Desde que Samuel Moreyra, un joven de Gualeguaychú que se dedica a realizar paseos guiados en reservas naturales y a la fotografía, encontró las marcas y se puso en contacto con gente aficionada a los avistajes de OVNIS, han pasado al menos dos meses.
Sin embargo, el informe realizado bajo la supervisión Luis Burgos, titular de la FAO (Fundación Argentina de Ovnilogía) desde 1984 y miembro fundador del ICOU (Investigadores de Campo OVNI Unidos), fue publicado hace apenas un par de días. Allí, entre otras cosas, se destaca que “uno de los puntos preferidos dentro de la investigación OVNI es, sin dudas, el fenómeno del aterrizaje, ya que permite rescatar evidencias físicas muy significativas”.
Burgos ha investigado el fenómeno desde 1969; ha recorrido campos de casi todas las provincias argentinas donde ha encontrado, según afirma, “centenares” de huellas producidas por supuestos descensos de objetos desconocidos. Su vinculación con el tema lo ha convertido en fuente de consulta de parte de los medios de comunicación y ha participado de programas de televisión como los conducidos por Susana Giménez y Alejandro Fantino.
En su informe, realizado gracias a la colaboración de Guillermo Cedrés y Marita Morales, de Ufología Gualeguaychú, se indica que “Gualeguaychú está posicionada en su provincia, como uno de los sitios top de apariciones OVNIS a lo largo del tiempo y con gran cantidad de huellas en sus campos”.
Apenas Burgos recibió la información de que un vecino de Gualeguaychú había descubierto un par de huellas en inmediaciones a su domicilio, convocó a Cedrés para que dé inicio a una investigación en el lugar: “De toda la pesquisa realizada en la zona, con dron incluido, como primer dato a resaltar, nos enteramos que dicho rastro no es fresco, sino que permanece allí desde principios del año 2000, es decir, hace nada menos que dos décadas”. Se trata de un símbolo de infinito y de un círculo perfecto, de 15,5 metros de diámetro.
Según testimonios de vecinos de la zona, “esta huella apareció una mañana frente al antiguo supermercado Norte (actual Carrefour), ubicado en calle Primera Junta y ruta 136”. El informe destaca que algunos recuerdan que “por esos años, inclusive, un grupo de personas del barrio había presenciado una noche, en la zona en cuestión el merodeo y descenso de una extraña luminosidad. Sea dicha anomalía nocturna o no la causante del rastro, los 20 años transcurridos no hicieron mella ya que no se deformó ni se cubrió por la vegetación del terreno”.
El ufólogo Guillermo Cedrés se mostró asombrado por el hecho de que esas huellas hayan estado tan cerca de la ciudad durante tantos años y no haberlas visto antes. “Cuando fuimos, una de las personas que fue conmigo sintió náuseas estando dentro del círculo. Quise tomar fotos y filmar con el dron y se me desconfiguró, se desmagnetizó el GPS y no pude volar; y la filmadora, una Go pro se me jodió”, relató. En ese sentido aclaró que en el lugar, si bien hay líneas de tensión, no son de alta sino de media y se encuentran a 300 metros.
Otro detalle que llama la atención de Cedrés es lo que ocurrió con las brújulas: “Estando sobre el borde del círculo mirando hacia el norte, la aguja se inclinaba hacia dentro del círculo, mientras que, si nos parábamos dentro del círculo, ocurría al revés”.
Los ufólogos también llevaron buscametales y no lograron encontrar nada sobre la huella: “Si bien subía y bajaba la sensibilidad, era un pitido constante”.
El descubrimiento
El 27 de julio, Samuel Moreyra salió a caminar con sus perros como lo hace todos los días. Siempre pasa por Carrefour, pero toma por calle Magnasco en dirección a la ruta 136. Sin embargo, ese día se le ocurrió llevarlos al campo que está al lado del supermercado para que corrieran y jugaron sin la correa.
“Cuando llegué les saqué las correas, los perros jugaban entre ellos y corrían yo los seguía de atrás hasta que llegué sin darme cuenta al centro de un círculo que había en el medio del campo. En ese momento no pensé nada, lo miré asombrado por su perfección y traté de darle una explicación que no tuve”, detalló Samuel y mostró su asombro ante el detalle de que “todo el mundo pasaba sin darle importancia. Algunos sólo respondían ‘son de caballos’, pero no. No hay marcas de caballos sobre la huella, ni de rodados. Yo tengo conocimientos sobre naturaleza y no encontré cómo explicar esa marca”, reflexionó.
“Después que salí del campo fui a casa a investigar un poco pero no encontré nada. Buscaba datos sobre enfermedad del suelo, cosas así. Lo más curioso que encontré fue que mapeando en Google Maps me encontré con imágenes satelitales de muchos años atrás con el círculo o marca. Y una curiosa figura de un ocho acostado o un infinito. Así que bueno, decidí escribir a la Fundación Argentina de Ovnilogía y a ellos le re interesó el caso. Rápidamente abrieron una investigación”, resumió.
El primero
En un artículo escrito por Gustavo Fernández para un medio local, en noviembre de 2016, se rescata que el 20 de noviembre de 1855 fue un día muy particular en la ciudad de Gualeguaychú. Según el diario “Ecos del Litoral” del día siguiente, en horas de la mañana numerosos vecinos vieron aparecer una “luz muy brillante”, que a medida que pasaron los minutos definió su aspecto y forma. Su luminosidad no era eclipsada por el sol, sino, por el contrario, en tanto pasaba el tiempo se acrecentaba aún más.
Un par de telescopios en poder de vecinos intelectualmente inquietos, permitió observar en detalle al objeto que -según relatan quienes exhumaron este curioso informe, el investigador local Carlos Atilio Rieger, el doctor José Brunetti y el señor Luis Luján, sobre archivos del Instituto Magnasco, de esa localidad- “adoptaba la forma de una medialuna en menguante, alrededor de la cual giraba un disco, como los anillos del planeta Saturno”.
El extraño objeto continuó desplazándose por el cielo hasta perderse en el horizonte (lo que, teniendo en cuenta la baja construcción de entonces, permite suponer que la observación fue prolongada) y durante el resto del día fue la comidilla del pueblo, dando lugar a las más extrañas especulaciones; desde quienes, con cierta formación cultural, lo suponían un extraño fenómeno atmosférico o astronómico, hasta quienes quisieron ver en él un signo profético de naturaleza religiosa.
Fuente: El Litoral / Sabina Melchiori