La localidad del departamento Uruguay fue fundada un 29 de septiembre. Aquí un lindo recuerdo de aquellos años y la visión del día de hoy. Este domingo se conmemoran 120 años de la fundación de Villa Mantero, una ciudad muy querida de nuestro departamento Uruguay. Para
recordar este acontecimiento, replicamos un texto enviado por Elías Antonio Almada, donde con mucha nostalgia pero con datos importantes recuerda la fundación de la «Villa».
Hacia 1893 existía en el lugar la estación 1° de Mayo del ferrocarril entrerriano y un pequeño caserío a su alrededor, don Juan Seró (un acaudalado comerciante de la época) compró las tierras aledañas y el 29 de septiembre funda el pueblo poniéndole como nombre Villa Mantero en homenaje a su suegro Juan A.
Mantero un reconocido jordanista que llegó a ser ministro de hacienda del gobernador Racedo hasta que este llevado por el afán de valorizar sus tierras y la de sus familiares y amigos impulsa el traslado de la capital de Concepción del Uruguay a Paraná. Mantero renuncia a su cargo quejándose en la nota que eleva al gobernador de su actitud, este se la rechaza y directamente lo destituye del cargo iniciándole un proceso judicial por lo que junto a otros ciudadanos – Anastasio Cardássy, Luis Pérez Colman, Juan Celay y varios más – se exilia en Paysandú, donde había nacido y residía Juan M. Seró.
Juan M. Seró viajaba continuamente a un lado y otro del Río Uruguay, hasta que decide radicarse en la zona ingresando a la Logia Jorge Washington; Manuel Fernández Spiro, Garibaldi Pacífico Malatesta, fueron algunos de los que se iniciaron con él y de esa Logia serían varios de los nuevos propietarios en Villa Mantero al fundarse. A lo largo de su historia la Villa progresó y retrocedió al ritmo de los vaivenes de la región, tuvo épocas florecientes, en la que fue centro de la región contó con una próspera actividad comercial, y hasta con su propio periódico «Ecos de Gená».
Como tantos pueblos del interior fue expulsor de sus hijos, a tal punto que hoy podemos decir que para muchos es la Villa de los abuelos, donde quizás nacieron sus padres, y seguramente convocados por esos afectos cada tanto regresan de visita, y con un halo de nostalgia en su mirada mojan con alguna lágrima sus calles polvorientas.