Domingo 8º del año «No se puede servir a dos señores… » (Mt. 6, 24-34) Una de las características propias de la persona madura, adulta y libre, es su capacidad de opción, de decidirse por alguien o por algo. Podríamos decir que en eso consiste la libertad: en saber elegir, para luego decidirnos por lo que elegimos. De nada nos valdría ser libres, si permancemos indecisos, sin tomar un rumbo, una dirección por la que nos juguemos a todo o nada. En realidad una persona que no se decide, no es confiable. Hoy dice sí, mañana no. Y lo que más suele frenar la decisión, es lo que tenemos que dejar y abandonar, porque toda elección supone también la renuncia a lo que no elegimos. Jesús nos enseña en este pasaje del Sermón de la montaña, que «no se puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro», o viceversa. En este caso, Jesús afirma que no podemos servir a Dios y al Dinero.
O nuestro Señor es Dios, o bien nuestro señor son las riquezas, y les servimos. Qué vacía que es la vida del que tiene como Dios al dinero, solo le importa la riqueza y las cosas, que no solo las antepone a Dios, sino que son más importantes que las personas, aún las más queridas. En nombre del dios dinero se abandonan los seres más queridos, se asesinan seres humanos, se despoja a los demás. Los demás solo tienen valor e importancia, en la medida en que pueden dejar una ganancia económica. Jesús nos enseña que no tiene sentido preocuparnos tanto por el dinero, la comida, el vestido, las cosas… Todo eso tiene un valor secundario, «por añadidura», no es lo más importante. Lo que más debe preocuparnos es ser fieles a Dios Padre, que cuida de nosotros, y nos hizo dueños, señores de las cosas, para que estén a nuestro servicio, y no para que nosotros vivamos para servir a las cosas.
El dinero ha de ser para nosotros solo un medio para adquirir lo que necesitamos para vivir, Lo que necesitamos no es mucho, nosotros lo aumentamos convirtiendo en necesidad cualquier oferta seductora. Qué fácilmente el hombre se deja seducir y someter a las riquezas, vive para tener más y más, en una sociedad de consumo que lo valora solo por lo que tiene, y no por lo que es como persona. Dios es aquel o aquello que valoramos por encima de todo lo demás, «sobre todas las cosas.» El que dice tener por Señor a Dios, pero le da más importancia al dinero, tiene por dios al dinero, y es su esclavo. Dios no esclaviza, El quiere que seamos verdaderamente libres; sepamos optar y decidirnos: no se puede servir a dos señores. Este es un desafío, para que demos testimonio de vida auténtica, que necesita nuestro mundo en crisis. Con la bendición del Señor, nuestro Dios y Padre, Parroquia Santa Teresita.