La selección, San Lorenzo y River llevaron al fútbol argentino al primer plano. Los éxitos en medio de una pésima organización.
Claudio Gómez
El fútbol argentino está pasando por un momento maravilloso. La Selección se quedó con el subcampeonato en el Mundial de Brasil. San Lorenzo ganó la Copa Libertadores y jugó la final del Mundial de Clubes nada menos que contra el Real Madrid. Hay más. River festejó la Sudamericana. Y en el ámbito local, el torneo que pasó creció en cantidad de goles y calidad de juego. Definitivamente, es un gran momento.
El fútbol argentino es un desastre. Es el único país que todavía no definió todos los equipos clasificados a la Copa Libertadores. Recién lo hará una semana antes de que comience, cuando se juegue el discutidísimo desempate entre Boca y Vélez. Las desproljidades siguen. El torneo de treinta equipos que arranca en febrero se terminó de organizar recién hace unas semanas, después de seis meses de debates, marchas y contramarchas. Y los jugadores, bueno, con los jugadores ocurre lo de siempre: las estrellas brillan afuera. Definitivamente, es un pésimo momento.
Las preguntas se enciman, inevitables. ¿Cuál es la medida del fútbol argentino? ¿Los triunfos futbolísticos o el desastre organizativo? ¿Es que acaso uno no debería ser consecuencia de lo otro? Todo parece indicar que no siempre.
Buenas. El año futbolístico de la Argentina arrancó en febrero, con el debut de San Lorenzo en la Libertadores. El Ciclón perdió 2-0 contra Botafogo, en Brasil, pero ese tropiezo marcó el primer paso hacia la Copa. El fútbol argentino empezaba a retomar protagonismo del otro lado de las fronteras. Con clasificaciones agónicas, San Lorenzo siguió en carrera. Hasta que la Libertadores se tomó un recreo de dos meses por el Mundial.
La Selección nacional debutó el 15 de junio. Casi un mes depués, el equipo de Alejandro Sabella estaba jugando la final con Alemania. Hacía 24 años que la Selección no llegaba tan lejos. El gol de Mario Goetze en el alargue frustró el festejo por la Copa, pero no le quitó mérito a una campaña extraordinaria. Argentina, otra vez, fue protagonista.
Cuando las banderas celestes y blancas empezaron a abandonar los balcones, volvieron las de los clubes. Primero fue Lanús, que en julio jugó la final de la Recopa Sudamericana con Atlético Mineiro. Después, San Lorenzo. El gol de Ortigoza ante Nacional de Paraguay le dio al Ciclón el título más importante de su historia. El fútbol argentino lo hizo de nuevo. En un mes, dos finales. Y no fue todo.
El 10 de diciembre River le ganó 2-0 a Atlético Nacional, de Colombia, y se quedó con la Copa Sudamericana. Fue la tercera final que jugó un equipo argentino en un semestre. Y todavía faltaba el San Lorenzo-Real Madrid por el Mundial de Clubes. Un 2014 estupendo.
Malas. La muerte de Julio Grondona el 30 de julio descubrió las desproljidades en la AFA. Los mayores papelones tuvieron como objetivo el próximo torneo. Se dijeron cosas que se desmintieron en minutos, se tomaron decisiones que se anularon en horas. Ocurrió, por ejemplo, que el campeonato con treinta equipos que arranca dentro de dos meses fue puesto en duda, por lo que también se generó incertidumbre con el ascenso de los diez equipos que ascendieron a Primera este mes. Y lo de la Copa Libertadores ya roza lo ridículo: Boca y Vélez terminaron con los mismos puntos, los dos reclamaron la clasificación amparados en un “vacío legal”. Al final, van a jugar un partido de desempate, en Mar del Plata, el 28 de enero. La Copa arranca el 4 de febrero.
Si Jorge Lanata se dedicara a editorializar sobre fútbol, hablaría de la grieta que divide a la Argentina: el país de los buenos resultados y el de la mala organización.
Brasil miró todo de afuera
Además de superar los padecimientos organizativos, el fútbol argentino 2014 marcó una diferencia con el de Brasil. En la clásica rivalidad, los vecinos quedaron varios escalones abajo. En el Mundial, que ellos organizaron, se despidieron en la semifinal con un lamentable 7-1 ante Alemania, mientras que Argentina llegó a la final. Y a nivel clubes, sucedió algo parecido.
Si bien el fútbol local de Brasil tienen los mejores jugadores de la región, los resultados no acompañaron. En la Copa Libertadores, por ejemplo, San Lorenzo le ganó a Botafogo en la zona de grupos, y en las instancias eliminatorias dejó afuera a Gremio y a Cruzeiro. En definitiva, la edición 2014 no contó con ningún equipo de Brasil ni en semifinales. Y el campeón fue argentino.
En la Sudamericana que ganó River, el equipo brasileño que más lejos llegó fue el San Pablo, que perdió la semifinal contra Atlético Nacional, de Colombia. Así cerraron un año para el olvido, rodeados de festejos ajenos.
Esta nota fue publicada en la Edición Impresa del Diario Perfil