Albert Camus: el arquero incompleto y su pluma

Albert Camus: el arquero incompleto y su pluma Se cumplen 100 años del nacimiento del Nobel que soñaba con ser futbolista. Su historia. Albert Camus: el arquero incompleto y su pluma

“Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha”. ‘Lo que debo al fútbol’, de Albert Camus.

 

Albert Camus fue un escritor y filósofo argelino-francés, Premio Nobel de Literatura en 1957 y, también, arquero de fútbol. En la historia de la literatura contemporánea, fue una estrella fulgurante y revolucionaria de mitad del siglo XX. Para el fútbol, también fue un revolucionario: no por sus paradas sino por ser el primer intelectual que osó exaltarlo, al mezclarlo en sus escritos.

Hoy, 7 de noviembre de 2013, se cumplen cien años del nacimiento de Albert Camus en Argel, por aquel entonces colonia francesa. A su padre casi no lo disfrutó, era un colono francés que trabajaba como agricultor en una finca vitivinícola en las afuera de Mondovi (donde nació Albert) y fue reclutado por la milicia: murió en la Primera Guerra Mundial. Por este motivo, Camus terminó creciendo en un barrio obrero llamado Belcourt (seno de su familia materna) y, allí, comenzó su educación en un colegio público donde, además de estudiar, aprendió a jugar al fútbol.

Su elección de puesto tuvo poco de casualidad y mucho de causalidad. Eran tiempos de penuria familiar y jugar en el mediocampo desgastaba mucho más los zapatos: como no había dinero para ir al zapatero, prefirió resguardarlos y ser arquero. Desde ese lugar, probablemente, haya desarrollado su capacidad de observación sobre el juego y los pormenores que lo rodean: esa visión que le permitió relacionar códigos de vida con reglas de fútbol, comportamientos humanos con posiciones en el campo y nombres de instituciones con estilos de juego.

Como arquero comenzó en el club deportivo Montpensier pero en seguida pasó al Racing Universitario de Argel (RUA), equipo semi-profesional con el que obtuvo cierto reconocimiento local por sus dotes como arquero. Mientras terminaba el bachillerato le detectaron una afección respiratoria que posteriormente fue diagnosticada como tuberculosis, esta lo alejó de las canchas y la violencia política que vivía su país (en plena lucha independentista), lo empujó a emigrar a Francia. Para ese entonces, ya habían sido publicados sus primeros textos en la revista Sud y había obtenido un diploma de estudios superiores en letras, en la rama de filosofía.

Pese a su éxito literario, Camus nunca se olvidó del fútbol. Con el Nobel ya en su poder (El extranjero, 1957), seguía diciendo que si le dieran nuevamente la posibilidad de elegir hubiera priorizado ser futbolista. Como era de esperarse, Camus continuó ligado a la pelota. Ni bien se estableció en Francia, se hizo seguidor del Racing Club, porque usaba la misma camiseta que el RUA y, también, porque al igual que el RUA “jugaba científicamente y perdía los partidos que debía ganar”. Aun así, en aquella época el Racing Club de París era uno de los equipos más importantes, con jugadores de renombre como Vignal, Quenolle, Vaast, Cisowski y Diagne (tiempo después también saldría campeón con Enzo Francescoli en sus filas): una realidad muy distinta a la actual, donde el equipo parisino juega en la quinta división de ascenso del fútbol francés como consecuencia de una grave crisis económica, sufrida a finales del siglo XX.

En agosto de 1949, invitado por la escritora Victoria Ocampo, Camus visitó Buenos Aires con el fin de dar un ciclo de conferencias. Ese era el año en que Racing Club de Avellaneda, estaba por ganar el primero de sus tres títulos consecutivos. De su paso por la Argentina recordaría: “No sabía entonces que veinte años después, en las calles de París e incluso en Buenos Aires (¡Sí!, ¡Me ha sucedido!) la palabra Racing mencionada por un amigo con el que tropecé, me haría saltar el corazón tan tontamente como fuera posible (…) porque usan las mismas camisas que el RUA, azul con rayas blancas”. Igual a Camus no le fue muy bien en nuestro país: el gobierno peronista solicitó conocer previamente el discurso de las conferencias, él no accedió y se fue sin disertar.

El 4 de enero de 1960, a los 46 años, cerca de Le Petit-Villeblevin, murió en un accidente automovilístico junto con su editor. Sus restos descansan en Lourmarin, un pueblito en el sur de la campiña francesa. Su legado permanece en el recuerdo y en sus escritos “porque, después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.