El número de pacientes hospitalizados en cuidados intensivos en Italia disminuyó por primera vez este sábado, lo que avivó la esperanza de poder atajar la propagación del coronavirus dentro de poco.
La cifra descendió por debajo de los 4.000 (3.994, frente a los 4.068 de la víspera). No había bajado de ahí desde finales de febrero, cuando la pandemia se disparó en el país, que sigue siendo el más castigado del mundo, según las cifras oficiales (más de 15.000 muertos).
Esta bajada inédita “es una noticia importante porque permite que nuestros hospitales puedan respirar. Es la primera vez que esta cifra está a la baja desde que gestionamos esta emergencia”, declaró el jefe de la protección civil, Angelo Borrelli.
El descenso se registró sobre todo en Lombardía (norte), la región de Milán, la más afectada, cuyos hospitales son no obstante de excelente calidad, aunque están desbordados.
Según el balance diario, 681 personas murieron en las últimas 24 horas en Italia, una cifra que si bien sigue siendo alta, muestra un descenso, de más del 10% respecto al viernes (766).
“Es un mensaje fuerte que no debe interpretarse, en absoluto, como una señal de que habríamos superado la fase crítica. Muestra que lo que se puso en marcha fue útil”, señaló por su parte el jefe del Consejo de Seguridad de Salud, Franco Locatelli.
Las señales de desaceleración constatadas desde hace una semana en Italia estuvieron acompañadas, no obstante, de reiterados llamados por parte de las autoridades a “no bajar la guardia”.
El gobierno advirtió a los 60 millones de italianos, van ya por su cuarta semana de confinamiento, que las medidas restrictivas a sus libertades se irán levantando de forma progresiva, por fases. El viernes, Angelo Borrelli consideró que el 1 de mayo seguirían en vigor.
El gobierno debe anunciar el domingo o el lunes nuevas medidas de rescate para la tercera economía europea, fuertemente golpeada por la pandemia.
Como España, otro país europeo duramente castigado, Italia reclama una mutualización de la deuda entre miembros de la Unión Europea, algo que los países del norte, con Alemania y Holanda a la cabeza, rechazan de plano.