El sueño de Diego Maradona era jugar un Mundial. Jugó cuatro y ganó uno. Cómo olvidarlo. El sueño de Miguel Silio, en cambio, era un poco más modesto, aunque también muy ambicioso. Anhelaba ver un Mundial. Y su sueño se hizo realidad en Rusia 2018. Sin embargo, este escribano de 52 años de Gualeguaychú no se conformó con eso. Y por estos días ya está expectante en Doha a la espera de presenciar su segunda Copa del Mundo. Un privilegiado.
Segunda vez
Pero no todo termina acá. Porque el sueño de Silio tiene un bonus track. Porque no sólo es fanático del fútbol. También es un enamorado empedernido de andar en bicicleta. Y sí. Tanto a Moscú, hace cuatro años y medio, como al extremo oriental de la península arábiga llegó en dos ruedas. Y eso es para elegidos. Recorrió 9.645 kilómetros para cumplir con su cometido.
“Fue un viaje bastante duro, física y mentalmente, pero muy interesante”, le cuenta Silio a Clarín, mate en mano, sentado en la galería del hotel Kingsgate, estratégicamente ubicado a un puñado de metros del Corniche y del Souq Waqif, dos de los lugares más emblemáticos de Doha.
Y sigue: “Este es mi segundo mundial en bicicleta. En 2018 me fui de Madrid hasta Moscú y llegué dos días antes de que iniciara el torneo. Esta vez fue el triple de distancia, unos 10 mil kilómetros. Salimos en mayo y logramos llegar a Doha casi una semana antes de que empiece el Mundial”.
Primera etapa: de Madrid a Estambul
Silio está solo en Qatar, pero usa la primera persona del plural porque la aventura fue un esfuerzo colectivo. Es que el periplo, que comenzó en España y que incluyó una escala en Bilbao y otra en Londres para ver de cerca a la Selección Argentina de Messi, era un sueño de cuatro. Junto a Silio, empezaron a pedalear este sueño Yamandú Martínez, empleado de 45 años; Luis Ledri, docente jubilado de 59 años; y Franco Baggio, administrador de empresas de 29 años. “Me acompañaron en la etapa europea desde Madrid a Estambul. Fueron 90 días y luego se volvieron a Buenos Aires por los compromisos laborales que tenía cada uno”.
Segunda etapa: de Turquía a Tel Aviv
Pero no se quedó solo. Porque en Turquía lo esperaba Martina Sack, su mujer, para hacerle la segunda. “Fuimos juntos por Chipre, Siria, Líbano, Jordania y Palestina hasta llegar a Tel Aviv, cuando tuvo que volverse para Buenos Aires”. Quedaba la recta final. Israel, Jordania y Arabia Saudita hasta llegar a Qatar. Lo que demanda no más de treinta letras y menos de diez segundos para contar, significó la parte más extrema de la aventura.
Tercera etapa: a Qatar
“Fueron 17 días a través de casi 2000 kilómetros por el desierto. La experiencia fue linda e interesante. Sobre todo porque tuve que convivir con una cultura muy diferente y, además, se trató de una geografía desconocida para mí hasta ahora. El gran desafío pasó por elegir los puntos de abastecimiento por el tema del agua y de la comida y dónde parar a dormir. Haber superado esa etapa solo fue un desafío muy grande”, resume mientras el mate resiste las últimas cebadas.
¿Cómo fue la rutina que siguió? “Simple. De día se pedalea y de noche toca dormir”. Y ahí empiezan las opciones: “En carpa, en un hostel, en una casa de familia. Ya en Arabia Saudita dormí en las mezquitas que hay en las estaciones de servicio. Me tiraba en el piso, pero tenía que irme a las 4.30 de la mañana que es cuando hacen el primer llamado a la oración y uno no se puede quedar tirado ahí”.
Hubo, obviamente, cero improvisación. “Hace más de 20 años que viajó en bicicleta. Mi actual bicicleta -se da vuelta y la señala con cariño- es como si fuera mi segunda esposa. Es la cuarta que usó para viajar y ya tiene 35 mil kilómetros encima”, se enorgullece al tiempo que reconoce que a lo largo de la travesía siempre hay algún desperfecto o pinchadura que lo obligó a pedir un aventón hasta algún taller.
Meta cumplida
-¿Qué sentiste cuando cruzaste las puertas de Doha?
-Una emoción muy grande. Por un lado el llegar te provoca una satisfacción muy grande. Pero también siempre que llegó a un punto de destino que tenía planeado hay una pequeña sensación de vacío porque el viaje terminó. Lo bueno es que ahora empieza la fiesta empieza del Mundial A partir de ahora es todo fútbol. El viaje en bicicleta se terminó.
-¿Tenés entradas para ver a la Selección?
-No. Apenas tengo una entrada condicional para un partido de cuartos de final que fue lo único que obtuve en el sorteo de FIFA. Espero, sí, poder conseguir algo en la reventa para la primera fase y para octavos. Porque sé que pasamos, obviamente.
-¿Y después del Mundial qué hacés? ¿Otra vez la bicicleta para volver?
-No, vuelvo en avión. Tengo que ir a trabajar, a cumplir con mis obligaciones y, sobre todo, a devolverle el tiempo que me facilitaron mi esposa y todos los que han ayudado a que yo pueda estar acá. Ellos también se merecen de vacaciones, ya que son demasiados meses de paseo.
-¿Tenés planeadas vacaciones de verano?
-Noooo. Las vacaciones le tocan a mi socia que me cubrió en todo estos meses de trabajo en la oficina. Ahora me toca a mí trabajar.
El mundial de 2026, otro objetivo
-El próximo Mundial, el de 2026, se juega en tres países: México, Estados Unidos y Canadá. ¿Ya lo tenés planificado?
-Voy a salir desde la puerta de mi casa e intentaremos llegar también a la cita mundialista siempre y cuando la salud acompañe uno tenga el tiempo para hacerlo. Trataré de llegar al menos una semana antes y, como siempre, acompañar a la Selección.
-¿Sale caro hacer este tipo de travesías?
-El viaje en bicicleta siempre es un viaje austero. Uno no gasta nada salvo en dormir, cuando no se puede dormir en carpa. Pero, como dije, uno pasa las noches en casas de familia, en la playa y hasta en mezquitas. Llegamos con holgura al presupuesto estimado hasta el final del viaje.
Increíble anécdota
“Cuando hice el primer viaje al Mundial que fue el de 2018 me sentí muy bien al llegar. Fue una fiesta poder combinar mi pasión por andar en bicicleta y, como todo argentino, por el fútbol poder asistir una Copa del Mundo. Ese mismo día que llegué llegué a la Plaza Roja decidí repetir la experiencia cuatro años después, aunque fuera más larga y más difícil”, cuenta Silio.
Y sigue con una anécdota única, casi mágica. “En la mismísima Plaza Roja, me encuentro con un italiano. Nos ponemos a hablar y por cortesía le digo que era una pena que su selección no estuviera en el Mundial porque siempre es uno de los grandes protagonistas”, recordó.
“Y le digo que no le va a quedar otra que hinchar por la Argentina. Sin embargo, el hombre me mira y me dice: «Yo no puedo hacer eso. Argentina me arruinó la vida». Yo no entendía por qué me dijo eso. Y enseguida lo comprendí: ‘Yo soy Aldo Serena’. Si, el delantero al que Goycochea le atajó el penal definitivo en las semifinales de Italia 90. Es una historia triste porque la vida le cambió después de ese instante”.
-¿Y cuáles fueron los momentos que más vas a recordar de este último viaje?
-Hubo dos. En la frontera de Polonia, yo quería entrar Ucrania y no pude, pero si pude estar tres días trabajando en un centro de refugiados ucranianos en la frontera. El otro momento que no voy a olvidar ocurrió en Damasco, Siria. Allí a un grupo de chicos todos los días salen a la 7 de la mañana a realizar actividades. Eso fue muy gratificante.