asumir el sacrilegio de acompañar a alguien a ver el recital de Ricardo Arjona? ¿Escribir cartas? ¿No dormir, comer menos, mirar películas sin mirarlas por ella o él? ¿Que trastabille la lengua cuando se dice te quiero? ¿Que el corazón se desboque? ¿Tener que pedir una luz cegadora, un disparo de nieve? Sí. No. Quizás. No se sabe.
El amor son ellos. Tienen que ser ellos. Los hinchas demandan a sus jugadores fidelidad por la camiseta y al equipo que los ponga a salvo de la desgracia del descenso. Dos postulados fundamentales para las leyes del fútbol.
Ellos lo vieron. Ellos lo quieren. Ellos no pueden separarse. Ellos son capaces de someterse al escarnio de sus propios compañeros de tribuna. Y, lo más impactante: ellos se fueron a la B, sin su equipo.
Ellos: uno, dos, tres, cuatro, cientos. La Paternal es la nueva patria de los exiliados de Riquelme. El reparo de los que todavía creen que vale la pena pagar la entrada por un jugador.
Ellos no dudan, saben. El amor es bifurcar la identidad: hacerse socio de otro club. Está escrito en el anagrama del nombre Román, al que sólo le sobra la “n”.
Oda al diez. Riquelme es el jugador de otro tiempo; es el diez que ya no existe, el que juega a otro ritmo, el que piensa y luego existe, el que prescinde del apellido, el que tiene hinchada propia. Antes, previo a la cultura del aguante por el equipo, los hinchas tenían en su radar a los futbolistas. “La gente ya no come para ver a Walter Gómez”, cantaban, exagerando o no, los de River en los 50.
Román cambió la Bombonera por la cancha que no tiene un nombre cualquiera: Diego Armando Maradona, el ídolo con el que compitió tras un affaire por la Selección. Los hinchas, ese día, corearon “Riquelme, Riquelme”.
Ahora, en este tiempo, también su tiempo, los gritos se traducen en carnets: el club tenía cerca de diez mil asociados; desde que se anunció que jugaría en Argentinos, más de quinientas personas nuevas completaron la solicitud por internet y pagaron las tres cuotas que se les exige en la inscripción. Lo más curioso es que varios de ellos son de Boca. “Yo soy más hincha de Román que de Boca”, dice Joaquín Alfieri, de 22 años, que ahora comparte carnet de Argentinos con su hermano Manuel, de 25. El ingreso a la cancha está resuelto: pagan a medias los 110 pesos de la cuota y, por cuestiones laborales, Joaquín podrá ir los sábados y Lucas, los domingos.
El combo 2×1 es una muestra de un mundo con dos capitales: La Boca y La Paternal. María del Mar también forma parte de esa galaxia. Además de seguir a Boca, hará lo mismo con Riquelme, a quien lleva como estampa en el fondo de pantalla del celular. Estudiante, de 19 años, le dice a PERFIL que hace cuentas: al mandato de Daniel Angelici le quedan 15 meses y Román tiene contrato con Argentinos por un año y medio. “Sueño con verlo otra vez con la camiseta de Boca”, desliza sin resignarse.
El día de la presentación de Riquelme, en el polideportivo Malvinas Argentinas, el decorado fue rojo y blanco. Infiltrados entre los tres mil hinchas de Argentinos estaban los de Boca con una bandera que tenía pintado en azul y amarillo el nombre del ídolo: “Ni un momento ni la eternidad. Esto va más allá. Romance eterno”. Los parias de la Bombonera se muestran como hinchas del Deportivo Riquelme.
“Ya lo dijo nuestro técnico, son todos bienvenidos. Y más si se hacen socios”, dice Martín Lajnis, del departamento de Marketing de Argentinos Juniors. Aunque aclara: “Que vengan a la cancha, pero sin la camiseta de Boca”.
El domingo de la conferencia de prensa en la que Román dijo que volvía al club que le dio de comer hubo 15 cámaras. Ni siquiera cuando el equipo se consagró campeón en el Apertura 2010, también con Borghi como DT, hubo semejante despliegue. La televisión es una manera de medir el efecto Riquelme. De eso, por supuesto, tomó nota Joma, la marca de indumentaria de Argentinos. Dicen que la empresa dudaba en seguir vistiendo al equipo de La Paternal. Hasta que llegó un capital humano mucho más fuerte que cualquier fondo buitre. Y entonces se desató la revolución.
El futbolista de otro tiempo también juega en la dimensión 2.0. Desde su llegada a Argentinos, las redes sociales del club aumentan sus seguidores a un ritmo inusitado. “Apenas Borghi dijo que lo de Riquelme ya casi estaba, en una hora sumamos cuatrocientos seguidores entre Twitter y Facebook. Cuando se confirmó la noticia, estalló todo”, repasa Lajnis.
Las calles aledañas de la cancha de Argentinos tienen puentes aéreos de rafia, esa tela de los pasacalles, en los que se imprime el agradecimiento por la vuelta de Román, el ídolo que apenas jugó un partido en la Reserva con la camiseta de Argentinos. El debut del diez será ante un rival en apariencia indiferente a no ser por el nombre: Riquelme se enfrentará contra el Boca correntino. Ese día se espera un “pico de socios nuevos”, le dice Lajnis a este medio. Y aventura que “las tribunas estarán llenas”.
En la sede de Argentinos, el diálogo es surrealista. Hay cinco hinchas y un empleado del club. Los que van a asociarse no ocultan la identidad. Uno vive en Banfield, a 17 kilómetros de la emblemática esquina de Juan Agustín García y Boyacá. Dice que es de Boca y que está acá, ahora está acá, por Román; quiere el carnet que le permita verlo desde la tribuna local.
Otros, en cambio, no se animan a revelar su sentimiento por Boca. “Tengo miedo de que después me identifiquen y me genere problemas”, se justifica un hincha que seguirá a Riquelme oculto entre los de Argentinos. Eso, también, es amor.