Armando Scévola y Aníbal Díaz, ex combatientes de Malvinas: «La Guerra no terminó, sigue hasta el día de hoy»

En las instalaciones de la Casa de Urquiza, en 25 de Mayo y Galarza, se encuentra el Correo Argentino, pero en el primer piso, hacia la izquierda, Concepción del Uruguay posee un lugar de historia pura homenajeando a aquellos que lucharon en la Guerra de Malvinas. Allí, la Sala Evocativa “Daniel Sirtori”, expone las historias, elementos y la rememoración de los ex Combatientes.

La Sala Evocativa “Daniel Sirtori” está ubicada en el primer piso de la Casa de Urquiza, de la cual participan los ex Combatientes Armando Scévola, Ulises Monzón, Aníbal Díaz, Ricardo Lucero, Eduardo Parada, Andrés Akrich y el ya fallecido Rosendo Torres. Allí, los héroes se encargan de rememorar el conflicto del Atlántico sur, con un recorrido educativo, charlas, material audiovisual y testimonios propios.

Para una nueva edición de MIRADAS, revista que sale todos los domingos junto con el diario, La Prensa Federal visitó el lugar para hablar con Scévola y Díaz, que estaban presentes para un emotivo testimonio de la Guerra, los destratos del Estado, la memoria de sus compañeros y más.

Scévola comenzó hablando, y explicó que, luego de transcurrir varias jornadas en el sur, estaba pronto a retornar a nuestra Concepción del Uruguay, siendo tan solo un muchacho, pero “cuando estábamos por volver, nos llevaron a Malvinas, sin saberlo”.

Según la palabra de Scévola, “habían pasado cuatro días desde que terminamos el servicio militar obligatorio, y nos volvieron a poner la ropa verde, nos subieron a un avión, sin asientos y lleno de armamento, y luego de 45 minutos estábamos en Malvinas”.

El abandono y posterior silencio estatal

El ex Combatiente y miembro fundador de la Sala Evocativa, hizo hincapié en el abandono Estatal y persecución que sufrieron los años posteriores al conflicto: “Nos prohibieron hablar, eso lo hizo Inteligencia Argentina”.

A esto, lo pueden atestiguar numerosos veteranos de Malvinas, y se trató de una firma de prohibición para hablar de lo sucedido. El Estado argentino silenció a los Veteranos, con un contrato de silencio y bajo amenazas. Según Scévola, “A eso se debió tanto silencio durante años, tal vez cuando regresamos hubiésemos contado lo que pasamos, pero el miedo por nuestras familias fue más fuerte”.

Además, contó el destrato durante el conflicto por parte de algunas autoridades del Ejército y las fuerzas: “Nos hicieron de todo, los estancamientos, la falta de comida, de armamento, de organización, malos tratos y un montón de otras cosas que pasaron”. A criterio del ex Combatiente, “parecía que el enemigo me tiene prisionero y me está haciendo morir de frío o de hambre pero no, fue al revés”.

Siguiendo con esta línea, expresó: “La atención del enemigo, cuando nos toma prisioneros, fue mejor que la del propio argentino. Entonces eso hizo que durante cinco años nos prohíban hablar y esto fue caducando, luego vos podías denunciar, pero ya no valía de nada”.

“Después de haber estado 11 días prisionero en Malvinas, volvimos a Puerto Belgrano en el barco Bahía Paraíso, fueron cuatro días y tres noches de viaje. Al llegar estuvimos otra noche más, nos dieron ropa camuflada nueva y nos llevaron a Río Grande, ahí la poca gente que había nos aplaudía al cruzar, pero nosotros no lo veíamos porque íbamos en los camiones con las lonas cerradas. Desde ese día nos empezaron a dejar bañarnos, fueron llamando por grupos a una oficina con Inteligencia Argentina”, agregó Scévola.

Se deja entrever la intención del Estado Argentino en ese tiempo, escondiendo a los ex Combatientes de la población, y así, perderse el merecido recibimiento que se merecían. Ocultos, tras los telones y en la parte trasera de un camión, así comenzó el camino de vuelta para nuestros Veteranos.

Scévola explicó, además, que “Nosotros fuimos vigilados mucho tiempo, primero por los militares antes de que termine la Dictadura, luego siguió, para saber qué decíamos o no, lo que hablábamos o hacíamos”.

“Hubo mucho silencio de parte nuestra porque en un principio a muchos le hacía mal y también por la negativa de hablar y que la gente se entere de lo que fue. Estábamos amenazados a un modo que podía afectar nuestra familia, lógicamente no lo íbamos a hacer”, añadió.

La vuelta a sus pagos

Con un pacto de silencio y amenazas a sus espaldas, los Veteranos debían volver a sus casas, tras un negado recibimiento por parte de un vergonzoso Estado que los abandonó desde el día uno.

Scévola, ante la atenta mirada de La Prensa Federal, recordó: “Nuestro regreso fue en un avión de Aerolíneas Argentinas, sin asientos y con sogas para agarrarnos en el momento del despegue. Primero buscamos la gente de Ushuaia y de ahí a Ezeiza. Todo fue a escondidas, nos trajeron a la madrugada, nos iban bajando de a pequeños grupos entre Ezeiza y Retiro, para que la gente no se diera cuenta. Sumado a que no nos dieron pasaje para volver y tuvimos que arreglarnos”.

Y para continuar con la narrativa, la falta de pasajes para que los ex Combatientes retornen a sus lugares desde Retiro, fue la cereza del postre. Un Estado de Facto que nunca intentó, no solo reconocer, sino -como mínimo- ayudar a aquellos muchachos a volver a sus casas, a sus padres, sus abuelos, sus novias y amigos.

“Tuve compañeros que subieron y los bajaron de los trenes por no tener pasaje, pero no les podíamos decir que volvíamos de la Guerra por las amenazas, algunos lo hacían, pero nadie nos creía. En vez de darnos un pasaje para volver nos dejaron varados”, señaló Scévola haciendo énfasis, una vez más, en la desidia estatal.

Armando, luego, añadió: “Nos dividimos en grupos pequeños para ver qué podíamos hacer. yo estaba con Sirtori y Rafael Oscar Schvemer, que ya habíamos trabajado juntos en el Batallón. Los tres nos pusimos a buscar a dónde podíamos ir para volver, fuimos a la terminal de Retiro y estaba cerrada, por lo que empezamos a investigar la hora que abría”.

Luego de encontrarse en el sur de nuestro país por prácticamente año y medio, Scévola admitió que al momento de retornar al país y la “normalidad”, desconocían muchas vivencias de la vida cotidiana.

“Terminamos en una cafetería y contamos las monedas que teníamos y nos compramos un café grande con tres medialunas para compartir. Nos sentamos y vimos otros compañeros que nos miraban desde la vidriera, los invitamos a pasar y repartimos las medialunas. El señor, al ver que nos pasábamos el café entre todos, se acercó a preguntar, Sirtori le dijo que habíamos vuelto de Malvinas, tras unas preguntas y desconcertado, el responsable del local nos trajo más medialunas y café”, relató Scévola.

E hizo hincapié con un comentario que reflejó todo este segmentó: “Fue el único recibimiento que tuvimos con afecto y sentimiento, nunca hubo otro, además de la familia. No nos dejaron que la gente nos haga el reconocimiento que quería”.

La post guerra y la lucha por el reconocimiento

La vuelta se consumó. Los Veteranos estaban en sus pagos, aquellos con suerte, lo hicieron a los días, pero la regla fue que tardaron semanas. Listo, llegaron a sus casas, sus hogares, podían sentir el abrazo de sus padres, de sus familiares, de sus novias y amigos. ¿Y ahora?

“Teníamos y tenemos la cultura del trabajo desde temprana edad, por lo que lo primero que hicimos fue buscarlo, pero nos hacían el test psicológico y obviamente no lo pasábamos por el estrés post traumático de la guerra que era tremendo”, contó Scévola, con Díaz asintiendo a un costado.

Debido a esto, “no conseguíamos para trabajar y estábamos acostumbrados a eso. En mi caso a los 13 años ya estaba trabajando, cuando regreso obviamente quería volver a eso y no lo pude hacer. Pasaron unos años y me puse por cuenta propia porque otra forma no tenía”.

Legitimización ante los ojos del Estado: la salud y el tratamiento

Claro, luego de la vuelta de los ex Combatientes, la lucha continuaba ya que el trabajo fue solo uno de los problemas que se encontraron. La pensión, que más allá de que ayudaba, no fue el reclamo principal. Según Scévola, la atención psicológica con profesionales especializados nunca fue reconocida, y hasta el día de hoy, no existe ayuda que logre tratar al 100% el estrés post traumático.

Entonces, recapitulemos. Malos tratos durante la Guerra en sí; luego, un recibimiento social negado por el Estado; sumado a un abandono para la vuelta a sus hogares; y como si fuese poco, sin ayuda en la salud psicológica. La Dictadura y la época de Alfonsín en la presidencia fueron momentos duros para los ex Combatientes.

De acuerdo a Scévola, “Hemos presentado muchos proyectos ante el Gobierno, cada uno fue armado por los Veteranos de Guerra. La mayoría de los casos los rechazaban, algunos tuvieron que tomarlos porque eran asuntos que se debían atender, que el mismo Gobierno debía ofrecernos”.

Y aclaró: “Todos estos reclamos estaban relacionados a la salud, teníamos cerca de 20 años, no nos interesaba para nada una pensión porque no solucionábamos nada con esa plata, necesitábamos profesionales capacitados que puedan atendernos como pasa en otros países que ya pasaron por guerras”.

Según el ex Combatiente, al día de hoy no hay expertos que traten el síndrome post traumático de guerra, pueden ser atendidos por un psicólogo o psiquiatra, pero llega un punto que no puedan seguir por su formación.

“En un momento nos empezamos a replantear las cosas, nos dimos cuenta que no éramos cualquiera, que no fuimos a jugar a la pelota sino a matarnos entre nosotros, vimos compañeros caer y los tuvimos que enterrar. Ahí vimos todo desde otro punto de vista, también nos dimos cuenta que la mayoría de la gente no tenía conocimiento de la realidad que vivimos, sabían del viaje a Malvinas, pero no de lo que sucedió. Desde ese momento nos dimos cuenta que teníamos que trabajar con el pueblo y entenderlo para que puedan hacerlo ellos con nosotros, teníamos que vivir de otra manera para poder integrarnos devuelta a la sociedad, que vivió con una mentira sobre la realidad y así que la gente entienda lo que nosotros vivimos”, explicó.

Los grupos, parte fundamental de la post guerra

Luego de unos años, los Veteranos formaron grupos de charlas para aquellos que participaron del conflicto del Atlántico sur. ¿El objetivo? Continuar con los reclamos mencionados, pero con una organización superior, con una legitimidad lograda.

Scévola contó que las charlas para armar los grupos comenzaron aproximadamente en 1984. En el 1983 con Alfonsín como presidente comenzó la “democracia”, así, entre comillas, la expresó el ex Combatiente, debido a que Alfonsín los echó de su despacho cuando quisieron llevar uno de los primeros proyectos.

Cabe destacar que el ex presidente luego pidió disculpas y aclaró que fue debido a un enojo por fuertes discusiones previas. “No nos dio la posibilidad de leerlo al proyecto, era uno armado con los primeros tres centros armados del país, donde se abarcó la mayor cantidad de Veteranos. Con el paso del tiempo se fueron buscando más Combatientes para poder armar los 67 centros que encontramos hoy, de los cuales 64 pertenecen a una Confederación Nacional”.

En contrapartida con esto, “Por suerte podemos decir que las cosas hoy son diferentes, estamos todos más unidos y el modo de trabajar con los gobiernos cambió mucho, aunque seguimos de la misma manera en lo que respecta a las pensiones y de la salud”.

Desde el Estado nacional, “todos te aplauden y arman discursos hermosos, pero termina todo en ‘una caricia’ como me dijeron una vez”.

Las experiencias con el enemigo

En relación a esto, Scévola explicó que “Mientras estábamos prisioneros, sepultando nuestros compañeros, nos encontramos con un escocés con quien nos pusimos a hablar y nos preguntó varias cosas. Una de ellas fue relacionada a lo económico, sobre la cantidad que nos pagaban y le respondimos que no era por dinero, lo hacíamos por la patria”.

Y comentó que dicho escocés le dijo: “qué loco, hace un rato nos estábamos matando entre nosotros y ahora estamos de igual a igual, solo por cuatro o cinco personas que no se pusieron de acuerdo y se quieren sacar un pedazo de cada uno”.

Según Scévola, “Ese combatiente ya había estado en otra guerra, en la del Reino Unido contra Irlanda, al decirnos esa frase y sumarle que la de Malvinas, en sus palabras, había sido una guerra muy corta pero muy dura, nos hizo darnos cuenta lo que realmente era”.

“Lo que es una guerra no lo dimensionas en el momento, te das cuenta tiempo después cuando tenés el aturdimiento constante, la falta de sueño, ver los compañeros caer en combate y más. El combate para nosotros no terminó el 14 de junio, sino que sigue hasta hoy”, expresó.

Luego de la rendición, muchos ex Combatientes fueron prisioneros de guerra de los ingleses. Scévola indicó que “Los primeros días nos asustaron, nos pegaron con los fusiles y se hablaba que nos iban a llevar a un campo de concentración. Con el correr de los días empezaron a cambiar a los soldados y los nuevos, al no tener contacto de combate con nosotros era diferente, ellos nos dijeron que habíamos respetado cuando se recupera la isla, no se mató a ningún inglés por lo que el trato de caballerosidad de ellos correspondía al nuestro”.

Scévola tenía los pies “muy lastimados por el frío y el agua”, por lo que los ingleses le cambiaron las botas y las medias, además de curarlos y brindar cremas. La indumentaria que les dieron era argentina, que estaba en un galpón y no se habían podido repartir porque no estaban los medios para hacerlo. “Los 11 días que estuvimos los pasamos trabajando, sepultando cuerpos o juntando lo que había quedado de la guerra, pero el trato fue dentro de todo bueno”, aclaró.

La sociedad y la Sala Evocativa

“Nosotros pensamos que hay que armar la historia, sin detalles técnicos, sin tanto relato, sino contar la verdad. La Sala ya va cumplir 17 años, sin embargo, creo que no pasamos del 30% de la población de la ciudad que conozca este espacio, aunque ya llegamos a varias escuelas y eso está bueno”, señaló Scévola.

Y destacó: “Yo no puedo quejarme del Municipio, nos toman como que somos privados, por lo que pertenecemos al sector cultural, pero no de un área real de la Municipalidad. Hay cosas que nos pasan de largo, como no salir en los folletos, aunque también armamos la página y nos pusimos en Google Maps pero la multinacional nos cambió el nombre y el teléfono”.

Aunque consideró que en los últimos años se ha visto un cambio muy grande en la sociedad en cuanto a los ex Combatientes, ya que se han acercado mucho, no solo a la Sala, sino en general.

En cuanto a la sala, “al principio íbamos nosotros a las escuelas, ahora logramos que vengan acá. Este año ya van pasando 20 grupos de estudiantes, además que de otras ciudades nos conocen. Hemos tenido grupos de alrededor de 60 chicos sentados en el piso escuchando cerca de 1 hora de charla, eso para nosotros es un orgullo total. Tenemos indumentaria que se pueden probar y es una parte didáctica que llama mucho la atención de los jóvenes”, finalizó Scévola.