Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
Esta semana que pasó estuve unos días en Buenos Aires, y en algunos momentos me crucé en la vereda con gente que llevaba varias bolsas de cartón o de papel con dibujos y colores llamativos. Tenían todo el aspecto de ser regalos de Navidad o de Fin de Año. Me acordé de lo que señala el Papa Francisco acerca de los problemas del cambio climático: «Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura. Advirtamos, por ejemplo, que la mayor parte del papel que se produce se desperdicia y no se recicla». (LS 22) Montañas de papel que se usa y se tira enseguida sin función alguna, aumentando los problemas de la basura. Para comprar un pen drive, una radio, un celular, una remera o una malla, una taza o dos platos, o lo que quieras pensar, terminás llevando envoltorio inútil. Seguí caminando, y unos metros más adelante un papá y su niño tal vez tendría 3 años de edad recostados en un colchón en la vereda. Dos situaciones unidas por las mismas baldosas, muy cerca una de la otra. Pero en dos mundos muy distantes. Se repite la Parábola que nos trae el Evangelio de San Lucas, de Lázaro y el rico: «Entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí» (Lc. 16, 26). Esta parte de la Parábola se refiere a la vida eterna, en cambio, en este mundo ese abismo se puede sortear, se pueden achicar las distancias.
Para eso es necesario vencer la indiferencia que adormece la conciencia y nos lleva a naturalizar la pobreza y la desigualdad. El Papa lo describe con claridad y sin vueltas: «Una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre»» (LS 50). El hambre entre nosotros no se debe tanto a la falta de comida, sino a su mala distribución y el abuso de una parte de la población. Derrochar lo que a otros les es indispensable es una injusticia que clama al cielo. En la Noche Buena celebramos que la distancia más grande ya se achicó: Dios vino a la humanidad. La lejanía que pone el pecado es cubierta por el perdón y la Misericordia del Padre. Él viene a nuestro encuentro humilde y pequeño para que lo abracemos con ternura. Al hacerse de nuestra naturaleza humana dignifica a cada hombre y mujer para que nadie quede afuera en la fiesta de la vida. Es un mensaje sencillo y poco estridente, y corremos el riesgo de no comprenderlo. Dios viene a nosotros. Nace en el Pesebre. En el mensaje de los obispos para esta celebración decimos: «La Navidad es Jesús. Si Él está ausente, la fiesta se vacía de sentido. El regalo que debemos intercambiar es, ante todo, Él mismo.
Él cabe en nuestros brazos para que lo llevemos a los demás. Él es la misericordia de Dios hecha carne. En el Hijo de María podemos contemplar la reconciliación definitiva entre Dios y el hombre, que ya no se separan ni se confunden. Navidad nos habla de nuestra dignidad. Se hizo hombre para que los hombres llegáramos a ser hijos de Dios y viviéramos como hermanos». (Conferencia Episcopal Argentina, 15 de diciembre de 2015) Nos quedan pocos días para la noche del 24. Es lindo comprar algún regalito. Pero no exageremos. No derrochemos. No pasemos con ostentación delante de quien nada tiene. Hace pocos días la Cumbre sobre el Cambio Climático tomó decisiones importantes. Asumamos también nosotros lo que nos corresponde. No desperdiciemos papel. No tiremos comida. Veamos en cada hombre un hermano, y en cada creatura una manifestación de la grandeza de Dios. Acerquémonos a los que sufren. Visitemos a quienes están solos. Con el Año Jubilar de la Misericordia recién inaugurado, abramos el corazón y la mente al mensaje de la Navidad. Te deseo tengas una Feliz Noche Buena, Dios está entre nosotros. Recemos delante del Pesebre y veamos qué es lo más importante.