Argentina campeón, más que un sueño es una utopía

autorArgentina campeón, más que un sueño es una utopía Por qué la selección de Sabella no tiene un equipo en condiciones de ganar el Mundial. Argentina campeón, más que un sueño es una utopía

La vida es sueño y desde Montevideo 1930, cuando la primera Copa, vivimos soñando. A veces más, a veces menos. Los Maradona y los Messi parecen justificar la locura de creer. Pero, casi siempre, y junto a los nombres de los cracks de cada momento, pensamos (por lo menos quienes degustamos el fútbol) en otros aspectos.

Descartamos a Colombia porque se quedó sin Falcao García. Así como Cristiano Ronaldo nos hace pensar en Portugal. Pero, en el fondo, confiamos en Alemania porque sabe a qué juega. Como casi todos los campeones de la historia. Nadie es campeón por mera casualidad. Hay preparaciones y tácticas que ayudan a los ‘diferentes’ a vencer. Nadie gana solo, se necesita de un equipo, que Argentina no tiene. Pero no nos despertemos tan temprano, soñemos un momento y repasemos esa historia…

En el primer Mundial, el campeón, Uruguay jugó con el entonces característico 2-3-5 que no era ‘tan así’ pero, en el fondo, el entrenador Alberto Suppici seguía esa idea. Ya en 1934, Vittorio Pozzo retrasó dos delanteros y fue campeón con un 2-3-2-3 que mantuvo para revalidar la corona en 1938.

La Segunda Guerra Mundial detuvo las Copas por doce años, tiempo más que suficiente para que los dibujos tácticos se modificaran. Así, en 1950, ‘la celeste’ uruguaya, en Brasil, colocó un tercer zaguero y Juan López fue campeón con un 3-2-2-3. Ese esquema también lo utilizó Sepp Herberger en 1954 con Alemania.

El concepto de las cuatro líneas estaba no apenas convalidado por los títulos, sino porque aquellos países que continuaban con esquemas de tres líneas (3-4-3, por ejemplo) no iban lejos. Pero… Llega lo que podríamos llamar la modernización de mitad de siglo. En 1958, el Brasil de Vicente Feola se consagra campeón con el retorno a las tres líneas. Su revolucionario 4-2-4 le muestra al mundo que más que un esquema táctico los que ganaban los partidos son los jugadores. Claro, tenía a Pelé y Garrincha que, juntos, en cancha, actuaron cuarenta veces y nunca perdieron: cosa de locos, 35 victorias y 5 empates.

Si la historia se repite en su línea más tradicional, la Argentina de Sabella no tiene chances.

Inmediatamente después, en 1962, enfermo Feola que había pasado por Boca Juniors en ese interregno, Brasil es bicampeón con Aymoré Moreira que inventa el 4-3-3 porque cree arriesgado por demás mantener el 4-2-4 que ya no tenía la sorpresa de cuatro años antes. En 1966, pese a ser local, Alf Ramsey comienza a priorizar el refuerzo defensivo sobre la audacia ofensiva y es campeón del mundo –medio ilegítimamente– con un claro 4-4-2. Brasil, con Mario Lobo Zagallo, en México 1970, rompe los moldes y regresa al 4-2-4 que él había experimentado (como nadie) cuando jugador: obviamente tenía los jugadores que ninguna Selección europea poseía. Aquél Brasil no necesitaba defenderse, podía atacar…

En 1974, en su casa, el alemán Helmut Schoen vuelve a las cuatro líneas y derrota al carrusel holandés con un novedoso 1-3-3-3, táctica que habían comenzado a emplear algunos equipos italianos casi una década antes. Menotti, en 1978 juega con un 4-2-1-3 elástico gracias a la ductilidad de Kempes, que se transforma con más facilidad en 4-2-4 que en 4-3-3. Enzo Bearzot, en 1982 usa el esquema italiano que le había dado resultado a los alemanes y retoma la idea del ‘battidore libero’: 1-3-3-3.

Carlos Bilardo, en 1986, es el técnico campeón que más llena el mediocampo de jugadores, aunque en realidad su equipo era muy elástico, con otra calidad pero una pequeña réplica de la Holanda de Rinus Michels: 3-4-1-2, pero… claro, con Maradona. Y Maradona inspirado (aunque en la final juega con 4-4-1-1).

De Copa para Copa, el viaje de las tres a las cuatro líneas y viceversa que en un momento era constante comenzó a ser menos frecuente. En 1990, Alemania que había perdido la final del ’86 contra Argentina, ahora la derrota con su propio veneno: Franz Beckenbauer usa el 3-4-1-2 bilardiano. En el ’94, en los Estados Unidos Carlos Alberto Parreira se protege más aún y, transpiradamente, llega al título con un 4-3-1-2 poco elástico y muy sólido. Y, por fin, en 1998 Francia repite las cuatro líneas, pero Aimé Jacquet innova con el 4-3-2-1, última táctica campeona del siglo XX. El fútbol ya no es más ofensivo: normalmente todos los equipos se defienden con siete y atacan con tres (hablando de posiciones relativamente fijas y responsabilidades también fijas, sin considerar aquellos que van y vienen, quienes se desdoblan).

En el nuevo milenio, Brasil, en Corea y Japón 2002, se consagra campeón empleando un 3-4-2-1 que mezclaba la idea defensiva de Bilardo en México ’86 y la ofensiva de Jacquet con Francia. Marcello Lippi, cuatro años más tarde, en 2006 lleva a Italia al título con un defensivo 4-4-1-1 que definitivamente da a la capacidad física más importancia que a la virtud técnica.

Finalmente, en 2010, Vicente del Bosque torna campeona inédita a España con el 4-4-2 utilizado por Alf Ramsey cuarenta y cuatro años antes, con Inglaterra.

Así, por su alta variedad y la necesidad de renovación de Mundial para Mundial, se demuestra que las tácticas no son ganadoras por sí solas. Aún cuando resulta obvio observar que los esquemas más victoriosos son los que relativamente ‘se cuidan’ más y arriesgan menos. No es por acaso que, desde muy jóvenes y desde hace mucho tiempo, aprendimos que los equipos ‘se arman de atrás hacia adelante’… Las tácticas son nada más que la ropa ideológica que los cracks deben vestir adentro de la cancha, pero su gambeta, su velocidad, su fuerza, su sentido del tiempo, su remate, la calidad de su pase son y serán quienes definan situaciones, partidos, victorias y campeonatos.

Si la historia se repite en su línea más tradicional, la Argentina de Sabella no tiene chances, porque es un equipo montado al revés, de adelante hacia atrás. No porque Sabella quiera, sea un rebelde o porque no sabe lo que está haciendo. Nada de ello. Simplemente, porque el plantel que tiene lo condiciona a que así sea. Lo acaba de decir Demichelis “Argentina no tiene un Messi atrás”. Ni un Agüero, un Di Maria o, siquiera, un Higuaín. Por suerte y como siempre, existe la excepción que confirma la regla y nos concede una esperanza.

Como fue el caso del, probablemente, campeón que más haya lucido entre todos los que dieron una vuelta olímpica mundialista: Brasil 1970. Esa Selección, armada en base a la calidad ofensiva, es la que ilusiona a los argentinos, porque como la de Sabella el fuerte estaba de la mitad de cancha hacia adelante. Si bien es cierto que en los últimos treinta años ningún campeón jugó con tres atacantes, también es verdad que tampoco los poseían y, por tanto, los entrenadores se aferraron más a sus tácticas que a sus cracks.

Brasil ’70 tenía a Pelé que, para los días de hoy su equivalente puede ser Messi, aunque jueguen completamente distinto. Pelé futbolísticamente es un pariente infinitamente más cercano a Maradona de lo que puede ser Messi. Pero como no vamos a encontrar encajes perfectos como en un juego Lego, aceptemos las ‘pequeñas’ diferencias. Tostão, por movimientos, es Agüero. Higuaín, por efectividad y no por juego, porque no tienen nada que ver uno con otro, es Jairzinho. Y Di María, por zurdo más que por cualquier otra cosa, porque el desgaste del argentino es mucho mayor que el del brasileño, así como su contribución defensiva, es Rivelino que fue un superdotado. Hasta allí, podemos con un poco de buena voluntad coincidir y entendernos. Si Mascherano es Clodoaldo, con menos técnica y más marca, hay que encontrar a Gerson. ¿Gago? Si estuviese en su mejor momento diría que sí, que podríamos pensar en algo parecido, aunque lo ideal para ese trabajo sería tener a la Brujita Verón con cinco años menos…

Sin discutir el paso del tiempo, los cambios de ritmo y la dinámica de las marcas que en nada se parecen entre aquellos ’70 y este 2014, tenemos el medio y el ataque del Brasil que encantó al mundo en la primera Copa disputada en México. Atrás Brasil era flojo. Pero, la gran pregunta que sobrevive en el aire es: ¿lo era porque se comparaba a aquella defensa con el ataque y allí no podía gustarle a nadie, o era frágil de verdad? La mayoría piensa que era una mala defensa sin vuelta de hoja.

En la Primera Fase Brasil le ganó 4×1 a Checoslovaquia, 1×0 a Inglaterra y 3×2 a Rumania. Hizo ocho goles y le marcaron tres. El propio ímpetu ofensivo desprotegía al equipo en el fondo. En Cuartos de Final le ganó 4×2 a Perú que jugaba exactamente igual a Brasil y tenía técnico y cracks con similares capacidades aunque experiencias diferentes. En Semifinal venció a Uruguay 3×1: ese Uruguay tenía clase, personalidad, además comenzó ganando, pero Brasil lo fue demoliendo de a poco. Y en la Final le pasó por arriba a Italia, 4×1. Es verdad, en un solo partido no le hicieron goles, pero en todos marcó por lo menos tres, excepto en ese 1×0 a los ingleses. Soñemos. Soñar no cuesta nada.

Personalmente, creo que la defensa brasileña no era tan mala como siempre se sostuvo. Vi todos los partidos de aquél Mundial y sus compactos últimamente y no me convenzo de que fuese tan floja, apenas creo que eran defensores con más tendencia ofensiva que cualquier otro campeón ya visto. Igual no eran fenómenos, eso está claro, excepto Carlos Alberto, el lateral derecho que es uno de los mejores de la historia y no se puede comparar con Zabaleta, que aún siendo menos que el brasileño es más que sus compañeros de zaga en esta Copa. El lateral izquierdo, Everaldo también tenía tendencia a viajar al ataque descuidándose atrás, pero sabía marcar, ese era su fuerte, no como Marcos Rojo que prefiere pegar. Everaldo estuvo afuera, por lesión, en Cuartos de Final: su sustituto Marco Antonio era otra cosa, casi como uno de los reclutados por Sabella. Claramente, aquí hay un déficit, los laterales brasileños eran mejores uno por marca, Everaldo, y otro por el arranque, la subida, su alta técnica y la definición, Carlos Alberto Torres.

Así las cosas, los pobres zagueros centrales se tenían que bancar lo que se les venía encima a ellos. Eso es lo que muchas veces los mostró en inferioridad y fijó la imagen de limitados. Brito y Wilson Piazza jugaron toda la Copa, todos los partidos, no fueron relevados en ninguno, y el partido en el que el ataque de Brasil fue más controlado, ante Inglaterra, consiguieron mantener el cero en su arco. Wilson Piazza era mejor dotado y, de hecho, fue titular en las eliminatorias y en dos Mundiales, porque se mantuvo en la Copa de 1974 en Alemania. Atención: Wilson Piazza en el Cruzeiro era volante, famoso por lo que trajinaba, compañero de Dirceu y Tostao él hacía ‘el trabajo sucio’; una especie de Hugo Campagnaro, si se quiere, pero con más clase. Brito (como Everaldo) apenas actuó en la Copa de México, pero en ese período la CBF –la AFA brasileña– lo distinguió como el jugador de la Selección con mejor preparación física. Además, en 1970 Brito y Wilson Piazza actuaban, juntos, en el Cruzeiro, se conocían y entendían: a Brito, en 1971, lo sustituyó Roberto Perfumo en el poderoso club de Belo Horizonte.

Parece que, entonces, Brasil de 1970, atrás, tenía mejor materia prima que esta con la que cuenta el técnico Sabella… En el arco, el simpático Félix no era la garantía nacional, se lo criticó mucho, pero no hizo papelones aunque dejó dudas en un par de goles. Podría decirse que en el arco, cualquiera sea el golero argentino habría equivalencia, nada mejor y nada peor. De todos modos, se sabe, Romero es el arquero de Sabella y está bien que lo deje ya que tanto lo utilizó y tiene la experiencia de Sudáfrica 2010, una pequeña ventaja sobre Andújar y Orión.

Vale esclarecer que, cuando el adversario se hacía de la pelota, Brasil transformaba su 4-2-4 en un claro 4-4-2 y hasta en un 4-5-1. Sólo Jairzinho no se retrasaba casi bajo ninguna circunstancia. Y apenas Brito nunca se adelantaba. El resto era muy elástico (no recomiendo esa elasticidad a esta Argentina 2014, hoy los rivales corren más y más rápido).

Brasil tuvo en el banco, sin condiciones de entrar, en dos partidos de la Fase Inicial, a Gerson. Allí usó a Paulo César en la punta izquierda, como un segundo Jairzinho y, también al irregular zaguero Fontana, adelantando al medio de la cancha a Wilson Piazza. Eso sirve para mostrar que fuera la media docena de titulares geniales que poseía para atacar, a Zagallo como a Sabella, le faltaban individualidades para defender. Y así se defendió con la pelota en los pies, impidiendo que el rival lo agreda. Para ello el Messi del 2014 no puede ser el del 2010, tiene que ser Pelé, el Pelé del ’70, no el del ’66…

Parece mentira que, de repente, la Argentina de Sabella no pueda ser el Brasil del ’70 por causa de su defensa, siendo que esta representaba ‘el lado flaco’ de aquel histórico equipo de Zagallo. ¿Cuál esquema usará el técnico nacional en el Mundial? La lógica indica un 4-2-1-3, táctica usada por la Selección de Menotti campeona del Mundo del setenta y ocho. En algún cotejo más fácil (¿Irán?) podrá copiar a Zagallo con el famoso 4-2-4 y en otros más complejos, frente a las selecciones europeas que enfrente en la segunda mitad, ensayar un 4-3-3. Lo cierto es que, cualquiera sea el recurso táctico a emplear, el problema subsistirá en su despampanante desequilibrio: sobra adelante todo lo que falta atrás. Y eso, el entrenador no podrá remediarlo porque carece de jugadores de primer nivel para el fondo. Por eso creer que Argentina será campeón es más que un sueño, es una auténtica utopía…

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IN TEMPORE: al lector que preguntó la edad de Alfio Basile en el Mundial de 1994, con base en la columna por qué Sabella es un técnico viejo; la respuesta es: 50 años, nueve años más joven que Sabella en 2014.

(*) Director Perfil Brasil, creador de SoloFútbol y autor de Archivo [sin] Final.