Las orquídeas son admiradas por las más diversas culturas desde la antigüedad: en la China antigua la consideraban curativas, los griegos las creían afrodisíacas y los aztecas las utilizaban para endulzar el cacao.
Víctor Lallana es orquideófilo y fue docente titular de la cátedra Fisiología Vegetal de la Facultad de Ciencias Agropecuarias hasta 2019. La belleza y particularidades de estas plantas lo llevaron a ponerse en contacto con otros aficionados locales. “Para 2005, éramos un grupo de alrededor de diez personas y constituimos la primera Asociación Paranaense de Orquideófilos: nos juntábamos a investigar, compartir, participar de eventos en otras provincias y desentrañar los secretos de esta planta”, relató.
En diversos encuentros realizados en Misiones, Corrientes y Santa Fe, el grupo notó una problemática repetida: las orquídeas nativas eran extraídas para la venta sin ningún tipo de control, situación que se daba especialmente en la selva misionera y amenazaba la existencias de algunas especies.
Como ingeniero agrónomo y docente Lallana se propuso ayudar a revertir esta situación. La posibilidad llegó de la mano de dos proyectos de investigación científica, desarrollo e innovación tecnológica PID-UNER.
El cultivo in vitro
El primer PID comenzó en 2006, estudió la conservación de diversas especies de orquídeas a través de la técnica de micropropagación: reproducción de plantas en laboratorio a partir de un método de cultivo.
El objetivo de la investigación fue reproducir especies y ponerlas a disposición de la comunidad, especialmente aquellas que estaban en peligro de extinción y las que eran nativas de la flora autóctona argentina.
El proyecto, realizado en forma conjunta por las cátedras de Botánica Sistemática y Fisiología Vegetal recibió el apoyo altamente significativo de estudiantes becarios y la colaboración de expertos externos como Marcela Sanchez (INTA Castelar – Jardín Botánico Arturo E. Ragonose).
Para poder desarrollar cultivos in vitro se acondicionó un laboratorio y levantó un vivero con un sistema especializado de irrigación. Como resultado, se logró el ciclo completo de cultivo de diez especies; un proceso que involucra: sembrar la semilla, obtener plantines en frascos de cultivos, multiplicarlos, hacerlos enraizar y, cuando alcanzan entre 4 y 5 centímetros, aclimatarlos con las condiciones adecuadas de alta humedad relativa y poca intensidad lumínica para luego llevarlas a invernáculos con riego y cuidados diarios.
Todo el procedimiento puede demorar hasta un año y medio, mientras que la primera floración llega entre los 24 y 48 meses. Sin embargo, “la paciencia y el cuidado tiene una gran recompensa: una vez que la orquídea florece por primera vez, florecerá todos los años”, destacó Lallana.
Las semillas polvo
En 2014 inició el segundo PID-UNER, con el objetivo de crear un banco de germoplasma para semillas de orquídeas y la elaboración de sus protocolos específicos.
“De las flores que obteníamos conservábamos las semillas, que son diminutas y cuando se las extrae parece un talco. Para observarlas hay que hacerlo bajo lupa o microscopio. Luego, se las secaba y guardaba a cuatro grados.”, explicó.
Luego, en el banco de germoplasma se realizaron pruebas de viabilidad para saber si, pasado todo el proceso, aún conservaban su poder germinativo. La recopilación de datos de este trabajo, permitió elaborar una serie de protocolos y más de 50 fichas informativas por cada especie de semilla: características, color, tamaño, forma, datos de germinación, entre otros.
El desarrollo y los resultados de las investigaciones, fueron publicados en la última edición de la Revista Científica Agropecuaria de la Facultad.
El camino de la jardinería a la agronomía
Además de la investigación de orquídeas, la Facultad posee variedad de proyectos que destacan la importancia de continuar trabajando sobre ese área de conocimientos y, en especial, en la jardinería como factor determinante para mejorar la calidad de vida de las personas.
Por su parte, María Isabel Laurencena, docente de la cátedra de Espacios Verdes y coordinadora del Jardín Botánico Oro Verde hasta 2011, estudió el impacto del arbolado urbano en la ciudad de Paraná. A través de un exhaustivo relevamiento, exhibió cómo la mayor humedad en la bóveda del árbol, la retención del polvillo atmosférico, el control del ruido, entre otros aspectos, se vuelven “elementos que hacen al bioconfort en la ciudad”, señaló La profesional.
En tanto área de investigación, la jardinería aborda normas que sirven para crear y conservar los espacios verdes, ya sea en propiedades particulares como en espacios públicos. Por otro lado, la agronomía como campo disciplinar, aporta conocimientos sobre las plantas empleadas, la utilización de especies autóctonas y las fechas de siembra, así como las actividades culturales según las exigencias ecológicas, de suelo y clima, entre otros aspectos.
Las fotografías son un aporte de Víctor Lallana.