Entre Ríos y, en menor medida, el sur de Santa Fe, son las zonas productivas del país donde hay mayor impacto ambiental por la aplicación de agroquímicos, según un informe elaborado por la empresa argentina SIMA Agtech (Sistema de Monitoreo Agrícola).
El mayor nivel responde de forma directa a los diferentes cultivos que se siembran, la rotación de los mismos, la cantidad de aplicaciones e incluso los diferentes productos que se utilizan durante la campaña, dijeron desde la empresa en la nota publicada en el sitio especializado Código Campo.
Para este estudio, la compañía se basó en el coeficiente EIQ (coeficiente de impacto ambiental, por su sigla en inglés), un indicador que permite evaluar ese impacto. SIMA, asimismo, analizó la cantidad de aplicaciones que se hace por cada cultivo y determinó que en promedio, para los tres principales (soja, maíz y trigo), el valor de EIQ por aplicación es de 9,40, lo cual para la escala de referencia utilizada se puede catalogar como de “impacto bajo”.
SIMA es una AgTech que surgió en 2013 en Argentina con el objetivo de ofrecer a los productores una plataforma para monitorear, controlar y analizar los datos de los cultivos.
Los insecticidas, primeros
En términos generales los principios activos de los insecticidas con 30,3 de EIQ son los que ocupan el primer lugar del podio, en tanto que los de fungicidas tienen en promedio un valor del indicador de 29,6 y, por último, con un valor de 19 están los herbicidas.
Analizando la información por cultivo se puede observar cómo el uso de los disímiles principios activos modifica el resultado final del impacto ambiental.
El EIQ ponderado por área aplicada, para cada cultivo, “muestra cuál es el valor del indicador cuando se miden solamente los herbicidas. Si bien pudo verse que hay algunos principios activos que se usan en los tres cultivos, las dosis utilizadas, las mezclas y la cantidad de aplicaciones realizadas son distintas y eso, obviamente, es lo que hace que los resultados difieran”, explicaron desde la compañía.
Según SIMA, “es interesante el caso del glifosato y el 2.4D, por ejemplo, donde una sola aplicación del primero en el cultivo de soja genera menos impacto ambiental que una sola aplicación del segundo en el mismo cultivo (17.19 vs 30.52)”.
Pero cuando se evalúa el indicador ponderado por el área total aplicada, que considera el número de aplicaciones, el área en cuestión y la dosis, el glifosato “genera algo más de impacto que el 2,4D (49.64 vs 43.27). Este resultado básicamente se explica por un mayor número de aplicaciones con glifosato (1.56) que de 2.4D (1)”.
Como conclusión, desde SIMA aclararon que “es importante tener presente que el indicador por sí solo no nos dirá nada, entender qué hay detrás de cada número es importante, incluso, para poder tomar decisiones de qué aplicar, cómo y cuándo”.
“Elaboramos tableros de medición de impacto ambiental en el cual podemos medir en tiempo real y de manera constante este u otros indicadores tales como índice de rotación de cultivos, tiempos de suelo descubierto, uso por bandas toxicológicas, etc. Aportar a una agricultura inteligente, sustentable y colaborativa es nuestro objetivo”, concluyeron.
Fuente: Página Política – Código Campo