Hoy, viernes de la trigésima segunda semana durante el año, se lee el libro de la Sabiduría (13,1-9) donde dice: «Si los hombres fueron capaces de develar el cosmos, ¿cómo no descubrieron antes a su Señor?»; y el evangelio de San Lucas (17,26-37) en el pasaje donde Jesús anuncia el fin de los tiempos.
San Alberto Magno, obispo y doctor Nació en 1206 en Lavingen (Alemania). Tras estudiar en Padua y París, ingresó en la Orden dominica y fue enviado a enseñar filosofía y teología en Colonia y en la Sorbona de París. En ésta tuvo como discípulo a Tomás de Aquino. Fue provincial de su Orden en Alemania y luego obispo de Ratisbona. El Papa le autorizó a dejar el obispado y volver a su cátedra de teología en Colonia. Además de teólogo fue un gran sabio que descubrió los secretos de la naturaleza, de las estaciones, de la Vía Láctea.
Se lo reconoce como el constructor del primer robot. Era una verdadera enciclopedia de su tiempo. Murió en Colonia en 1280, dejando gran cantidad de libros científicos. En 1931 Pío XI lo declaró santo y Doctor de la Iglesia. Pío XII lo designó patrono de los naturalistas y cultivadores de las ciencias naturales. San Leopoldo de Austria Hijo de Leopoldo el Hermoso, también santo, y de Inés, hija del emperador Enrique IV, heredó los Estados austríacos de su padre en 1096. Gobernó con tan notable prudencia que se ganó el corazón de sus súbditos. Su palacio era el asilo de los necesitados. Fue modelo de príncipe piadoso y al mismo tiempo valiente, y se lo conoció como Leopoldo el Bueno.