Hoy, en la conmemoración de Santa María, Reina, se lee el libro de Isaías (9,1-6) donde el profeta dice: «El pueblo que andaba en tinieblas, vio una gran luz»; y el evangelio de San Lucas (1,2638) donde se relata el episodio en que el Ángel Gabriel anuncia a la Virgen María que iba a ser la madre de Jesús
Santa María Reina. Este título mariano manifiesta la conexión que entre la realeza de María y su asunción a los cielos. La doctrina de la Iglesia dice que si María subió en cuerpo y alma al cielo fue para ser allí coronada por su hijo, Jesús, como Reina y Señora de cielos y tierra. La realeza de María es un tema tradicional en la Iglesia, proclamada por la tradición oriental y occidental. La liturgia la llama Reina en varias antífonas. Desde hace mil años se reza y canta en toda la Iglesia la invocación «Salve Regina». Pío XII clausuró el Año Mariano Universal, el 11 de octubre de 1954, instituyendo la fiesta litúrgica de María Reina y publicando una Carta Encíclica -«Fulget corona»- sobre el tema. El Concilio Vaticano II en la Constitución «Lumen Gentium», declaró que «María fue asunta a la gloria celestial y ensalzada por el Señor como Reina Universal».
San Felipe Benicio
Era natural de Florencia. Terminados sus estudios en París, ingresó en la Orden de los Siervos de María, de la que llegó a ser Superior General. Era tal su fama, que a la muerte de Clemente IV, los cardenales deseaban sentarlo en la sede de San Pedro, pero él se ocultó en el monte Juniate por espacio de tres meses hasta que fue elegido Adriano V, que vivió 40 días y luego Gregorio X. Este papa envió a Felipe para que pacificara y calmara la animosidad que existía entre los Güelfos, adictos al papado, y los Gibelinos, partidarios del emperador. Murió en Todi, Italia, el año 1285.