La polémica por el pase del brasileño y la renuncia de Sandro Rosell.
“No puede ser, pero es. El número de páginas es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última. No sé por qué están numeradas de ese modo arbitrario. Acaso para dar a entender que los términos de una serie infinita admiten cualquier número”, Jorge Luis Borges (1999-1986); de ‘El libro de arena’ (1975).
El vendedor de Biblias le dice a Borges que su libro se llama el Libro de Arena, “porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin”. Y algo así pasa con el infinito contrato que une a Neymar con el Barça. Ayer nomás era el mayor logro de la gestión de Sandro Rosell, su presidente y exgerente de marketing de Nike, que les había birlado la joya brasileña –modelo exclusivo de la marca, además–, a sus archirrivales madridistas. ¡Genio! Pero el costo fue demasiado. Le costó la cabeza.
¿Cuándo costó el pase? Ah, misterio. Según la versión oficial, 57.000.000 de euros. Una ganga para un futbolista de elite de 21 años con posibilidades ilimitadas de rentabilizar su imagen de chico bueno. Santos –y las empresas que compartían sus derechos federativos, DIS y Teisa–, cobraron 17.100.000 y la sociedad N&N –Neymar y Nadine, los padres de Neymar– se llevaron 40.000.000 en concepto de “costos adicionales por derechos adquiridos e indemnizaciones”. Mirá vos.
Esta operación “obligó” al Madrid a pagarle 95.000.000 al Tottenham –los ingleses juran que fueron 105– por Gareth Bale, para exhibirlo como “el pase más caro de la historia”. Regla básica del marketing: responder golpe por golpe. Florentino Pérez se quedó con la sangre en el ojo y quería una revancha. Y Llegaría, de la manera más insólita.
Y aquí hace su estelar aparición nuestro antihéroe: el farmacéutico Jordi Cases, vecino de Olesa de Montserrat, a media hora de autovía del Nou Camp. Un desconocido, salvo para sus amigos de la tercera bandeja, donde no se pierde un partido. Hace un par de años, con su peña, se opuso a la publicidad de Qatar. No tuvo suerte. Y como Rossell siempre le cayó fatal, en cuanto supo lo poco clara que era la Operación Neymar, en setiembre y ejerciendo su derecho como socio –en España solo Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna son sociedades civiles, no empresas– se unió al grupo Go Barça para pedir una moción de censura contra el presidente. No llegaron al mínimo del 15 por ciento.
En noviembre, Cases volvió a la carga. Le pidió explicaciones al portavoz de la junta, Tony Freixa, que no le dio ni la hora. “Me sentí ninguneado como socio”, se indignó. Y el 5 de diciembre le inició una querella a Sandro Rosell por “apropiación indebida en la modalidad de distracción de dinero”. Lo raro fue dónde lo hizo. En lugar de pasar por los tribunales locales, viajó a Madrid. Ganas de pasear, tal vez.
Allí empezó el calvario para Rosell. Una pesadilla con ritmo de clip. El día 16, la Fiscalía le pidió al juez Pablo Ruz que el Barcelona enviara toda la documentación. El 18, el juzgado les dio cinco días de plazo. Y el 23 Freixa presentó todo, en mano. Después de la tregua por las Fiestas, el baile siguió, frenético.
El 10 de enero el fiscal y los abogados intentaban convencer al juez de aceptar o rechazar la querella, aunque lo que más se oía en el recinto era una palabra: “confidencialidad”. El lunes 20, Rosell pidió que lo citaran para declarar. No lo dejaron. El 22, el juez por fin, admitió la querella. El jueves 23, acorralado, Rosell tiró la toalla. Renunció y dejó como sucesor a su amigo Josep María Bartomeu que, como nuevo presidente, rezó su Avemaría: “Messi tendrá el mejor contrato del mundo y Neymar costó 57 millones”. Amén.
La guerra mediática estaba en su pico más alto. El madrileño El Mundo había publicado que el monto real del pase fue de 95.000.000; y destapó, además, millonarias comisiones para la familia del jugador. Por ejemplo, el papá de Neymar se comprometía a realizar un amplio abanico de tareas a cambio de 8.500.000 de euros. Por ejemplo, buscar nuevos talentos, conseguir publicidad de empresas brasileñas y ayudar “a los niños pobres de las favelas”. Wow. La imaginación al poder.
Màrius Carol, director del diario La Vanguardia, naturalmente, intuye la mano del centralismo madrileño en el affaire. Y dice: “Cuesta entender que el socio justiciero prefiera presentar la denuncia en la Audiencia Nacional de Madrid en vez de en los juzgados de Barcelona. Jugar esta partida en el campo del rival es raro. Tanto como que el juez Ruz dudara de la demanda y el fiscal le instara a admitirla. O que, cuando Florentino se vio con Rosell en la entrega del Balón de Oro, le aseguró que él no tenía que ver con la querella, cuando nadie le había insinuado nada al respecto”.
Fascinante, estético, arrogante, muchas veces autodestructivo, el Barça es un club lleno de intrigas, internas. Tal vez Messi, Pep, la generación de oro, la hegemonía; el orgullo de mostrarse al mundo como “Mes que un club” lo tapó todo. Esa primavera, ahora, parece en crisis.
¿Más cosas raras? Hay. Como para no perder la capacidad de asombro, José Izquierdo, abogado del farmacéutico, tratará de convencerlo para que paren la querella “Para que no se perjudique más al club”. Mmm… Esto, en automovilismo se llama “derrape controlado”.
El dirigente Raúl Sanllehí mostró frente a la prensa un informe repleto de gráficos y números. Para el madrileño As, allí se prueba que el costo llegó a los 130.200.000, a los que deberán sumarse dos millones más si Neymar es ternado para el Balón de Oro. No fue lo que entendió el catalán Sport, obvio: “El costo fue de 57, y el total ni llega a los 90”. Y bueh.
Así es el contrato de arena, muchachos. Sobrenatural. Y habrá más entre las infinitas fojas, con cifras que mutan y se multiplican, generosas. Parece un curro entre tahúres, sí; pero prefiero verlo como un involuntario homenaje borgeano. Habrá que ver si los jueces españoles aman tanto a Borges como yo.
(*) Esta nota fue publicada en la edición impresa del Diario Perfil.