Antes de visitar nuestro país el próximo martes, la veterana cantante explica cómo, para sobrevivir a estar en el centro de la atención, se dedicó a tener una vida normal.
Olivia Newton-John (67), la australiana que se ganó al planeta en Grease (1978) en el papel de la angelical Sandy, hipérbole de la rubia inocente enamorada del chico malo en el musical archiconocido de los 70. Ella y John Travolta, siguen, hoy, a pesar de su éxito (ella con números unos en Billboard, una carrera musical exitosa, papeles en el cine), siendo asociados a esos roles. Ella tenía 29 años, y desde ese momento es uno de los rostros y voces más famosas del planeta. Pero entre éxitos, discos y películas, Newton-John tuvo también una vida difícil: fue diagnosticada con cáncer el mismo día que murió su padre. Aun así, ella declara a punto de presentarse por primera vez en la Argentina el 8 de marzo en el Teatro Gran Rex con su show musical: “Este es mi mejor momento”.
—¿Por qué sostenés algo así a esta edad?
—Porque soy feliz, tengo un esposo maravilloso, mi hija es feliz. Ahora puedo disfrutar mi carrera. No es que no la disfrutara, pero a esta edad, después de todo lo vivido, perdés presiones. Me siento feliz, me siento sexy. Prácticamente no pienso en el pasado. Realmente me preocupa poco y nada el futuro. Cada día es todo lo que hay y creo que es la mejor forma de vivir la vida. Ya no hay preocupaciones, sólo hay libertad.
—Has lidiado con la fama toda tu vida, donde quiera que vayas, ¿cómo la definirías?
—Es una pregunta difícil de responder. Pero entiendo que me la hagan. Honestamente, nunca me lo tomé seriamente. De joven, quizás, pero creo que siempre fui consciente de la burbuja que implica. Pero también tengo plena conciencia que ser famosa es parte de lo que soy, de lo que ha sido mi vida. Por ello, siempre tuve una vida muy normal, cociné, trabajé, cuidé mi hogar. Me mantengo en contacto con el mundo real. A veces me olvido, y de repente pasan cosas, por ejemplo, en el supermercado.
—Comenzaste a trabajar muy joven, en tu Australia natal, en la música y después llegaron la TV y el cine. ¿Qué pensás cuando estrellas como Jennifer Lawrence quieren cambiar el paradigma del trato que se le dio a la mujer en el espectáculo históricamente?
—Las mujeres poseen una posición más fuerte hoy, y creo que es increíble, y muy excitante. No sé cómo se vivirá eso en un futuro. Pero realmente era necesario un cambio, porque honestamente nos merecemos un mundo distinto en ese sentido, mejor, y sin esos lastres que sólo hablan mal de otro momento del mundo, de uno que debería extinguirse.
—¿Por qué creés que la gente ama a “Grease”?
—No lo sé, pero agradezco que sea así toda mi vida. Es un real orgullo haber sido parte de eso. Creo que es una película realmente feliz, y captura una inocencia que perdemos, pero que nos gusta disfrutar, como una buena comida, de vez en cuando. Su… ¿cómo decirlo? Efervescencia siempre aparece. Los personajes, la historia, los 60. Es divertido, y eso por alguna razón se clavó en la cultura popular. Lo que te sorprendería es que fui muy reticente a interpretar a Sandy. ¡Ella tenía 17 y yo 29! Pero Travolta insistió y fue increíble.
—Tenés una carrera exitosa, pero mucha gente te debe asociar de inmediato a ese rol. ¿Es agotador en malos días?
—Bueno, en los malos días todo es agotador. Pero tengo que ser sincera: nunca me canso de ello, realmente. Porque la gente que se te acerca por ello, siempre lo hace con una especie de felicidad. Si la gente dejara de ser feliz, me molestaría. Por ejemplo en mi show, dejaría de hacerlas. Es una buena canción. Es mi suerte. Por eso tampoco dejo de cantar los clásicos del film.
—¿Qué podemos esperar del show que viene a Buenos Aires?
—Mi vida ha sido un viaje, desde el Eurovisión que ganó Abba, pasé por varios estilos, incluyendo el pop de Xanadu. El show que van a ver el martes es un viaje a través de mi vida.