Un 13 de julio de 1971, se concretó el sueño de unos pocos, de ver la Selección Argentina de Básquet en nuestra ciudad. El rival fue nada menos que Yugoslavia el campeón del Mundo de la FIBA al que derrotó en un emocionante partido en Club Rivadavia.
El deporte de Concepción del Uruguay tiene una larga y rica historia, con varios mojones en la historia deportiva que hacen honor al mote de «la Histórica», uno de ellos es la gesta del Tomás de Rocamora al obtener el Campeonato Nacional de Clubes Campeones de Básquet en el verano de 1965, que inscribió a Concepción del Uruguay en el mapa basquetbolístico nacional.
Sin dudas con ese antecedente, la ciudad comenzó a ser vista con otros ojos, en el verano de 1971 según relata una crónica de la Revista El Gráfico, Horacio Palassoli (por ese entonces relator del básquetbol en Radio Rivadavia en el equipo del José María Muñoz ) y un grupo de colaboradores, comenzaron a soñar con traer la Selección Argentina a la ciudad, nada menos que a enfrentar al Campeón del Mundo, el Seleccionado de Yugoslavia.
Después de mucho esfuerzo y trabajo, lograron lo que parecía imposible. Con el estadio del «Coloso Uruguayense» del Club Rivadavia, como testigo y una multitud que estaba «a reventar».
Un espectacular tablero electrónico que era toda una novedad para la época y que se parecía en la foto principal, y según relatan, una ciudad que apoyó totalmente este partido que comenzó a gestarse en los primeros días de enero de 1971y se jugó el 13 de julio del mismo año.
La importancia del juego hizo llegar a nuestra ciudad a un cronista de la talla de nota de Osvaldo Ricardo Orcasitas, especializado en básquet pero que luego sería un todo terreno en la redacción de la revista El Gráfico, una verdadera leyenda del periodismo nacional.
La nota de Orcasitas, tituló «Cuando Concepción del Uruguay estuvo de fiesta» ¡Qué noche!
Con esa garra que no erizó la piel… Con ese ¡Ar-gen-ti-na!, ¡Ar-gen-ti-na! que Concepción del Uruguay no había escuchado casi nunca…. Era madrugada pero todavía retumbaban emocionados los ecos de la noche anterior, de la noche del martes 13 de julio de 1971.
Esa jornada inolvidable que hizo estremecer al gimnasio del club Atlético Rivadavia. La multitud estaba ronca porque durante todo el partido estalló en un conmovedor grito de estímulo. Y hablaba agradecida porque la selección argentina de básquetbol había dejado el alma en la cancha y le había regalado a la ciudad, al esfuerzo de todo un pueblo, una actuación histórica…
Sí, Argentina esa noche, la noche de Concepción del Uruguay, le ganó a Yugoslavia, al actual campeón del mundo, por 76 a 75…. Pero no sólo fue el triunfo de nuestra selección, no sólo e recuerdo se grabó con marca indeleble por la fiesta eufórica y al espectáculo excitante… Allí, asociado íntimamente todo eso, hubo algo más, un triunfador más; allí Concepción del Uruguay fue ganador y ¡qué ganador!. Porque sus 40.000 habitantes quisieron y pudieron, porque se destrozó a las garras del miedo, porque se dio una muestra de coraje, de sacrificio, de fe…
Cuando el emprendedor e inefable Horacio Rubén Palassoli, relator y fana del básquetbol, sugirió en enero de este año la posibilidad de llevar a los yugoslavos a Concepción del Uruguay («Uruguay» como simplemente le dicen por esos pagos), su tremenda humanidad, grande por sus 112 kilos y su inmensa bondad, chocaba contra el descreimiento de la mayoría.
Nos vamos a enterrar, aquí no estamos acostumbrados a estas cosas…
Pero el Gordo pudo más, mucho más, que las voces temerosas y escépticas. Porque enseguida su empuje hizo que la ciudad se uniera, que todo el pueblo tomara la visita de la selección de Yugoslavia como «cosa nacional». Y así el partido, que entonces se proyectaba para el 13 de julio pasó a ser la gran patriada de Concepción del Uruguay. Todos colaboraron, todos le pusieron el hombro… El Batallón de Ingenieros de Combate 121 con el Coronel Núñez a la cabeza, fue pilar colaborando siempre y brindando el alojamiento a la selección argentina, que se consiguió como rival de Yugoslavia. El diario «La Calle» otro baluarte, fue vocero y contribuyó además pagando los pasajes de nuestra selección. Era, en suma, el partido del pueblo.
Con esa garra que no erizó la piel… Con ese ¡Ar-gen-ti-na!, ¡Ar-gen-ti-na! que Concepción del Uruguay no había escuchado casi nunca…. Así fue el partido y así le ganó al campeón del mundo este equipo que conmovió a todos, por su espíritu, por su enteresa, por lucha, por su evolución técnica.
«Táctica… táctica» exclamó a viva voz el técnico Ranko Zeravica cuando le preguntaron por qué hizo jugar, en el primer tiempo a una formación suplente. En esta etapa Argentina sacó ventaja: 42 a 32. Y en estos primeros 20 minutos el partido había mostrado a sus figuras. Al Beto Cabrera y al Gallego González, que sacudieron la red y fueron los motores del equipo. Pero en el segundo tiempo estuvo el mérito mayor de la Argentina. Porque aquí los yugoslavo pusieron a toda su artillería dentro de la cancha. A jelovac (imparable, 36 puntos), a Kapicic, a Plecas, a Cermak, que se consagraron en el mundil y a Knezevic que también es internacional. Y aquí Argentina resistió ante los «monstruos». Aquí concretó su triunfo histórico… 76 a 75. Cabrera llevado en andas después del partido, González, Gehrmann, Becerra, Eduardo Benítez, Perazzo, Pratto, Cortondo -los que jugaron- fueron inundados de aplausos. Pellandini y Salas -que sufrieron desde el banco- también. Ellos lo habían merecido. Concepción del Uruguay culminó su esfuerzo con una apoteosis multicolor, tocante, inolvidable..
Fue otro paso firme para este despertar de nuestro básquetbol. Fue la fiesta del pueblo, la noche de «Uruguay». ¡Qué noche!»
Deporte Digital agrega un dato a esta nota de Orcasitas (O.R.O.): En ese entonces no había reloj público que indicara tiempo de juego; entonces el capitán del equipo le preguntaba al árbitro y éste consultaba a la mesa. Estaban en los segundos finales tomó la pelota Carlos González, fuera de la zona pintada, por la izquierda -ganaba Yugoslavia 75 a 74-, el árbitro estaba al lado y le dice a González: «tirá que termina»; el Gallego, tiró, encestó y fue el doble de la victoria; hoy hubiera sido triple. Faltaban 3 segundos…
Sin dudas el trabajo colectivo y las ideas que se impulsan aunque se salgan del molde, lograron que la ciudad viva una noche histórica e inolvidable para los amantes del básquet de nuestra ciudad, la frutilla del postre fue la victoria agónica ante el Campeón del Mundo.
Ernesto Finito Gehrmann es una gloria del básquet argentino, mucho antes de que la Generación Dorada plantara su bandera: desde sus 2.11 metros de altura, jugó dos Mundiales y acumuló más de 45.000 puntos en su carrera.
A los 74 años, se mantiene activo dentro del mundo del deporte: representa a su Misiones natal en los Juegos Nacionales Evita Mayores en Pinamar, se destaca jugando al newcom, una especie de vóley adaptado, y, por su status de leyenda, concentra todas las miradas. «Es un orgullo representar a mi provincia y participar de los Juegos Nacionales Evita, donde se cultivan amistades y se pasan muy buenos momentos», reconoció tras su debut en el Polideportivo Municipal.
Agradecimiento a Daporte Digital y Horacio Pallasoli por la información y las fotos de archivo.