Las testigos coinciden en que Antonio Cardoso las contactaba, les ofrecía trabajo estable, las citaba a su casa, las dopaba con medicamentos y las abusaba sexualmente. Muchas denuncian que los hechos ocurrieron en 2002.
El perverso artilugio de
Antonio Cardoso ha ido quedando plasmado en las coincidentes declaraciones de
los testigos que concurrieron a la
Fiscalía, en el marco de la investigación por los abusos
sexuales a sus víctimas: las contactaba, les ofrecía trabajo estable, las
citaba a su casa, las dopaba con medicamentos y las abusaba sexualmente. Y a
este ardid ya conocido, se van sumando precisiones sobre las violaciones y las
amenazas, para lograr su impunidad.
Además, de las pericias informáticas realizadas hasta ahora surgen las
comunicaciones en las cuales se observa cómo el empleado estatal se contactaba
con las jóvenes y las citaba a su domicilio de la esquina de calles Italia y
Montevideo.
Otro dato relevante que se conoció es que este mecanismo adoptado por Cardoso
no es nuevo ni de algunos años atrás, sino que llevaría dos décadas, por lo
cual se espera que se puedan sumar más víctimas a la causa.
De este modo, según señalaron a UNO fuentes judiciales, la situación del
depredador sexual de Paraná se complica, se acumulan diferentes tipos de
delitos y por lo tanto crece en años la posible pena que recibirá.
A poco de cumplirse un mes de la primera denuncia que permitió la caída de
Cardoso (hoy con prisión preventiva en la cárcel de Paraná), el legajo de
investigación que se instruye en la Unidad Fiscal de Violencia de Género y Abuso
Sexual crece con nuevos elementos. La causa tiene siete víctimas que han
declarado en sus respectivas denuncias. Y desde que finalizó la feria judicial,
para febrero fueron citadas varias de las víctimas, sus familiares y otras
personas que tienen algo para aportar. Algunos testimonios ya sucedieron, otros
seguirán esta semana.
En las diferentes declaraciones se pudo advertir que las víctimas (todas
jóvenes, incluso una adolescente menor de edad) se contactaron con Cardoso a
partir de algún conocido en común o por Facebook. Les prometía un trabajo en la
administración pública que conseguiría por sus contactos, ya que él trabaja en
el Estado; las citaba a su vivienda a donde debían concurrir con su DNI; les
tomaba algunas «pruebas» y luego les decía que, además, era sanador o
curandero. En el encuentro, les daba agua (a veces les decía que era
«bendita») o mate, sin que las mujeres supieran que tenía fármacos
que actuaban sobre su sistema nervioso y las dejaba adormecidas o sin
posibilidades física y verbal de reaccionar; en el mismo lugar de la
entrevista, o tras llevarlas a una habitación, abusaba sexualmente de ellas. En
tres de los siete casos, Cardoso violó a sus víctimas, mientras que en el resto
se refirieron otros tipos de abusos.
Para asegurarse de que nadie supiera lo que había hecho, el abusador tenía
distintas formas de amenazar a las víctimas: a algunas las engañaba con creencias
milagrosas para que guardaran silencio, o de lo contrario sufrirían algún
maleficio; a otras les decía que si contaban lo que les había hecho en su casa
iba a permitir que suceda un mal inminente sobre ellas o alguno de sus seres
queridos; cuando notaba que esto no iba a alcanzar, como sucedió con una de las
chicas, la amenazó con un arma de fuego, que no fue encontrada en los
allanamientos, pero se podría tratar de un revólver calibre 22 o 32.
Acerca de los lugares donde ocurrieron los abusos, se informó a UNO que casi
todos los casos tuvieron lugar en la vivienda de Italia y Montevideo, y uno
(que fue en forma reiterada) en una supuesta oficina pública ubicada en la zona
de calles Laprida y Tucumán, donde Cardoso se habría desempeñado.
Cardoso sigue alojado en la
Unidad Penal N° 1, con prisión preventiva por 60 días.