El actor protagoniza Yo soy mi propia mujer, Muestra respeto por los textos de Shakespeare y confiesa que aún no se anima a interpretarlos. Elige no embanderarse con ningún partido y no juzga a sus colegas. Acerca del conflicto por el decorado, prefirió no opinar.
Ya no tiene la barba candado de Antonio Cruz, su asesino de Signos, sino que ahora se calza los zapatos de tacones para encarnar a Charlotte von Mahlsdorf. Es Julio Chávez quien desde el escenario de la sala Pablo Picasso recibe con una amplia sonrisa. “Estoy esperando que aparezca un material –asegura– y como tenía ganas de volver con Yo soy mi propia mujer lo propuse. Hablé primero con el director, Agustín Alezzo, por si me quería acompañar nuevamente, después con Pablo Kompel (N.d.R. empresario y dueño del completo teatral), y aquí estamos”.
Estrenó los primeros días de enero y permanecerá hasta junio de este año. Con localidades a $ 350, logra una media muy buena en el verano porteño. (N.d.R. La entrevista se realizó antes que surgiera el conflicto por la escenografía –ver recuadro– y luego el actor no quiso opinar.)
“Al ser unipersonal es mucho más fácil reponerlo. Aquí sos el solista y no necesitás a la orquesta. Es una obra que la puede contar un intérprete de treinta hasta de ochenta años.
—¿Cómo ves este momento ?
—Hay gente que espera que el teatro vuelva a tener su espacio, otros se enojarán. Creo que estamos en crisis y es una buena manera para que cada cual revise sus principios. Ellos no son naturales, son construcciones, y habrá que reverlos y pensarlos. Hay un gran poder mediático que avanza en muchos temas que uno no considera exclusivamente artísticos, como que una pelea sea más poderosa que un espectáculo. Esto te pone en jaque y pensás si seguís siendo socio del club o podés cambiar. Las crisis permiten que cada cual se reubique.
—Hubo cambio de gobierno y vos siempre te mantuviste al margen sin apoyar o criticar a los K, ¿y la forma en que reaccionaron tus colegas?
—No sé quiénes se embanderaron, ni quiénes se cambiaron. Esta nueva situación hizo que muchos repiensen en qué situación se van a poner. Algunos hoy tienen una situación ideológica que antes no tenían. Me parece posible y respetable. Cada uno es responsable de su vida. No soy yo. En algunos temas, como las ideologías, somos autónomos. Uno elige un principio como juez, yo elegí el teatro. Mi posición es con mi trabajo. Frente a ese juicio, cuando me llegue una carta documento iré. Decidí hacer mi tránsito en mi vida con ese tema. No quiero ser enjuiciado en los otros espacios. Viví en la década del 70 y esto es juego de niños. Me llamaban y me decían: “Tranquilo no estás en una lista”. Vi a mucha gente, colegas, comprometidos que tuvieron que exiliarse por películas comprometidas. Viví el temor de ir a buscar el pasaporte, palpé la alegría de llegar a Ezeiza. No puedo quitarme del cuerpo esas experiencias. Recuerdo con creces esas sensaciones. No había tuits amenazantes, era la vida de muchos. Esto me despierta el dolor de aquel momento. Hoy no me produce ni siquiera interés mediático. No me agrada la chicana, ni las listas de ningún tipo y debo decirte que se reabrió una angustia anterior a la de 2015. Este es un momento muy particular. No estoy embanderado: sólo con el teatro.
—Desde su estreno (2007)hubo cambios. En el año 2010 se votó la ley igualitaria. ¿Qué peso tenía la temática homosexual y cuál puede tener hoy?
—No es un material que haya pegado en ese sentido. Nunca hubo ni rechazo, ni adhesión mediática de ningún grupo que se sintiera representado. Nunca se llenó la sala con personas que estuvieran luchando por algo así. No fue hasta el día de la fecha una obra emblemática. Hoy por hoy hablaría de la necesidad de sobrevivir cuando el mundo se divide tanto. Plantea cómo actuar cuando estás amenazado sobre a qué bando pertenecés. La misma Charlotte confiesa en el texto: “Siempre he seguido mi propio camino, que tiene a derecha y a izquierda un abismo”. Intenta no caer ni a un lado, ni al otro.
—Charlotte von Mahlsdorf murió en el año 2002 y su familia se opuso a que en la lápida le pusieran ese nombre. Por eso figura con su nombre masculino (Lothar Berfelde) y entre paréntesis el femenino.
—Creo que hay diferencia entre lo que se acepta y lo que se digiere. Siento que hay un gran avance, pero aún hay conflictos. Como sociedad podemos estar muy sorprendidos y contentos, pero hay que festejar comprendiendo que todavía hay gente que tiene dificultad. No es tan fácil escuchar las melodías nuevas, como tampoco es bueno maltratar a los que todavía están con las viejas. Soy cuidadoso de no producir resentimiento de aquellos que primero se callan y luego arrasan. Cuando estaba en Farsantes se me acercó una señora y me dijo: “No me gusta nada el programa que están haciendo, porque no estoy de acuerdo con ese tipo de vínculos, pero la ternura que ustedes tienen en sus escenas no puede dejar de conmoverme”. Pensé qué bueno que alguien que está en las antípodas acepte ese sentimiento. El tema ya está sobre la mesa, hace cuarenta años era impensado: es un gran avance. La igualdad entre hombre y mujer está adelantada, pero no resuelta. Las mujeres han avanzado mucho, pero se va complejizando el tema. El concepto de “único” se ha descartado, hay variedad y multiplicidad, hasta en las matemáticas.
—¿Te habían ofrecido hacer de Arquímedes Puccio en Historia de un clan, que al final hizo Awada. ¿Cómo lo viste? ¿Qué te pasó con la competencia con Signos?
—Sí, pero estaba haciendo Farsantes y ya me había comprometido con Suar para hacer una miniserie. No vi ni el programa, ni la película; en ésta como trabaja Lili Popovich (N.d.R. su asistente desde hace años) quiero verla muy tranquilo. No entro en esta situación de Boca vs. River.
Cuando se le pregunta por los dramaturgos clásicos, que aún no interpretó, Julio Chávez reflexiona: “No es sólo buscar un rol, se debe encontrar un equipo para interpretar textos como los de Shakespeare. Hay que entender el material y no es fácil construirlo. Siempre fui y soy un intérprete temeroso, no soy un aventurero. Sin lugar a dudas Alcón era un actor para estos textos. Peter Brook escribió: “¿Cómo hacer para presentar en la mesa el sabor increíble que leíste en el menú?”. Es la maldad de Shakespeare: ¿cómo lo presentás para que se acerque a lo que imaginaste en la lectura?