De acuerdo al resultado final, los técnicos utilizan la parte de la biblioteca que los exculpa y los deja bien parados.
Suele afirmarse que los abogados tienen todo previsto para usar ideas, estrategias y obtener resultados para un fin o para otro. Que cuando se desempeñan como fiscales utilizan una parte de la bibliografía disponible y que cuando son defensores de algún acusado, lo hacen con el resto de la documentación. En un país que debe tener un porcentaje de abogados que supera largamente lo tolerable –no olvidar aquel célebre “serás lo que debas ser, o serás abogado”que los mortifica cuando se recuerda-, lo mismo que estamos escribiendo se aplica sin ningún tipo de inconveniente al fútbol argentino.
No hay ejemplo más sencillo que lo que han declarado los entrenadores de River y Boca en el último clásico. Para Carlos Bianchi, Boca jugó “un partido de Copa” y por eso lo ganó. Para Ramón Díaz “se metieron atrás, aprovecharon una chance y nos ganaron, pero no lo merecieron”. Es decir que, de acuerdo al resultado final, los técnicos utilizan la parte de biblioteca que los exculpa y los deja bien parados. Hace pocos días, River eliminó a San Lorenzo tras dos partidos por la Copa Sudamericana y pasó lo inverso.
River acertó con un gol de Maidana en el Gasómetro y logró mantener cerrado su arco con un rendimiento excelente de su arquero Marcelo Barovero, que se incrementó en el encuentro de vuelta. Allí, el cuadro de Ramón Díaz acentuó su trabajo defensivo y si bien el equipo de Juan Antonio Pizzi les generó media docena de llegadas claras, no pudo establecer la ventaja y quedó eliminado. Ese River defensivo, especulador, chiquito en la propuesta y en su ejecución, fue defendido por Ramón Díaz, que luego declaró su satisfacción porque hicieron un plantel “inteligente” y que “el problema lo tenía San Lorenzo y nosotros lo pudimos aprovechar”.
Carlos Bianchi no emitió palabras cuando se lo consultó por la pésima actuación del juez Maglio y del asistente Scime, luego que le anularan dos goles y no le sancionaran dos penales a Belgrano, en el partido que Boca le ganó 2-1 al celeste cordobés en el Mario Kempes. La parte de la biblioteca que aconsejaba llamarse a silencio en su estilo stampa, marcó lo que no dijo el Virrey, acostumbrado a quejarse de los árbitros, pero casi nunca a aceptar que un juez lo favoreció.
Ramón Díaz intentó condicionar a Germán Delfino, el árbitro designado para dirigir el choque con Boca, con distintas declaraciones que podían preparar el terreno a un futuro conflicto, ya que el juez lo había expulsado en las dos ocasiones anteriores. Delfino hizo un muy buen trabajo y quedó fuera de lugar que Díaz, pese a la derrota y el enojo habitual, dijera palabrotas contra Delfino. No pasó nada y todo quedó ahí.
Sin embargo, la pelea dialéctica carece de legitimidad desde cualquier sector, porque el 90% o más de las circunstancias se determinan en función de cómo salió el partido, si la pelotita ingresó en el arco contrario o en el propio. Suele decirse que nadie resiste un archivo y en el fútbol, a la hora de hablar, es rigurosamente cierto. Después se gastan palabras argumentando que el resultado importa, pero no tanto. Deberían guardar silencio, sencillamente, o en todo caso aceptar que cambian de acuerdo a él. Todo es según el color del cristal con que se lo mira.