Por monseñor Jorge Eduardo Lozano
Hoy conmemoramos en todo el país el Día Nacional del Enfermo con el lema «Ponele corazón, amá a los enfermos». Para esta nota le pedí ayuda a un sacerdote, el padre Fernando Arias, que está transitando por una enfermedad prolongada. Este es su testimonio. «El 1 de enero de este 2015 comencé a tener dolores fuertes en las dos piernas y dificultades para caminar.
Se inician mis primeras consultas y estudios médicos hasta que el 21 de febrero me interno en la clínica San Camilo de la capital, donde me diagnostican problemas arteriales en ambos miembros inferiores y neuropatía diabética (los dolores fuertes especialmente en los dedos del pie a causa de la diabetes que comió la mielina de los nervios). «En esta primera etapa me hacen una angioplastia quirúrgica (colocan un `cañito’ de alrededor de 20 cm en la arteria femoral) y ante el escaso resultado de esto deciden hacer un by pass de toda la pierna. Hasta aquí lo `técnico’ pero suficiente como para compartir con ustedes los que experimenté en esta etapa: mucho dolor y mucho sufrimiento.
«El dolor es lo puntual en el cuerpo, puede ser intenso, pero la medicina del dolor generalmente llega a calmarlo. A diferencia del sufrimiento que abarca todas las áreas de la persona. Abarca todos los aspectos de nuestra vida: nuestros proyectos, las cosas básicas que hacemos solos, el trabajo, la relación con mis seres más queridos: familiares y amigos. Podría explayarme horas enteras, pero quiero ir al meollo de estas palabras en el Día del Enfermo: estoy convencido de que la enfermedad es un camino de santidad. «El 29 de septiembre entro al quirófano para una radiofrecuencia y bloqueo de los nervios del pie. Al salir de allí me encuentro sin movimiento de la cintura para abajo (paraplejia). Paso de la cama a una silla de ruedas. Ahora estoy en el centro de rehabilitación San Juan de Dios en Hurlingham, provincia de Buenos Aires. Son muchos los profesionales de la salud que me atienden. Doy gracias a Dios por todos y los bendigo.
En esta nueva etapa mi reflexión es otra: ¿cómo hacen los que no tienen fe para asumir la muerte de un ser querido, un accidente, una enfermedad que transforma tu vida? Se me ocurre que en tal caso solo queda espacio para la desesperación, la locura, el odio… Quienes intentamos vivir la fe cada día también elaboramos broncas, culpas, miedos… (Y, atendiendo a los psicólogos y psiquiatras esto no solo es bueno, sino también necesario.) He pasado por estos estados pero no me he detenido porque nadie tuvo la `intención’ de que algo tocara mi médula y quedara en esta situación. Es entonces que vivo la `enfermedad como camino’ (hay un libro excelente con este título). «Así, vivo mi enfermedad como camino de oración y ofrecimiento. Pero en este recorrido valoro enormemente que lo transito junto a tantos profesionales en los cuales Dios obra en su inteligencia y en sus manos. Allí está mi familia que sufre conmigo y no deja de alentarme; y de la misma manera mis amigos (sacerdotes y laicos).
Todos me cuidan de una u otra forma. Y ante el enfermo ¡es tan importante el arte de cuidar! Y para ello están las virtudes del cuidador. «Quiero en estas palabras, al final de estas líneas que les escribo a todos, dejarles mi agradecimiento sincero. Créanme que a veces me incomoda recibir tanto y yo poder dar tan poco. Pero por el amor a Jesús y a ustedes lo que más puedo dar es tener buen ánimo, evitar el negativismo y el optimismo absurdo, confiar en la mejoría y poner todo lo que más puedo en lo que me piden que haga. Los quiero, les dejo todo mi cariño y una bendición muy grande. Nos encontraremos, si Dios quiere. padre Fernando.» ¡Qué hermoso testimonio! Leyendo sus palabras, se agigantan y adquieren un brillo en el alma valores como la paciencia, la escucha, la compañía. Aparece la oración por las manos que curan, las personas que asisten en el camino, de manera particular las hermanas de San Camilo y los hermanos de San Juan de Dios, hombres y mujeres que consagran la vida con alegría para servir a Cristo en los que sufren. Recemos por Fernando, por los enfermos y quienes se dedican a su cuidado.