En el mejor partido del campeonato, a Independiente se le escapó el triunfo en el descuento. El 3-3 que selló Salcedo fue justo: el puntero remontó en el segundo tiempo lo bueno hecho por el Rojo en el primero.
La lluvia del viernes, más lluvia, el otro partido en el otro canal, un corte de luz antes del inicio, ese destino incierto remarcado en cuatro horarios distintos, y al final, una noche a puro fútbol. El Rojo parecía que se sacudía el lastre de los últimos cinco partidos en los que apenas había juntado dos puntos y dio la cara contra el rival de mejor cara. La foto podría ser cualquiera. Puede ser emblemática aquella del arquero de Independiente.
Diego Rodríguez se queda con un tirito de Salcado y antes de sacar, pide calma con una mano. Su equipo hacía un instante se había puesto arriba en el resultado. Y desde atrás, la lectura del partido era la correcta. Independiente necesitaba recuperar la paciencia en tiempos de histeria. Cuando algunos de sus hinchas pintan amenazas y mandan mensajes violentos, el equipo encontró paz en el juego. Aunque el triunfo se le escurrió al final, cuando la lluvia ya era de goles.
Más allá del horizonte. Todavía le queda a la noche la sombra de la corrida de Penco, que tuvo uno de los mano a mano más largos del mundo. El delantero cortó una salida de Banfield y encaró directo contra el arco. Tuvo metros, muchos, y tiempo, de sobra. Pero cuando llegó borró con su pie derecho el manual del buen delantero: le apuntó el remate al cuerpo del arquero. Bologna se quedó con el eventual 3 a 0 del Rojo y desde entonces su equipo se preparó para escribir un guión inesperado.
Hasta ahí, Independiente había hecho el partido perfecto para un equipo rengo, que llegaba con pretenciones de evitar un papelón. De Felippe había reconocido durante la semana que el empate podía ser como una bendición y se excusó en el contexto.
Espejos. Banfield había dado vuelta el bombazo de Fredes y el cabezazo de Penco, las llaves de Independiente para sacar una ventaja justificada en el primer tiempo. El puntero contestó con otro misil de Noir y también un cabezazo de Salcedo. Mismas recetas, mismo resultado. De Felippe aplaudió tras el empate de Banfield, aunque lo que hacía era tratar de agitar el ánimo de sus dirigidos. En su reacción, el Rojo generó una chance que tiene el mérito de la subida del lateral Villalba, a quien le cometieron el penal. Después, Delfino no fue justo con Salcedo, a quien también agarraron dentro del área rival.
Casi héroe. Diego Rodríguez asumió la responsabilidad que no tomó Montenegro, el ejecutante natural. El penal, el que le cometieron al pibe Villalba, lo pateó el arquero, Rodríguez. Ese que había pedido calma y que tuvo su atajadón, al desviar un cabezazo de Bertolo. Y cuando no pudo con su cuerpo lo ayudó el palo, como en un tiro libre de Salcedo. Sin embargo, el delantero paraguayo fue verdugo y su gol rescató de la derrota a Banfield, que casi lo gana con Noir. Pero otra vez el palo jugó para Rodríguez. El que no merecía perder.