Aunque no existían precisiones sobre las causas de inicio de las detonaciones, las especulaciones señalan que se trató del estallido de un depósito que guardaba toneladas de nitrato de amonio.
Líbano sufrió este martes otro golpe contundente a su ya deteriorada situación socioeconómica, con dos explosiones en la zona portuaria de Beirut que dejaron al menos 73 muertos y miles de heridos, hospitales destruidos o desbordados e impactantes imágenes que dieron la vuelta al mundo apenas ocurridos los hechos.
Aunque no existían precisiones sobre las causas de inicio de las detonaciones, las especulaciones iban desde la explosión en un barco que transportaba fuegos artificiales hasta el estallido de un depósito que guardaba toneladas de nitrato de amonio, la hipótesis que hacia el final del día parecía más firme.
Entre los cientos de edificios afectados en la zona se encuentra la embajada argentina, ubicada a unas 20 cuadras del puerto, que, según la Cancillería, fue seriamente dañada en su interior, sin que se registraran heridos.
A un primer reporte que daba cuenta de 27 muertos le siguió otro que subió la cifra a 50 y luego uno más que ubicó a las víctimas fatales en 73, mientras se registraron más de 3.000 heridos.
Aunque el presidente Michel Aoun convocó de inmediato a una
“reunión urgente” del Consejo Superior de Defensa para analizar las posibles
causas del hecho, el primer ministro Hassan Diab fue tajante al advertir que
los responsables “deberán rendir cuentas».
«Aquello que sucedió hoy no pasará sin consecuencias –dijo Diab en un
mensaje televisivo-. Los responsables de esta catástrofe pagarán el
precio». El Consejo de la Defensa declaró a la capital como “zona de
desastre” y la destrucción total o parcial de los hospitales cercanos obligaba
a trasladar a los heridos a otras ciudades.
El presidente Aoun escribió en la red Twitter que era «inaceptable»
que hubiera 2.750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas de forma insegura.
Mientras el Ejecutivo anunciaba para hoy un día de luto en todo el país, el gobernador de Beirut, Marwan Abboud, comparó la situación de daños y víctimas con Hiroshima, una de las dos ciudades japonesas a las que Estados Unidos atacó con bombas nucleares al final de la Segunda Guerra Mundial.
Un lejano recuerdo a esos ataques generaron las decenas de filmaciones del enorme hongo de humo, entre rojizo y negro, que habitantes de la ciudad tomaron con sus teléfonos celulares y que rápidamente se viralizaron en redes y medios.
En medio de los esbozos de explicaciones sobre las razones de las explosiones, el jefe de Seguridad Interna, Abbas Ibrahim, explicó a la prensa, tras visitar la zona, que los estallidos ocurrieron en una sección del área portuaria que almacena materiales altamente explosivos, aunque no pirotecnia, como se había informado antes, según la estatal agencia de noticias NNA.
Ni los reflejos de la guerra
«Tenemos reflejos de guerra, pero nunca vimos esta destrucción en Beirut», contó la profesora Gulnar Wakim, quien dijo que «la destrucción del centro y el casco histórico es total. No quedan vidrios sanos en ningún lado. Amigos que estaban a 30 minutos de la explosión envían fotos de sus casas y todas fueron alcanzadas».
Gulnar Wakim tiene 43 años, vivió varias guerras y, sin embargo, hoy no duda en afirmar que nunca vio «una destrucción similar en Beirut» como la que dejaron las dos masivas explosiones en el puerto de la ciudad.
La profesora universitaria, especialista en el rol de las mujeres en las sociedades árabes, estaba en una localidad apenas fuera de Beirut cuando estalló la explosión, pero la sintió como si hubiese sido al lado, contó a la agencia de noticias Télam.
Sus «reflejos de guerra» hicieron que su primera reacción fuera llamar a sus seres queridos e ir a la ciudad a buscar a su familia.
«Tenemos reflejos de guerra, pero nunca vimos esta destrucción en Beirut. La destrucción del centro y el casco histórico es total. No quedan vidrios sanos en ningún lado. Amigos que estaban a 30 minutos de la explosión envían fotos de sus casas y todas fueron alcanzadas», contó la profesora.
«De las casas más cercanas a la explosión, en cambio, no llega información. Allí la cosa es mucho más complicada porque no queda nada y las personas están heridas o fallecidas», agregó.