El bajista, que volvió a la banda Blur, añora la década del ‘90 cuando se destacaban junto con Oasis. Dice que hoy solo se apunta a ser famoso.
Alex James (1968) es hoy, otra vez, el bajista de Blur: “Blur fue enorme en un momento donde hacer rock significaba algo. No digo que hoy no signifique nada, obvio. Pero si creo que antes, hacer rock, en términos de potencia e impacto cultural generaba otro retorno, uno más poderoso, con más presencia. En otras palabras: antes, cuando en los 90 éramos parte de una movida que todo el mundo miraba (nosotros, Oasis, Pulp y muchos más caprichosamente apretados), era distinto de hoy, que es un mundo mucho más dominado por la idea de celebridad. Es la celebridad que sale en People, en esas revistas lo que importa es otra cosa. Es un mundo de celebridades, donde los músicos más importantes son celebridades antes que músicos.” Así, amable y no enojado, risueño, James define al mundo de hoy con “una ansiedad tremenda por estar ya en Buenos Aires, queremos mucho a Buenos Aires, y estamos contentos de tocar el 2 de noviembre otra vez allá, son un público muy pasional”.
Así es que hoy, la banda que se reunió otra vez frente “al innegable pedido de tocar en la clausura de los Juegos Olímpicos de Londres” llega por tercera vez a la Argentina en el marco del Quilmes Rock y al predio Ciudad Rock: “La energía que sentimos, después de estar tan lejos de este mundo, de este vivo, que permitió que se calmen las aguas, queríamos traerla otra vez a estos lugares. Queríamos agradecerles a los fans, ya que nunca sabemos si la próxima gira va a hacer la última, aunque estemos grabando algunos temas.”
James, a diferencia de sus compañeros (Damon Albarn, hiperactiva voz y cerebro, o medio cerebro, detrás del hit Gorillaz, entre otros, por ejemplo), se dedicó a una vida campestre: “Decidí que sería importante alejarme, pero no por estar cansado del negocio. Habíamos hecho Blur mucho tiempo, muchos años, y en ese instante tenía dos hijos, y quería cuidarlos. Lo divertido es que mis hijos fueron concebidos en unas vacaciones en 2005 en la Patagonia. Entonces, me fui al campo, hacía música, la producía, pero también hacía quesos. Amo los quesos y vinos, por ende, me parecía una gran forma de pasar el tiempo. Al menos hasta que volvimos a tocar.” Y después, retomando su retiro (donde escribió a Bit of a Blur, una autobiografía con epicentro en la vida en la banda), define aquella movida de los 90: “Hoy sería imposible que Blur tuviera éxito. El mercado cambió, pero eso no es malo. Cuando haces canciones, lo que estás haciendo es una cultura, capturando un espíritu de época. A nosotros, y otros, a regañadientes, nos tocó capturar un instante de Inglaterra que sería irrepetible hoy. O nunca. Uno no hace algo pidiendo te encasillen, al contrario. Pero cuando la música genera cultura, hay otra potencia. Y a veces es lo que debería haber, en lugar de una tensión comercial.”
Frente a la obligada “¿Y Messi?”, James se ríe: “Es impecable, es todo lo que puedo decir.” Y frente a la duda por ese mundo de celebridades sostiene: “El arte ocupa un lugar extraño hoy, al menos aquí en Inglaterra. Por ejemplo, la comida hoy es la estrella del mundo. Los chefs son pedidos, invitados, bien tratados. No digo sea malo, simplemente que es un mundo distinto y eso no me molesta.”