Protagonizan un thriller, Al final del túnel, que se estrena el próximo jueves. Aseguran que el cine nacional atraviesa un gran momento. Mientras Echarri critica que los canales pongan latas al aire, Sbaraglia critica que se reprima a murgueros.
Pablo Echarri y Leonardo Sbaraglia compartieron poco en el rodaje de Al final del túnel, thriller que se estrena el próximo jueves. No más de una semana pasaron juntos los protagonistas de esta historia de ladrones de banco que se topan con un vecino lisiado. “Poco nos serviría a nosotros encontrarnos cuando la interacción entre los personajes es recién al final. Al contrario, lo mejor es juntarse en ese momento y jugar esa realidad. Tal vez la hubiésemos pifiado si tratábamos de ahondar donde no debíamos”, explica Echarri. Y Sbaraglia agrega: “Muchas escenas las actué en tiempo real, reaccionando a lo que veía. Ellos grabaron casi todo antes que yo. Tenía mucho material, que de todos modos no había querido ver hasta el momento de rodar, así que de alguna manera interactué con todo el grupo de malhechores de manera muy directa. La escena final en la que nos encontramos es muy difícil, con mucha carga y brutalidad”.
—¿Cómo se llevaron con la crueldad que muestra la película?
SBARAGLIA: Hay dos tramas. La lineal del robo y todo lo que debe hacer mi personaje para salvar su vida, pero que se comunica con otra trama que es la de tener otra oportunidad. Es alguien al que le sacaron todo, que creía que no podía ganarle a nadie. Al margen de su discapacidad en las piernas, su vida estaba arrasada porque había perdido su familia. Se siente una cucaracha, a lo kafkiano. Es un ser invisible, hasta que aparece una mujer que le apunta a su masculinidad. Son sentimientos muy humanos. Creo que todo parte desde ahí, más allá de la crueldad.
ECHARRI: La crueldad que jode es la de la vida real. Cuando uno la actúa se ponen en marcha otros mecanismos. Cuando estoy interactuando con su personaje estoy disfrutando ser cruel.
—El banco nunca parece ser una víctima en la película. ¿Qué tan responsables los creen de la crueldad?
E: Nadie los ve como víctimas. Sí a los depositantes, por eso fuimos cuidadosos en la construcción de a quién se le robaba… Los bancos llevan sobre sus cabezas la metáfora de la brutalidad del capitalismo y de alguna manera es lo que lo lleva a mi personaje a querer hacerse del dinero de otro. El de Leo tiene graves problemas económicos, le están por rematar la casa y el dinero le resolvería algunos problemas.
S: La película sobrevuela eso de dónde está la delgada línea roja entre la economía legal e ilegal, que probablemente sea la que mueve al mundo. Eso lo sabemos más o menos todos. Al margen de eso, creo que la historia va más allá. Cuando mi personaje tiene que elegir entre el dinero o sus sentimientos, no duda. El robo es parte de volver a creer en sí mismo y volver a tener una familia.
—¿Cómo ven al cine argentino?
S: Por muchas razones, desde muy buenas escuelas de cine, cambios tecnológicos y sobre todo de apoyo del Estado a la cinematografía, se vio un crecimiento enorme con mucho talento desde el 2000 a esta parte. El cine argentino tiene mucho reconocimiento. En Cannes esperan a Caetano, Alonso, Trapero o la propia Lucrecia Martel es producida por Almodóvar. Diferente es la estructura de la exhibición. Todos los países aspiramos a tener el modelo francés, pero es muy complicado. Ellos tienen una política de protección que en países más vulnerables como el nuestro es más difícil de cumplir, porque no tenemos el poder para negociar con las empresas norteamericanas. Por eso, todo lo que se puede hacer para desarrollar circuitos alternativos trae buenos resultados.
—¿Se puede relacionar esto con lo que pasa en la TV en la competencia con los extranjeros?
E: Si no se genera una ley de promoción nacional o mecenazgo que haga que la televisión no se maneje sólo por su oferta y demanda, va a ir decreciendo la inversión. En cine, el productor invierte en relación a lo que está asegurado, nadie puede ir a pérdida. Tiene que invertir sabiendo que, cuando llegue el subsidio, va a recuperar el 100% de la película. No para ganar dinero, sino para reinvertirlo. Si no estás cubierto, y en la primera semana quedás fuera, es debut y despedida con una pérdida millonaria. Si no hay un sostén como política de Estado, quedás al margen en tu primera película.
—¿Los programadores cuidan al producto local como debieran?
E: Si sos un canal de televisión y a la hora de comprar latas no tenés que pagar ningún impuesto, cuando tengas que salir a producir tu material te lo vas a replantear. La leona salió 1,1 millón de pesos cada capítulo, mientras que la lata más cara sale 6 mil y algunas vienen de regalo si compran dos contenidos. ¿Cómo podés concientizar a un empresario? ¿Cómo le podés decir que está mal? Está haciendo eso para que sea rentable el negocio. Hay países que tienen legislación para apoyo, donde el Estado apoya en parte y propicia que vengan empresarios de otros países a invertir.
—¿Cómo se llevan con la idea de ver a Cristina en Tribunales?
E: Cuando entra la Justicia, es quien debe dirimir las cuestiones. Ninguno de nosotros se pondría a opinar si eso está bien o mal. El tiempo dirá. Uno brega por una Justicia independiente del poder político y económico, así que se supone que si la Justicia es justa, el final será el indicado.
S: Si leés una nota mía de hace 20 años verás que pensaba lo mismo que hoy. Lo que defiendo y a lo que me opongo será toda la vida lo mismo. Deseo un modelo de mundo, no sólo de país. Seguramente estamos todos deseando que no gane Donald Trump. Tiene que ver con eso la discusión. Hoy estamos angustiados con las orquestas infantiles que echaron para atrás, con las balas de goma en las espaldas de los chicos de la murga… Es imposible no incomodarse con eso. Desde figuras públicas hemos tenido que escuchar cada aberración… desde defender la pena de muerte hasta cuestionar el número de desaparecidos. Se debe defender la moral que uno tiene. Cuanto más te quieran someter a esconderla, más necesario es exponerla