El viernes 24 de junio de 2022, un hombre de barba bien oscura con vestimenta muy raída y que apenas podía comunicarse en español se acercó a la boletería de La Histórica, la terminal de ómnibus de Concepción, en Entre Ríos.
Intentaba comprar un ticket para cruzar la frontera hacia Uruguay, cuando la empleada le replicó con énfasis: “Este no sos vos”. La mujer entonces llamó a la Policía. En DNI se leía la identidad de un tal Rafael Oliverio Leal. Cuando llegó la policía comenzaba la saga del misterioso iraní que entró al país por primera vez y cómodamente en 2021. Circuló con documentación falsa con supuestos oficios de chatarrero y cartonero. Vivió al parecer en la calle hasta caer en desgracia. Y preso dijo ser un perseguido en su país por supuestamente profesar la religión cristiana.
La historia de Keifi Mojtaba, la única identidad que se dio como «real» luego de que así lo informara a Interpol Irán a través de la embajada persa en Buenos Aires. Y luego de que se pidiera información sobre él a distintas agencias y gobiernos occidentales. Ni el FBI ni el Mossad, ni la CIA, ni los gobiernos sudamericanos encontraron historial sobre su persona.
Tras quedar detenido, buscó refugio pero se lo rechazaron, enfrentó un juicio y finalmente, tal como pudo saber este diario en forma exclusiva de altas fuentes oficiales, fue expulsado directamente a Teherán el 29 de agosto pasado, sin que se develara cuál fue el verdadero motivo por el que llegó a la Argentina.
Una de las hipótesis va en línea con su desprotección religiosa y su cuadro de indigencia. Pero todas las fuentes consultadas se inclinan por pensar que una figura así, sin que se hallaran sus entradas y salidas de los países en los que dijo haber estado, y sus falsas identidades y contradicciones, podría haber estado estudiando cómo son los controles migratorios y policiales en Sudamérica.
La detención de este hombre armó un fuerte revuelo, porque coincidió en tiempo con la llegada a Córdoba de un avión de la compañía venezolana Emtrasur, que luego quedó retenido en Ezeiza.
La aeronave, originalmente vendida al régimen chavista por una empresa de Irán -ambas bajo sanciones y pedidos de embargos de la justicia estadounidense- fue retenida con toda su tripulación: 14 venezolanos y 5 iraníes, cuyo piloto, Gholamreza Ghassemi, fue vinculado a las Al Quds, una división del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán, a la que Washington considera terrorista.
Los 19 tripulantes finalmente fueron liberados después de meses de estar detenidos en una investigación donde la querella buscó establecer conexiones con el terrorismo internacional que no pudieron encontrarse. El Boeing de Emtrasur, en cambio, sigue en Ezeiza, debido a que el ministro de Justicia Martín Soria y su viceministro, Juan Martín Mena, no dan paso al cumplimiento del pedido estadounidense.
Sobre la base de fuentes policiales, judiciales y de la prensa de Entre Ríos, cuando el juez federal Pablo Seró instruyó la investigación detectó que en Buenos Aires el iraní apareció contactando a un local llamado «Metales Pipi» para llevar latas de aluminio vacías para reciclar y que usaba el nombre de Francisco Azad primero, y también el de Asan Azad. El hombre de su documento al momento de querer comprar el ticket dijo que le habían robado la billetera. O sea, el iraní falsificó su identidad con un documento robado.
Además de violar la ley 17.671 de Identificación, registro y clasificación del potencial humano nacional -delito menor por el que podían darle entre uno y cuatro años de prisión-, el joven iraní, de 29 años, generó varias sospechas del juez Seró, que desde la primera hora debió enfrentar incluso manifestaciones frente a su despacho de organismos de derechos humanos que pedían que liberara al detenido.
Por empezar, fuentes que siguieron el caso aseguran que la única traductora de farsí idónea que hay en el país entendía su lengua, pero dijo que era muy difícil hilvanar la historia.
Por empezar, dijo que había llegado desde Irán a Venezuela. Que había estado en Colombia, en Ecuador, Perú y Bolivia.
Se encontró que Mojtaba entró caminando al país el 30 de octubre de 2021 desde Yacuiba, Bolivia, por el paso de Salvador Mazza, en Salta, bajo el apellido falso de Azad, de nacionalidad palestina. Se registra que también dijo que era afgano, y en otro momento iraquí. Se ordenó su expulsión, prohibiendo su reingreso al país por cinco años, pero volvió a entrar por falla de los controles y hasta cartoneó en Buenos Aires.
Las fuentes consultadas aseguran que no hay registros suyos internacionales pese a los pedidos y que no pueden confirmar si desde Irán hizo el periplo sudamericano que declaró o aterrizó directo en Bolivia y desde allí entró a la Argentina. Su defensora pública oficial fue Julieta Elizalde, y la traductora pública fue Saleh Ebrahimi Saideh.
Anotaba ahí sus presuntos viajes y en un celular que llevaba consigo tenía solo diez contactos y fotos de hombres con vestimenta musulmana y quemando banderas iraníes. Tenía fotos del Obelisco y de la Casa Rosada, contaron fuentes del caso.
Los intercambios de Whatsapp que se le encontraron eran breves y hablaba de su supuesta condición de chatarrero, en la que se hacía llamar Francisco.
Pero las fuentes consultadas señalan que toda su historia era una contradicción atrás de otra. Sobre todo por su condición de vivir prácticamente en la indigencia y su situación de aventurero, sus anotaciones internacionales de entradas al país, sus fotos, y sus diversas versiones. “No tengo documentación” le dijo al juez.
Su salud mental también fue estudiada y según pudo saber este diario, el Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictaminó que “no” presentaba “alteraciones psicopatológicas que configuren un tipo de trastorno mental psicótico descompensado o deterioro cognitivo”, y que sus facultades mentales se encontraban “conservadas” pese a que el Cuerpo de Peritos y Consultores Técnicos de la Defensoría General de la Nación había dictaminado que “las facultades mentales de Keifi no se encuentran conservadas, y que presentaría un cuadro compatible con trastorno psicótico”.
Su defensora oficial pidió el año pasado el refugio político del hombre a la Comisión Nacional de Refugiados (CONARE). Esta lo rechazó. Entre tanto, tras los pedidos argentinos, lnterpol Irán dijo que se constataba la identidad del hombre como la de Keifi Motjaba.
Según la prensa entrerriana, registraba antecedentes policiales por robo en su país. Son los iraníes los que manifestaron que las huellas dactilares constatadas en Teherán correspondían a ese individuo nacido en 1994 en Sabzevar, ciudad ubicada en la zona norte de ese país, y con pasaporte vencido N°W37263618.
Keifi Mojtaba, que quedó bajo prisión preventiva desde julio de 2022 a pesar de sus pedidos de excarcelación intentó fugarse en marzo de este año. Estaba alojado en la Unidad Penal N°9 de Gualeguaychú, Entre Ríos, cuando los agentes del servicio penitenciario que estaban de guardia detectaron que saltó el perímetro de la granja penal, luego de lo cual empezaron a disparar al aire. El preso detuvo su carrera y fue recapturado y puesto en una celda individual, apartado de la población carcelaria común.
Lo que sigue es una síntesis de su situación oficial hasta ser embarcado por autoridades migratorias argentinas rumbo a Irán:
Pasó por un juicio oral abreviado donde el fiscal auxiliar fue Francisco Bernhardt y fue identificado por el juez Jorge Gallino.
Denegada su excarcelación, su defensa apeló a la Cámara Federal de Paraná y esta confirmó su prisión preventiva y la negativa de excarcelación. Se lo condenó a un año y un mes de prisión efectiva y como tenía irregularidades de Migraciones, poco antes de que se venciera su pena, el juez Seró, priorizando la seguridad nacional, dio incidencia a la Dirección Nacional de Migraciones.
Esta ejecutó su expulsión, y fue embarcado en un avión de Aerolíneas Argentinas con destino a Irán, pero con escalas desconocidas. La verdad sobre su propósito en el país nunca se conoció. “Yo nunca le creí su versión”, insistió una alta autoridad oficial. Fuente Diario Clarín