La hinchada criolla es de las más numerosas, pero de las menos queridas. Soberbia, intensidad y poca plata.
La hinchada criolla es de las más numerosas, pero de las menos queridas. Soberbia, intensidad y poca plata.
HINCHAS PATOTEROS. Si bien no son barra bravas, muchos fans argentinos se descontrolan cuando cruzan la frontera y dejan salir su pasión futbolera. [ Ver fotogalería ]
No hicimos los cinco goles de Holanda, ni los cuatro de Alemania. No derrotamos al campeón del mundo ni al equipo de Cristiano Ronaldo. Tampoco ganamos un clásico como ganó Italia. Pero llenamos el mítico Maracaná, ensuciamos las playas de Río de Janeiro y cantamos “Y ya lo ve, y ya lo ve, somos locales otra vez”. Recién subimos el primer escalón pero ya miramos desde arriba. Más argentino que eso solo la bahía de Samborombón. Seguimos sin aprender nada, mientras Japón, que continúa perdiendo en la cancha, nos enseña a convivir en sociedad, aun en el fútbol.
En la Arena Pernambuco, en Recife, cuando terminó el partido entre Costa de Marfil (2×1) Japón, los japoneses, en vez de buscar culpables propios o ajenos, buscaron todos los desperdicios que ensuciaban el piso en su sector, no necesariamente los dejados por ellos mismos, sino todos los que había, y limpiaron el área de tal modo que los encargados de esa misión, llamados ‘garis’, no podían entenderlo cuando llegaron allí con escobas y bolsas de basura.
Cada hinchada acompaña a su selección con características propias. Los norteamericanos, que no pretenden ganar la Copa de Brasil son, sin embargo, quienes desembarcaron en mayor número: el doble que nosotros, los argentinos, segundos en este ranking; enseguida chilenos y colombianos comparten el tercer lugar apenas arriba de alemanes e ingleses, los dos europeos más presentes. No obstante, mayor cantidad no significa necesariamente más “apoyo”.
Algunas parcialidades llegan solo para mostrarse, son las hinchadas selfies entre las que se anota Francia; otras vienen para enseñar su cultura, como sucede con la de Costa de Marfil; están las que actúan como verdaderas embajadoras de su patria, en general las orientales; en fin, hay un variado muestrario que representa al planeta y su diversidad humana.
Así, algunas son más queridas que otras. The New York Times sobre el inicio de la Copa realizó una encuesta internacional, incluyendo las preguntas “a cuál país usted más apoya” y “a cuál país más detesta”. El menos querido es Estados Unidos, pero ya se sabe que es por ‘desméritos’ políticos, por su postura capitalista, invasora, colonizadora, etc., y no por su gente en particular. La segunda nación menos amada es la Argentina y no por los motivos apuntados contra los americanos. El mundo no nos quiere por cómo somos, aunque nosotros creamos que el sol sale todos los días para iluminar nuestra grandeza.
Los que más quieren vernos perder, según esa encuesta realizada con casi 20.000 ciudadanos de 19 países, son brasileños, chilenos y colombianos, es decir quienes mejor nos conocen, nuestros vecinos… Los argentinos que votaron, por su parte, lo hicieron contra los ingleses en primer lugar y brasileños después. Se entiende: las Malvinas y el pentacampeonato duelen de modo parecido en nuestra curiosa idiosincrasia.
En el álbum de figuritas de esta Copa 2014, hay de todo. Los argentinos jugamos solo en primera ronda y ya somos la figurita difícil, no por carencia, sino por comportamiento. La hinchada de Corea del Sur, en cambio, es una figurita fácil aunque se encuentren muchísimos menos coreanos que argentinos en las calles; son fáciles porque no causan problemas, siguen las indicaciones, jamás se enojan, se respetan entre ellos y mucho más a los foráneos, piden permiso, hacen las colas, pagan todo lo que tiene precio, llegan en hora, no empujan, no arrojan desperdicios, no insultan, se sientan en su correspondiente lugar, se ponen de pie apenas cuando todos lo hacen, van al toilette a la hora señalada, se disculpan siempre, piensan tres veces antes de reclamar, beben moderadamente si acaso beben, esperan el subte siguiente si este se encuentra lleno… Sí, son nuestros opuestos aunque obviamente no tienen nuestra visibilidad. Como decían los viejos periodistas: lo que está bien no es noticia.
La presencia de Messi, así como en su momento fue la de Maradona, junto a la historia vencedora del fútbol nacional, una vez más hace que nuestra hinchada, en esta vigésima Copa, sea una auténtica protagonista por sí sola. En verdad, esa tradición futbolera hizo que la hinchada nacional siempre apareciese entre las más ‘expuestas’, pero este año más que nunca por la proximidad geográfica con el organizador.
Cuando se jugó el primer mundial de Brasil, en 1950, la Argentina no participó; apenas viajó Fioravanti, un relator como hoy ya no existen, para transmitir los partidos. En 1962, en Chile, jugamos, sí, pero no era fácil cruzar la cordillera en aquel invierno y llegar a Rancagua donde quedamos eliminados. Y en 1978 hicimos el barullo que los militares nos dejaron hacer pero, por ser en casa, no vale.
Solo el primer Mundial, el de 1930, nos tuvo al igual que hoy, como grandes protagonistas en las tribunas, porque al ser en Montevideo y tener un equipo competitivo muchos porteños cruzaban el charco ida y vuelta, en barco y en el día, para ver cada partido (todos fueron diurnos). En las Copas jugadas en el resto del mundo, entre distancias y crisis, apenas hicimos un poco de ruido en España 1982 e Italia 1990 donde tíos que no conocíamos nos dejaban dormir en la habitación de huéspedes. Y un poco en Sudáfrica 2010. Pero ahora, en Brasil, somos LA hinchada: en realidad “la barra quilombera…”
No somos los únicos en aparecer en los diarios locales, pero somos los más resaltados y los menos elogiados. Veamos: en el entretiempo de Holanda (5×1) España ya se había acabado el stock de cerveza del estadio, fue el único lugar donde eso sucedió, hasta porque es difícil comprar bebidas por las largas colas que existen, fruto de la pésima organización general.
La enorme cantidad de colombianos que invadió Belo Horizonte, Minas Gerais, para su primer partido, cuando golearon a Grecia en el estadio Mineirão, o el fantástico desembarque de chilenos en Cuiabá, Mato Grosso, en el triunfo trasandino sobre Australia en la Arena Pantanal, no generaron ni el 5% de las noticias que provocó la invasión de nuestros compatriotas en Río de Janeiro. Solo Argentina siempre es ‘noticia’. Nos cuestionan formas, como la ocupación de playas para dormir, hasta comportamientos poco agradables, típicos de quien se siente dueño de una situación que le es prestada y no consigue reconocerlo, “porque juntos somos más”.
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(*) El autor es director de Perfil Brasil y columnista durante el mundial para NOTICIAS. Acaba de presentar su nuevo libro, “Glorias robadas” (Ed. Figurati), en el que investiga la vinculación entre la política y la dictaduras en los distintos mundiales. También publicó “Archivo (sin) Final”, publicado en mayo por Ediciones del Empedrado, con historias y anécdotas de los mundiales desde 1930 a la actualidad. Lea la nota completa en la última edición impresa de Revista NOTICIAS.
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