El Castillo San Carlos, uno de los símbolos de Concordia, fue construido entre 1886 y 1888.
Vivian Urfeig, para La Nación, revaloriza el atractivo que despierta el Castillo San Carlos, conocido esencialmente por ser el lugar que inspiró a Antoine de Saint-Exupéry para escribir El Principito, uno de los libros más difundidos a nivel internacional.
«Antoine de Saint-Exupéry nunca imaginó la fuente de inspiración que encontraría al aterrizar por accidente en el Castillo San Carlos, frente a la costanera del río Uruguay. Con las ruedas del Laté 25 averiadas, el autor de El Principito recaló en las barrancas más lindas de Concordia en el verano de 1929. Dos niñas que tenían por mascota a un zorro y hablaban en francés lo recibieron en la mansión de los Fuchs Valon. Las “princesitas argentinas” Suzzane y Edda le enseñaron a Saint-Exupéry a observar la naturaleza y revisar el vínculo con los animales en un entorno de un verde profundo, con vistas panorámicas al río.
Las mismas visuales que hoy se pueden disfrutar desde el mismo lugar donde las nenas tomaban el té. Después del abandono y el incendio de 1938, el municipio encaró la restauración en 2013 bajo el asesoramiento del arquitecto Marcelo Magadán. La consolidación de las ruinas y la puesta en valor del castillo fueron distinguidas un año después con el Primer Premio a la mejor intervención en obras que involucren el patrimonio edificado, de la Sociedad Central de Arquitectos. La restauración dio vuelta una página de abandono y saqueos. De la desolación al resurgimiento del “castillo de leyenda tan seguro y protegido como un monasterio”, según escribió Saint-Exupéry en el libro Tierra de Hombres. Herrajes, bisagras, tornillos y fragmentos de la vajilla francesa del conde francés Eduard Demachy, quien construyó el mítico edificio entre 1886 y 1888, se pueden apreciar desde las vitrinas del Centro de Interpretación. También, el mango de hueso pulido de un cepillo de dientes y un cairel de una lámpara antigua. Las pasarelas y escaleras ordenan la circulación de los visitantes que pueden viajar en el tiempo a través de los vestigios, como las fachadas originales, sostenidas por contrafuertes de ladrillos.
El derrotero de esta ciudadela mítica que originó leyendas literarias se podrá recorrer en breve con audio guías en distintos idiomas que llevarán a los visitantes por los vericuetos donde las princesitas disfrutaron la naturaleza del lugar por un par de años. “Para el verano armamos recorridos nocturnos, una experiencia sensorial inigualable”, destaca Paulo Tisocco, el director del predio que, luego de la pandemia y por votación popular, desestimó el uso de vehículos. “Volvieron las aves y otros animales, recuperamos el ecosistema”, afirma.
Construido en apenas dos años, calefacción central por medio de hogares de mármol, sistema de iluminación a gas, sistema de agua corriente, en base a materiales traídos de Europa, contaba con instalaciones y comodidades desconocidas para la zona: cuartos individuales que funcionaban como sanitarios. La puesta en valor dejó al descubierto el sistema de desagües originales construidos con ladrillos comunes revestidos con cemento, un complejo trazado que conduce el agua hacia el exterior en diferentes puntos de la barranca. Y las cañerías de hierro que alimentaban de agua al edificio, un avance para la época.
El castillo, ícono cultural de Concordia, es uno de los imperdibles del amplio circuito de paseos. Aguas termales, ecoparques, fincas de arándanos, reservas naturales y pesca artesanal, donde el dorado y la boga pican en punta, son los atractivos que ofrece la ciudad de Entre Ríos, a 430 km de Buenos Aires. Para mucho más que una escapada de fin de semana, el destino propone alternativas que conjugan historias tan mágicas como sus atardeceres anaranjados que transforman el cielo en un espectáculo propio».