Wonder y su arte original e inoxidable

Wonder y su arte original e inoxidable Wonder y su arte original e inoxidable

Fue una auténtica fiesta. Stevie Wonder se presentó por primera vez en Argentina después de mucho tiempo de espera (la carrera de este músico nacido en Michigan hace 63 años se inició a principios de los 60) y ofreció un concierto contundente de casi dos horas y media, plagado de hits de su larga trayectoria y con Fabiana Cantilo, Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur como invitados de último momento, un gesto de cortesía que tuvo un valor más emotivo que artístico. El show incluyó alusiones al recientemente fallecido líder sudafricano Nelson Mandela, con una canción dedicada a él (Keep Our Love Alive) incluida, un reluciente cover de Bob Marley (Waiting In Vain), varios de los temas que forman parte de lo mejor del repertorio de Wonder –los de la primera mitad de los 70, cuando grabó discos fundamentales como Talking Book (1972), Innervisions (1973), Fulfillingness’ First Finale (1974) y Songs In The Key Of Life (1975)- y algunos de sus mayores éxitos radiales, como I Just Called To Say I Love You, parte de su veta más obvia y concesiva. La banda de Wonder (catorce artistas en escena al mando del bajista Nathan Watts, director musical del grupo) sonó con brillo y precisión, el protagonista de la noche demostró que su voz permanece intacta y quedó muy claro que su lugar dentro de la historia de la música negra es importantísimo. La síncopa funk de Higher Ground, guía para la hoja de ruta sonora de cientos de músicos (por caso, los Red Hot Chili Peppers, que la versionaron en su álbum de 1989 Mother’s Milk), la combinación equilibrada de conciencia política y sexualidad de Living For The City y ese groove inconfundible e infeccioso de Superstition, elegido para un cierre con el estadio y el escenario en llamas, fueron tres apuntes nítidos de esa relevancia: después de tanto tiempo, casi nadie suena como Wonder, su arte tiene un grado de originalidad evidente y duradero, casi inoxidable. No beneficiaron demasiado al ritmo del espectáculo las repetidas invitaciones a la participación del público, un código a esta altura casi inviolable de los shows de estadio que suele servir para que el artista se tome un respiro pero que lo alarga innecesariamente y que aquí conspiró contra un clima armado con talento y perspicacia por este artista que ayudó como pocos a forjar la edad de oro de la música negra con raíces en el soul