Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
Parece mentira, pero ya se nos fue el primer mes del 2016. Y me planteo acerca de otros modos de expresarlo: se pasó, se voló, terminó… Me puse a pensar un poco en el tiempo, la vida que transcurre, y en las cosas que nos van quedando en el corazón, y aquellas otras que «ya fueron» y de las cuales ni recuerdo guardamos. De los caminos que quisimos recorrer sin lograrlo y de los senderitos por los cuales nos dio el cuero para andar. En un mes pueden acontecer muchas cosas: personas, afectos, trabajo, salud, fiesta, alegría; todo lo que tiene que ver con la vida misma. Pero yendo más al fondo de la cuestión, todos quisiéramos que se prolonguen más los momentos felices, y sean breves o inexistentes los de sufrimiento. Anhelarlo no es una ilusión vana. Podemos intentar esa búsqueda. Lo que permanece para siempre es el amor. En su carta de convocatoria al Jubileo de la Misericordia, Francisco reflexiona: «Repetir continuamente `eterna es su misericordia’, como lo hace el Salmo, parece un intento por romper el círculo del espacio y del tiempo para introducirlo todo en el misterio eterno del amor. Es como si se quisiera decir que no solo en la historia, sino por toda la eternidad el hombre estará siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre». (MV 7) Dios te quiere de verdad, y desea tu felicidad no sólo en el cielo, sino también en este mundo. Estamos terminando enero y comenzando febrero. Y así va a ir pasando el calendario de mes en mes, de día en día, sin detenerse ni un segundo. Este dato cronológico puede hundirnos en la monotonía, o alentarnos a «aprovechar el tiempo» para crecer en el amor y en todas las dimensiones de la existencia.
Como expresaba don Atahualpa Yupanqui en un poema-canción: «es mi destino, piedra y camino, de un sueño lejano y bello, soy peregrino». Esta condición de caminantes nos hace percibirnos en marcha hacia un horizonte de sentido. En estos días de verano algunos todavía están de vacaciones, otros siguen trabajando o estudiando para rendir exámenes. Pero el ritmo de vida parece ser algo más distendido y tranquilo; y hasta el mismo calor nos obliga a andar más despacio. Si podés aprovechá para leer un buen libro, visitar amigos o familiares que hace tiempo no ves… Disfrutá de algún paseo por el parque, junto al río, en contacto con la naturaleza. El Papa en su Encíclica sobre el cuidado de la Casa Común nos enseña algo alentador: «Todo el universo material es un lenguaje del amor de Dios, de su desmesurado cariño hacia nosotros. El suelo, el agua, las montañas, todo es caricia de Dios». (LS 84) También podés proponerte realizar alguna obra de misericordia, aunque de eso te voy a comentar en unos días, cuando empiece la Cuaresma. Hoy se celebra a San Juan Bosco, un ejemplo de amor a la niñez y juventud, de gran paciencia, y apasionado especialmente por los pobres. Un hombre santo y sabio. Enseñaba: «Ser bueno no consiste en no cometer ninguna falta, sino en saber enmendarse». Y también: «No basta amar a los niños, es preciso que ellos se den cuenta de que son amados». ¡Qué grande! Esta semana que pasó tuve la alegría de participar de un Encuentro Latinoamericano y Caribeño en Bogotá. Entre obispos, sacerdotes, diáconos y laicos éramos cerca de cien, representando a Pastoral Social y Cáritas de unos 20 países del Continente. El lema que nos motivaba está tomado de enseñanzas de Francisco: «Una Iglesia en salida, pobre para los pobres». Fueron más de tres días de intenso trabajo. Pudimos intercambiar experiencias, esperanzas, anhelos, preocupaciones, sufrimientos.
Momentos de oración, conferencias, talleres, diálogos, nos ayudaron a compartir la vida y buscar algunos objetivos en común. Reflexionamos acerca de la Dimensión Social de la Evangelización en la Exhortación Apostólica «Evangelii Gaudium» («La alegría del Evangelio») ya que «una auténtica fe que nunca es cómoda e individualista siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra». (EG 183) También analizamos las enseñanzas del Papa en las predicaciones y discursos de sus viajes por América Latina, que nos dan un sabor particular en nuestro camino misionero cerca de los pobres. Evocamos sus visitas a las Favelas y las Villas, las comunidades de recuperación de adictos, los encarcelados, su encuentro con los movimientos populares… Su magisterio nos llega por medio de gestos y palabras. Un lugar destacado tuvo su enseñanza acerca del cuidado de la casa común en su Encíclica «Laudato Si’ «. Refiero apenas una frase : «Todo está relacionado, y todos los seres humanos estamos juntos como hermanos y hermanas en una maravillosa peregrinación, entrelazados por el amor que Dios tiene a cada una de sus criaturas y que nos une también, con tierno cariño, al hermano sol, a la hermana luna, al hermano río y a la madre tierra». (LS 92). El momento más emotivo (y conclusivo de este encuentro) fue el homenaje que hicimos a monseñor Oscar Romero, mártir, asesinado el 24 de marzo de 1980 y beatificado el 23 de mayo de 2015 en El Salvador. Nos proyectaron algunas imágenes de la misa del día de su beatificación. Luego hicimos una procesión hacia la capilla en la cual cada delegación llevaba la bandera del propio país, una imagen de su Patrona nosotros, la Virgen de Luján y una foto del Beato Romero. Durante la misa recordamos su amor a Jesús, su pasión por la verdad, su entrega generosa por los pobres y excluidos. Al final escuchamos una grabación con su voz. Emoción, algunas lágrimas y ganas de ser santos.