Leandro “El Toro” Palladino, es un basquetbolista oriundo de Concepción del Uruguay que alcanzó la gloria en el deporte, formó parte de la Generación Dorada de Básquet de la Selección Nacional. En este marco, las palabras exclusivas de un grande del deporte nacional.
El inicio en el deporte
A la corta edad de cuatro años, Leandro se acercó al básquet de Rocamora, el club de su familia, para comenzar a dar sus primeros pasos. En su niñez también practicaba fútbol y atletismo, pero sin dejar de lado la pelota naranja y el aro.
Llegada su adolescencia, Leandro se encontró con el momento de tener que decidir por continuar un solo deporte para poder dedicar su tiempo por completo ya que, los fines de semana, le coincidían los partidos de básquet y de fútbol por lo que sentía que siempre “estaba en falta” con alguno si concurría al otro.
Sin mucho dudarlo, Palladino decidió seguir su carrera en el básquet ya que era el deporte que más le atraía. De ese modo, fueron pasando los años y, si bien tenía propuestas de varios clubes, siguió jugando en el Rojo uruguayense.
“Lo único que me pedían mis padres en ese momento era que yo termine el secundario en la ciudad, después de eso podía analizar propuestas de otros lados para ir a jugar, pero primero estaba el estudio”, indicó Palladino.
La llegada a Atenas
Con tan solo 18 años, Palladino fue reclutado por Atenas, un club cordobés con gran trayectoria deportiva. “En ese momento, la idea era ir a Córdoba para seguir jugando e iniciar mis estudios universitarios, pero ni bien llegué al club fui preseleccionado para la Selección Nacional Juvenil y debí concentrarme de lleno en el deporte por lo que la idea de ser kinesiólogo se pausó indefinidamente”, comentó.
Con el correr del tiempo, Palladino fue ganando minutos en la cancha, logrando demostrar su juego y sus condiciones. De esa forma consiguió ser citado al plantel de primera división en un momento glorioso para el básquet de Atenas.
En esos años, el fútbol cordobés atravesaba una época de pocos triunfos por lo que la gente se acercó más al básquet. De esa forma, Atenas contaba con un gran caudal de aficionados que lo apoyaban y acompañaban en sus partidos, lo que fortaleció e impulsó al plantel a luchar por más campeonatos.
Atenas logró ganar títulos nacionales con Palladino dentro de los 12 citados del plantel mayor, además se consagró a nivel sudamericano y panamericano. De esta forma, en octubre de 1997 el club cordobés logró acceder a la Copa Mc Donald´s en París, donde sorprendió a propios y extraños al lograr el tercer puesto en el torneo en que participaron equipos como Chicago Bulls, Olympiacos de Grecia, Benetton de Italia, Barcelona de España y Paris S. Germain de Francia.
“Al volver a Argentina luego de ese torneo la gente nos apoyaba como si fuéramos sus ídolos de toda la vida. Se armó una caravana al llegar que era impresionante”, recordó Palladino.
El salto a las canchas europeas
Palladino soñaba con llegar a jugar en un club del viejo continente y finalmente, en el año 2000, logró irse a vivir su primera experiencia europea en Reggio Calabria, Italia. Al año siguiente cambia la camiseta y pasa a vestir la del Nápoles, otro club italiano. Seguidamente, en 2002 se muda a España para jugar junto a grandes basquetbolistas argentinos como Andrés Nocioni o Rubén Wolkowyski, también integrantes de la Generación Dorada en el club Tau Cerámica.
“Formar parte de los equipos de Europa me terminó de pulir como jugador, era muy diferente al juego que se veía y practicaba en Argentina, era un salto de calidad que me hacía falta”, comentó Palladino.
El paso por la Selección Nacional
Comenzando a vestir la celesta y blanca desde las categorías juveniles, Palladino soñaba con representar al país con la Selección Mayor.
En el año 2001 sufrió una lesión en su rodilla que no le impidió seguir luchando y lo hizo volver a las canchas más fuerte que nunca.
Rubén Magnano, entrenador de Atenas en el momento que Palladino formaba parte del club, era el entonces director técnico de la Selección Nacional.
Magnano confiaba en Palladino y en el potencial que podía aportar al equipo por lo que lo incitó a recuperarse de su lesión y ser parte del equipo nacional. “Era todo un sueño, ya habíamos jugado un sudamericano y el preolímpico, pero jugar un Mundial era algo inexplicable”, recordó Palladino.
El Mundial 2002 se disputó en Indianápolis, Estados Unidos, un lugar donde se respira básquet en todo momento.
“Ser parte de la Selección Argentina, poder ir a un Mundial, enfrentar jugadores que ya tenían un nombre en las mejores ligas del mundo y hasta ganarle al ‘Dream Team’ que era la Selección Estadounidense fue algo que quedó en la historia para siempre”, indicó.
“Partido a partido íbamos asegurándonos más en la cancha y nos hacía darnos cuenta de que existía la posibilidad de ser protagonistas”, agregó.
Seguidamente, expresó: “que se nos escape en la final es algo anecdótico, ya son cosas deportivas, pero se coronó algo muy lindo. Colegas de otras selecciones se acercaban a felicitarnos, pasabas de verlos en la televisión a que estén charlando con vos, era algo muy satisfactorio”.
Las concentraciones siguieron y Palladino seguía formando parte de los citados, de esa forma fue a Puerto Rico en 2003 a jugar el torneo que les daba el boleto a los Juegos Olímpicos que se disputarían en Atenas en 2004.
En paralelo, Palladino seguía jugando en Europa para continuar el proceso de crecimiento constante al que apostaba.
Si bien el “Toro” había sido parte del equipo que se entrenó para los Juegos Olímpicos, sabía que la lista definitiva se daría el día anterior de emprender viaje a Atenas. “La tarde anterior me llamaron con el cuerpo técnico y me informaron que no iba a ser parte del equipo que viajaba, obviamente me puse mal y me enojé en el momento, pero tenía que ser agradecido por el aprendizaje, la experiencia y no ser egoísta, porque la lista de chicos que querían vestir la camiseta no tenía fin y yo había tenido esa posibilidad”, expresó.
El cierre de su carrera como jugador
Luego de su gran trayectoria y con una pareja y dos hijas, Palladino decidió volver a Argentina para dar un cierre a su gloriosa carrera como jugador. De esa forma decide volver al país y formar parte del Club Central Entrerriano, de Gualeguaychú ya que priorizó estar cerca de su padre, quien había enfermado y residía en dicha ciudad.
Tras el fallecimiento de su padre, juegó media temporada en Boca Juniors, luego regreó a Atenas de Córdoba por un año más y finalmente decide retirarse en Rocamora a sus 32 años.
Los Campus del “Toro”
A día de hoy, Leandro continúa ligado al Básquet ya que realiza hace 15 años un campus enfocado a transmitir sus conocimientos y vivencias a los pequeños apasionados que están dando sus primeros pasos con la pelota naranja.
En un principio realizaba dos ediciones en el año, pero finalmente, decidió enfocarse solo en la que realiza cada verano en el Club Tomás de Rocamora.
La importancia de la familia
Palladino resaltó el valor del apoyo de su familia quien estuvo presente desde el comienzo de su carrera siendo pequeño hasta la actualidad. “Si bien era difícil comunicarse por la distancia que hubo cuando jugaba fuera de la ciudad, ellos siempre se hicieron sentir cerca de una u otra forma”, expresó agradecido.