Antonio Cardoso, el empleado estatal acusado de haber cometido abuso sexual contra seis mujeres en Paraná a lo largo de años, acordó en juicio abreviado la pena de 14 años de prisión efectiva tras un pacto entre la Fiscalía, la Querella y la Defensa del procesado.
Una vez homologado el acuerdo entre las partes, que incluye el reconocimiento total del acusado de los delitos que se le imputaron, en la audiencia ante el juez se deberá homologar el acuerdo para que finalmente Cardoso cumpla la condena en la cárcel, adonde está con prisión preventiva desde 2020.
La Fiscalía había adelantado que solicitaría 18 años de prisión para el acusado, mientras que la querella exigiría una pena de 23 años. Finalmente, en el acuerdo se consigna que la confesión de Cardoso opera como un factor atenuante de la pena. Sin embargo, son consideradas como agravantes la situación de vulnerabilidad e indefensión en la que colocó a las víctimas, al utilizar drogas para adormecerlas.
El acuerdo fue elaborado entre Ileana Viviani y Leandro Dato, fiscales de la Unidad Fiscal de Violencia de Género y Abuso Sexual de la ciudad de Paraná, los abogados Marcos Rodriguez Allende y Boris Cohen, por la querella, y Corina Beisel.
El relato de una las víctimas
Cardoso es oriundo de Nogoyá pero vive en la capital provincial hace años. Tiene 59 años y es soltero. Cuando se conoció su caso de depredación sexual era empleado jerarquizado del Estado provincial, con funciones en el área de Derechos Humanos del Ministerio de Gobierno.
Tenía un modus operandi para violar mujeres: actuaba bajo la falsa promesa de empleo en el Estado. El hombre solicitaba currículum a sus víctimas, a quienes citaba para supuestas “prácticas” de trabajo en de su misma vivienda, una finca en calles Italia y Montevideo que actualmente está demolida. Una vez adentro de la casa, mediante diversos ardides las hacía consumir sustancias, que las adormecían y así él abusaba sexualmente de ellas. Otra víctima del estatal reveló detalles de los abusos a los que fue sometida
Se hacía pasar por curandero
En la vivienda en la que se aprovechaba de sus víctimas, ubicada en la zona céntrica de Paraná, se hacía pasar por curandero. Cuando lograba que sus víctimas, con promesas de trabajo, llegaran a su casa tras acordar un turno previo, les daba a beber una infusión diciéndoles que se trataba de agua bendita con limón y que con eso iba a comenzar su sanación, pudo saber Códigos el programa que se emite por Elonce TV.
El brebaje que les suministraba tenía un importante somnífero que las adormecía, prácticamente desvanecidas sin poder prestar consentimiento valido o repeler cualquier acción, las trasladaba a su habitación donde una de las víctimas, según relató, tras desnudarla, le mostraba pequeñas pelotitas de gel que -de acuerdo a lo que Cardoso le explicaba- “era un mal que le estaba curando”.
Esta víctima relató que luego de que Cardoso la sometiera sexualmente, éste le decía que «solo así la iba a curar» y que no debía contar nada de lo ocurrido a nadie porque podrían pasarle cosas muy graves a ella y a su familia.
Para asegurarse de que nadie supiera lo que había hecho, el abusador tenía distintas formas de amenazar a las víctimas: a algunas las engañaba con creencias milagrosas para que guardaran silencio, o de lo contrario sufrirían algún maleficio; a otras les decía que si contaban lo que les había hecho en su casa iba a permitir que suceda un mal inminente sobre ellas o alguno de sus seres queridos; cuando notaba que esto no iba a alcanzar, como sucedió con una de las chicas, la amenazó con un arma de fuego, que no fue encontrada en los allanamientos, pero se podría tratar de un revólver calibre 22 o 32.
Según se desprendió de la investigación, Cardoso ha violado en forma sistemática a al menos seis mujeres, todas jóvenes y en especial estado de vulnerabilidad, ya sea por problemas de salud o por falta de trabajo. Siempre utilizó el mismo ardid para engañarlas y llevarlas a su casa de calle Italia y Montevideo o en una oficina de calle Laprida y Tucumán, a una cuadra de Tribunales: les ofrecía trabajo en dependencias públicas o decía que era curandero y las sanaría.
A todas las adormecía con fármacos como clonazepam (droga que fue secuestrada en su domicilio) y en esa situación de indefensión las violaba. Además de las seis víctimas, hay muchas denuncias más de mujeres que refirieron haber sufrido situaciones similares y haber podido escapado a tiempo. Otros casos de abusos sexuales no fueron imputados porque prescribieron con el paso del tiempo: el hecho más antiguo detectado hasta ahora sucedió en 2001.