La Academia luchó en el primer tiempo, pero en el segundo se metió atrás para aguantar los ataques de Vélez, que mereció ganar. En el final, Vietto hizo el gol de una victoria increíble.
La mesa estaba servida. Colón ya había perdido y Vélez tenía pista libre y mojada para deslizarse a la punta. Racing trata de hacer pie y salir del fondo, mientras se mira el escudo para reconocerse la identidad. Su juego no tiene marca registrada; hasta ahora es un equipo N.N. Los de Liniers tienen todos los papeles y el mejor mediocampo. Nacidos y criados en el club, Allione, Romero, Cabral y Canteros bien podrían encarnar el eslogan de una publicidad: el equilibro justo de Vélez. Y en eso estaba el partido que podía dejar a Vélez como único líder hasta que al final pasó lo improbable: un taco de Aued dejó sólo a Vietto, que definió con clase.
La ilusión. Racing fue el primero en poner los pies en el plato. Precoz, le tomó apenas 48 segundos que un delantero quedara en posición de tiro: el remate de Hauche, que entró por derecha, murió en Sosa. Con recursos, mostró antes de los cinco minutos una llegada por la otra banda vía un defensor. Ibáñez pateó fuerte y la pelota, también, murió en Sosa. Fin del comunicado.
El dominio. Vélez dio mensajes y tomó el centro de la escena apenas se sacudió la modorra. A favor de Racing es que no sufrió ataques en buena parte del primer tiempo; sí el devaneo de la pelota entre los jugadores locales. Merlo parecía un ajedrecista dispuesto a hacer tablas: la pelota lejos de Saja y la nostalgia por aquellos primeros minutos. Después, Racing tachó de su planilla la posibilidad de atacar. El equipo de Avellaneda transmitía señales de tregua :cinco defensores y tres número cinco en cancha. El antídoto de su DT para zanjar la sangría que ubica a Racing como el más goleado, junto con Belgrano.
La balanza. “Para ser campeón, hay que ganar”, empujaban los hinchas de Vélez. Una arenga innecesaria para un equipo vertical y visceral. Vélez tiene vuelo sin escalas hacia el arco rival y el cuenta-kilómetros pasado de vueltas. Racing fue Saja. Su arquero y el aguante. Pratto lo desafió con remates desde media y larga distancia.
La entrada de Vietto por Hauche fue cambio de nombres pero no de estilo. Racing no sacó el cuerpo de su área y dejó al chico que alguna vez se le vislumbró destino europeo allá lejos y solo. Tuvo un contragolpe perdido en el tiempo, que no acertó en la definición. Hasta que el pibe fue él mismo. El ADN de un crack que le devolvió a Racing la alegría de sentirse vivo.