Tenía 12 años cuando Jorge Rodríguez, su descubridor, lo llevó. Una historia imperdible.
—-Ni en pedo, no quiero ir ahí. Ahí no voy ni en pedo.
Ahí es el Monumental. Ahí es ahí, literalmente ahí, porque la escena nos muestra a un pendejo de 12 años caminando por el barrio River mientras el estadio se le agranda, una ciudad blanca que se erige en la ciudad. El primer nombre del pendejo es Juan, pero lo llaman por el segundo: Román. La frase del comienzo la había dicho algunos días atrás, la cabeza gacha y puchereando, y sólo unos segundos después:
—Bueno, voy, pero por vos. Sólo por vos.
Vos es Jorge Rodríguez, el técnico de su club de baby, La Carpita, el hombre que lo descubrió. Estamos en 1990, el inicio de la Argentina patilluda y gloriosaRiverplei. Tres personas caminan hacia el Monumental: Jorge Rodríguez, puchero Román y el culpable de esta historia, Cristian Ezquerra, delantero de La Carpita, hincha de Riverplei. Ezquerra le había pedido a Rodríguez que le consiguiera una prueba en River. Se lo había pedido una vez, dos veces, tres. El detector de talentos de River era Titi Montes, esa especie de gurú, cyborg o dueño de los minisúper que tiene cada club. Rodríguez le contó a Montes lo de este chico Ezquerra. Y Montes le dijo:
—Al monstruo, Jorge. Vos siempre hablás del monstruo ése que tenés. Traelo a ése.
“¿De qué juegan, chicos?”. “De enganche”, les dijo Román
Se lo había dicho después de aceptarle que viniera Esterra, Ezerra, bueno, ése, “el que vos quieras”, pero River quería al monstruo. Y el monstruo ya entra al Monumental, ahí lo vemos, con Rodríguez, con Ezquerra, su fastidio, su botinero y esas piernas adolescentes de Houseman René.
—Yo era wing izquierdo — le cuenta Ezquerra a DON JULIO. Nunca mejor conjugado: Ezquerra era porque Ezquerra es, ahora, gerente general de un restorán. Un restorán que queda en Miami.
—Nos probaron en una cancha auxiliar que estaba atrás del Monumental. La cantidad de pibes que había era impresionante, una locura. En River ya jugaba un chico que había sido compañero nuestro en La Carpita, Martín Lucero, wing derecho. Es más: estuvo ese día, creo, nos vino a ver. Los coordinadores nos reunieron, y bueno, la de siempre : “¿De qué juegan, chicos?”. “De enganche”, les dijo Román.
Titi Montes quiso que el enganche jugara en el segundo tiempo. Afuera, Ezquerra esperaba para entrar.
—Se parecía al Maradona gambeteador, Román. Gambeteaba, no era tanto de pegarle desde lejos. De eso me encargaba yo, que pateaba más fuerte —recuerda el gerente—. Él juntaba a dos, tres pibes, los limpiaba y me dejaba mano a mano. El Maradona gambeteador, sí, tal cual.
Así que Riquelme fue el Maradona gambeteador en baby y, en su segunda vida, un 10 filosófico, Román: dónde debo pararme, cuándo hay que tocarla, cómo, para qué. Y en River supo que le pegaba con un cañón.
—Clavó un golazo desde afuera del área que ni te cuento. Un derechazo típico, bien de los suyos. No, no sabés lo que fue. Anduvo bárbaro, Román —recuerda Ezquerra, que jugó un poco más de diez minutos. A Román lo dejaron todo el segundo tiempo. El arte de La Carpita nunca sucedió -gambeta de Riquelme, pase a Ezquerra, tac- y luego les dijeron que la próxima semana habría una segunda prueba, que volvieran, por favor.
El fastidio, la caminata, el Monumental.
Y en River supo que le pegaba con un cañón
—Y nos dijeron que no fuésemos más. Así, sin explicaciones. Nos rechazaron. Nos voltearon a los dos.
Ah, la tentación de escribir que River rebotó a Riquelme. A Juan Román Riquelme.
Algunos años después, el 12 de septiembre de 1996, Boca compró al enganche de Argentinos. Esta línea informativa, sencilla, podría ser la última de la crónica, pero no: es sólo un dato, un gancho necesario, porque hay más.
El entonces River del presidente Alfredo Davicce tenía una deuda con Alberto Poletti, ex arquero de Estudiantes de La Plata y representante de Román. El River patilludo ya había ganado tres títulos en los tres primeros años de los 90, pero esa deuda no la podía pagar. Se lo informó a Poletti. Y Poletti sólo pidió que le probaran a un chico: Juan Román. Como aquellos entrenadores de Platense que vieron a Riquelme en un Chacarita-Argentinos y le dijeron a Jorge Rodríguez que muchas gracias pero ellos tenían a “Rondinone, que es un crack”, el brasileño Delem se acercó a un partido en el que jugaba el entonces centrojás. El hombre que descubrió y potenció a Ortega, Gallardo, Crespo, Almeyda, Solari, Saviola, Aimar, Falcao e Higuaín, lo observó, lo estudió, dijo:
—Es muy bueno, sí, pero en su puesto tengo tres que son mejores que él.
Uno de esos tres mejores era Damián Alvarez, que debutó en River en 1997 y se fue al olvido en el 2002.
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