En los últimos días experimentamos temperaturas muy elevadas, que llegaron a los 38 grados de sensación térmica y convirtieron la cuidad en un verdadero horno, el alivio parece que llegará junto a las lluvias, pero con ellas se espera un notorio descenso de la temperatura luego del fin de semana. A las variaciones normales del clima, hay que sumar los cambios que se encuentran en exteriores e interiores, debido a la utilización de aires acondicionados. Todos estos desajustes térmicos pueden impactar gravemente sobre el organismo. ¿Qué consecuencias tienen para la salud? ¿Cómo podemos evitar las enfermedades de verano?
Es importante destacar que los cambios de temperatura en sí no provocan enfermedades víricas o bacterianas, sino que debilitan a nuestro organismo y nos hacen más propensos a padecerlas. Tanto las temperaturas altas como las bajas ejercen un efecto sobre nuestra salud y son determinantes en el centro termorregulador corporal, ejerciendo un efecto adverso en algunas de nuestras funciones fisiológicas, e incluso, modificando el poder de nuestras defensas. Por ejemplo, las temperaturas extremas del aire acondicionado contribuyen directamente a las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, sobre todo entre las personas de edad avanzada. Además, favorecen la transmisión y contagio de gérmenes y se identifican varios síntomas o patologías asociados a la calidad y la temperatura del aire dentro de los hogares: sequedad, picazón, lagrimeo y enrojecimiento ocular, congestión y goteo nasal, estornudos, resfriado, dolor de garganta, asma, rinitis, tos seca, bronquitis, dolor de cabeza, somnolencia, letargo, irritabilidad, ansiedad, náuseas, mareos, exceso de sudoración, etc. ,En el caso del calor extremo, los niveles de polen y otros alérgenos son mayores y vuelven vulnerable al cuerpo, que se ve forzado a adaptarse constantemente y queda expuesto a diversas enfermedades. Además, podemos sufrir golpes de calor, un aumento de la temperatura del cuerpo que lo lleva a perder el agua y las sales necesarias para un correcto funcionamiento. Si bien pueden afectar a cualquier persona, el grupo de riesgo está conformado principalmente por bebés, niños y personas mayores a 65 años. Muchas veces se le resta importancia a esta situación, pero lo cierto es que requiere atención inmediata ya que si no se trata puede dañar gravemente la salud del paciente. Los síntomas más comunes de los golpes de calor pueden ser dolor de cabeza, mareos, posible pérdida de conciencia, piel enrojecida, pulso débil y temperatura corporal elevada. En caso de que una persona tenga estos síntomas, lo aconsejable es trasladarla a un lugar fresco, fuera del alcance del sol, darle de beber agua fresca para hidratarla, mojarle las muñecas con agua fría, ponerle hielo en la cabeza y solicitar ayuda médica lo más rápido posible. En estos ajustes, el sistema inmunológico cumplirá un rol fundamental debido a que es el encargado de defender al organismo ante bacterias y virus. A través de una reacción organizada, el cuerpo ataca y destruye los organismos infecciosos que lo invaden. Un sistema inmune débil o menos activo de lo normal nos convertirá en un blanco fácil para contraer infecciones bacterianas o virales a repetición, e incluso enfermedades más severas. Reforzar y estimular el sistema inmunológico ayudará a prevenir una gran cantidad de patologías.
10 recomendaciones para protegernos de los cambios de temperatura:
No esperar a tener sed para hidratarse, beber más agua de lo habitual y evitar las bebidas alcohólicas o muy dulces. ,Evitar comidas abundantes. ,No exponerse al sol sin protección de filtro solar y realizarlo en los horarios recomendados para evitar daños en la piel. Disminuir la actividad física, sobre todo la que se realiza al aire libre y en los horarios de mayor calor. Mantenerse en lugares frescos y ventilados. Tratar de mantener la humedad del ambiente usando la función de ventilación. Estar preparados para un eventual cambio brusco de temperatura. Llevar siempre un abrigo liviano. Lavarse las manos es una de las mejores maneras de evitar enfermarse, eliminar los microbios y prevenir transmitirlos a otras personas. Mantener los filtros de los aparatos de los aires acondicionados limpios. Evitar los cambios bruscos y frecuentes de temperatura para permitir que el organismo se adapte gradualmente. Consultar al médico en caso de síntomas importantes o persistentes.