Cuando se corta la luz en nuestros hogares o lugares de trabajo nos sentimos un poco descolocados. Nos hemos acostumbrado a la computadora, la radio, el teléfono inalámbrico y otros artefactos que nos facilitan la vida. Pero si además es de noche, la complicación es mayor.
Necesitamos la luz.
En tiempos de Jesús no había energía eléctrica. Sin embargo Él utilizó en varias oportunidades la imagen de la luz para enseñarnos acerca de la fe. Nos dijo en una de sus primeras predicaciones: «No se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo». (Mt. 5, 14-16)
La fe se tiene que notar. Ella hace que la vida del cristiano sea luminosa, muestra caminos, abre a la esperanza.
Dios se revela en su Palabra, y si la hacemos carne en nosotros, los demás verán o leerán su enseñanza en nuestra vida.
El día que nos bautizamos se encendió en nuestro interior la luz de la fe. No como un regalo individual o privado, sino para iluminar el mundo. Cuando escucho a modo de queja que algunos dicen ante alguna injusticia o dolor: «¿Dios qué hace?», me pregunto, «sus hijos, ¿qué hacemos?», ¿Qué testimonio damos de su amor? Él nos llama para ser presencia suya en el mundo.
Hoy es la fiesta de Cristo Rey y estamos concluyendo el «Año de la Fe». Un tiempo de renovación, de crecimiento y conversión. De dar gracias a Dios por el regalo de la fe. Él nos hace sus hijos queridos, miembros de su familia que es la Iglesia.
La verdadera luz es Jesús. Él nos dijo: «Yo soy la luz del mundo. El que camina conmigo no anda en tinieblas». (Jn. 8;12)
Caminemos de la mano de Jesús. El Papa Francisco está dando a conocer hoy una Exhortación Apostólica acerca del gozo de evangelizar. El mandato de Jesús «vayan por todo el mundo» sigue vigente. Como los Apóstoles somos enviados a dar testimonio del amor de Dios. La Iglesia existe para evangelizar, esa es nuestra esencia. En este documento nos señala los desafíos y actitudes para la misión que como comunidades creyentes tenemos hoy. Será fundamental leerla y compartir su reflexión en cada comunidad.
También nos hemos visto sorprendidos –no gratamente– por el apuro en tratar las reformas al Código Civil y Comercial. Hace dos años se viene realizando un camino participativo, y ahora se presenta para ser aprobado sin un tiempo razonable de discusión. Hay temas que hacen a nuestra vida y el modelo de sociedad que buscamos, al acceso a la Justicia de los más pobres, el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios, la adopción, la familia. Todos temas muy importantes y que ameritan un tratamiento más sereno de cuestiones que involucran la vida cotidiana de los argentinos.