Entre Ríos ingresó a la fase cuatro y el gobierno de la provincia debió instrumentar una serie de herramientas y lineamientos para conducir la apertura del 90 por ciento de la actividad económica, y el 75 por ciento de la industria, de una manera compatible con las medidas y políticas sanitarias que preserven de algún modo el cuidadoso mapa epidemiológico que supimos conseguir.
La palabra protocolo empezó a tomar cuerpo y a ordenar de manera creciente el flujo de los cuerpos, vehículo predilecto de este extraño virus.
La salud, la primera variable en estudio dado el acontecido escenario de pandemia, viene registrando una performance en la provincia que ha permitido a los entrerrianos sentirse cuidados, tal cual arrojan sondeos al azar y otros más sistematizados que han estado circulando en los últimos días. A una semana de la puesta en práctica de la apertura de las actividades anunciada por el presidente, nuestra provincia ha permanecido con 29 casos confirmados, y la mitad se ha recuperado. Índices muy por debajo de provincias vecinas, en especial las de la región centro que superan el centenar de casos positivos de Coronavirus. El dato más alentador que fundamenta esa sensación de protección no se refleja claramente en los números, pero se extrae del accionar en materia de vigilancia epidemiológica realizado en estas tierras. Solamente con los dos últimos casos surgidos en Gualeguaychú se aislaron a más de 120 personas. Algo similar había sucedido ya en Gualeguay, donde el modo en el que desembarcó el virus en esa ciudad anunciaba una posible expansión a gran velocidad. Pero ahí estuvo el Estado para controlar la situación. ¿Es posible pensar sin Estado hoy? Miremos a Brasil sino.
En ese sentido, el gobierno provincial, con el gobernador Gustavo Bordet a la cabeza, ha mantenido desde el primer día de cuarentena una aceitada conducción del proceso en ciernes. La cuarentena llegaba para quedarse y a un fortalecido equipo de Salud, impregnado por la visión sanitarista histórica, sobrevinieron además una serie de decisiones en materia de inversión social, lineamientos educativos para garantizar las trayectorias escolares, políticas de protección y, por supuesto, medidas tributarias y económicas que, apoyadas en decisiones nacionales, han permitido a Entre Ríos sobrellevar el capítulo local de esta crisis mundial de manera satisfactoria.
Así es como, atalonados en la muy buena estrategia sanitaria y una profusa estrategia comunicacional que ha logrado fortalecer el vínculo diario con de los ciudadanos con el Estado provincial, la tierra de Pancho Ramírez abrió paulatinamente las puertas de sus empresas y, hace tan sólo una semana, las de muchos de sus comercios. La actividad agropecuaria, centro y motor de la economía provincial, nunca cesó en su cuantiosa actividad, y también el comercio internacional que tiene ahora en los puertos reactivados enclaves significativos, también se ha mantenido activo. Son algunas de las 44 actividades que la provincia habilitó en medio de la pandemia, y a las que ahora se suman, decisiones municipales mediante, otras muchas. Nunca antes la condición insular de Entre Ríos, el protagonismo de la ruralidad en su fisonomía y su antigua pero sabia distribución demográfica, le han jugado tan a favor. Pero al César lo que es del César. Porque a diferencia de aquellas jurisdicciones en las que no ingresó nunca el virus, acá si lo hizo, pero se ha podido contener su circulación.
El despliegue de esta acción ordenadora del Estado provincial incluyó en gran medida la participación activa del gobernador que, a diferencia de algunos de sus pares, decidió ponerse al frente de las acciones recorriendo, protocolos mediante, industrias, hospitales, cooperativas y conferencias de prensa. Una señal inequívoca de cercanía y empatía doblemente necesarias en tiempos de angustia y aislamiento, pero también de conducción y presencia en una época donde la incertidumbre política no da respiro y agita las aguas que todavía siguen bajando.