La malaria llegó al fútbol para quedarse

La malaria llegó al fútbol para quedarse El mercado de pases está más escuálido que nunca. La plata no alcanza y los clubes no saben administrar. La malaria llegó al fútbol para quedarse

¿Dónde hay un refuerzo? ¿En qué campo de juego se puede rastrear alguna joyita para incorporarla al plantel que afrontará el Torneo Final 2014? El tradicional mercado de pases del verano está más escuálido que nunca. Cavenaghi volvió a River, Blandi pasó a San Lorenzo y la dupla Grana-Forlín forma parte desde hace unos días del plantel de Boca.

Nada más. Independiente busca refuerzos sin dinero, Racing lo imita, en All Boys, Colón y Quilmes ni pagan los sueldos, Estudiantes y Vélez sufren una lenta sangría de jugadores que buscan plata y fama rápidamente. A Gimnasia el dinero no le alcanza para Matos, Central se conforma con Jesús Méndez por tercera vez, Newell’s se queda sin Pablo Pérez y Argentinos gasta los últimos billetes en Claudio Borghi.

La malaria es dueña y señora del fútbol argentino. ¿Y la plata de Fútbol para Todos? No alcanza. ¿Y el aporte de la AFA rica y poderosa? Otros cien millones de pesos se aportaron estos días para tapar agujeros y cheques sin fondos. Tampoco sirve para pensar el futuro. Otra vez, como casi todos los años, la dirigencia de Futbolistas Argentinos Agremiados intimó a la AFA para que los clubes abonaran sueldos atrasados, como corresponde. Otra vez, hubo advertencias y amenazas de castigos. Y la AFA abrió la billetera y apagó el fuego.

El gobierno nacional entrega el dinero a la AFA y el organismo lo reparte tal cual el organigrama, más allá que haya dinero bajo cuerda suministrado a River y a Independiente en su momento, además de algunas ayudas no muy transparentes a quienes lo solicitan, dependiendo de su buena o mala relación con Julio Grondona. Todo el discurso político sobre el control del dinero y la exigencia de buena letra y sobre todo, buena administración, quedó en intenciones y poco más.

Se sabe que en la Argentina hay una resistencia cultural a todo lo que sea controlar, verificar, chequear si algo funciona correctamente, si se cumplen los reglamentos o los requisitos que se exigen para ciertas actividades. Así ha sido siempre y así seguirá siendo. Encima, los socios no tienen un nivel de compromiso lo suficientemente fuerte como para exigirles a sus directivos que haya responsabilidad y orden económico.

No son muchos los que piensan que al socio/hincha lo único que le interesa es que el equipo de fútbol haga una gran campaña, gane un título, una Copa, una liguilla, lo que sea pero que gane algo. Desde hace años se machaca con que la buena administración no es aceptada por casi nadie si esto no va acompañado por resultados deportivos coherentes.

Para colmo, se han dado varios ejemplos en los dos extremos. Lanús ha coronado su estupendo momento deportivo con un desarrollo social e institucional impensado hace veinte años. Hoy, está claro, Lanús es mucho más que un equipo de fútbol, mucho más que varios que reclaman ser “grandes” por haber ganado torneos hace sesenta años. Vélez ya viene siéndolo desde hace muchos años y sin embargo, ninguno de los dos han podido solucionar el caos que generan los violentos y que los llevó a ser tapas de los diarios.

Cuando ya es común y corriente que los visitantes no vayan a las canchas, cuando se naturaliza cualquier vinculación entre los barras y sus dirigentes, los barras y los políticos, los barras y los policías, los barras y los hinchas, nada puede asombrarnos.

El fútbol argentino navega en la mediocridad de sus torneos, la angustia y la presión por ganar de sus hinchas, la indiferencia de su clase política, la benevolencia de sus encargadas de administrar justicia y aplicar la ley, la indolencia de sus fuerzas de seguridad y la falta de respuestas de la dirigencia. El periodismo cuenta, informa, desinforma, a veces se autocensura, exalta logros menores y condena errores salvables. Tampoco ayuda demasiado.

En suma nadie se salva. Mientras tanto, el futuro espera, nadie parece tener una receta para cambiar las cosas. Para mejor, se entiende. Para peor, siempre se puede. Una muestra son los primeros partidos del verano, donde se luce Racing, con los mismos jugadores que lo habían llevado a una campaña espantosa. Mostaza hace milagros, por ahora.