Hace variantes y como ninguna lo deja convencido, arma el esquema menos arriesgado, que conoce a la perfección. Un análisis de los cambios del entrenador.
Alejandro Fabbri
En el extenso menú de frases comunes, discursos para autoelogiarse y declaraciones que pretenden eximirlos de alguna responsabilidad, los técnicos lideran la lista de un conglomerado de ególatras que se creen a salvo de cualquier crítica. Y conste que no estamos hablando de Carlos Bianchi. No. Todo lo contrario. Alejandro Sabella dio una lección de honestidad en los últimos días y pocos se lo han reconocido.
Porque Sabella no tiene que ser ponderado por haber modificado el esquema cauteloso que la Argentina utilizó en el primer tiempo contra Bosnia, con cinco defensores y una dupla Messi-Agüero que nunca llegó a ser tal en ataque, con Di María y Maxi Rodríguez desconectados en el juego y las ambiciones. Mascherano lució muy solitario y el tempranero gol sirvió para dejar en ridículo el dibujo táctico. Bosnia había sido sobrevalorado por Sabella y fue el propio entrenador quien lo dejó en claro tras el final del encuentro.
Sabella llegó al vestuario en el entretiempo y no perdió tiempo. Afuera Maxi y también Campagnaro. ¿Habrá algún antecedente de un equipo que va ganando y cambia a dos hombres para hacer ingresar a otros dos que le darían mayor consistencia en el manejo de la pelota, el quite y la profundidad ofensiva? Gago se pareció a aquel que jugaba hace dos años y el Pipita Higuain –ante un Agüero estático y errático- hizo lo suyo. Fue el socio ideal que necesitó Messi para convertir la joyita del partido, el gol que tantas veces vimos hacerle vestido de blaugrana y en otra liga.
La falta de certezas que tenía Sabella ya las había comunicado en la conferencia de prensa obligatoria que dio el sábado y en la que no confirmó el equipo. Ya las había insinuado en las dos últimas prácticas en las que jugó con los dos esquemas sin definirse por ninguno en especial. Por todo esto, el entrenador sorprendió a medias cuando entregó la formación definitiva y no fueron pocos los que se sintieron defraudados por su falta de audacia. ¿Bosnia fue tan peligrosa? No fue así, aunque seguramente el 1-0 madrugador influyó y mucho.
Entonces, estamos ante un entrenador que duda y lo dice. Es más, lo observan los cientos de periodistas que cubren los entrenamientos argentinos. Hace variantes y como ninguna lo deja convencido, arma el esquema menos arriesgado, que conoce a la perfección. Cree que con Maxi en lugar de Higuaín, pero jugando a la derecha y con ciertas tareas en la marca, podría suplantar el habitual juego de Gago en ese sector. No salió bien. Tampoco sirvió que Campagnaro le permitiera proyectarse más a Zabaleta, porque se congestionó el sector, aunque Maxi se tiró al medio.
La duda se mantuvo y por eso los cambios. Se atrevió a hacerlos, para escándalo de los tradicionalistas. Arriesgó y le salió bien. El equipo creció y tuvo destellos de fútbol que no deberían ilusionar más de la cuenta a nadie, aunque eso es imposible. Se verá con el crecimiento del torneo, las exigencias y el poderío de los rivales. Pero salió bien.
Seguramente Sabella disponga enfrentar a iraníes y/o nigerianos con la misma sintonía del segundo tiempo en el Maracaná. Sería lo lógico. En la inasible teoría futbolera, la pareja próxima de rivales son menos que los bosnios y no deberían ser un escollo importante.
Después, en octavos o en cuartos, quizá vuelvan las dudas y las decisiones de Sabella que pueden traer algún dolor de cabeza o las aspirinas necesarias para que no llegue a mayores. Del propio entrenador y de su capacidad para cambiar la historia dependen, nada menos. De su coraje y su honestidad, que no están en duda, por lo menos desde aquí.