Con 19 años, la joven de San Isidro se convirtió en la primera nadadora en ganar tres medallas doradas desde la creación de los Juegos Panamericanos. Los detalles de su vida privada que la llevaron al éxito. Aunque no lo aparentaba, ella estaba nerviosa. Tenía fiebre y no quería salir a disputar la última prueba de los 1500m Libres. Sus antecedentes más cercanos la posicionaban como principal candidata al oro, pero ella sabía que la chilena Kristel Kobrich Schimpl podía darle pelea. «Mami, no quiero participar de los 1500?, le había dicho a Paula, su madre que viajó a Lima para darle su apoyo. La contención familiar de su mamá, su papá y su hermano menor fue la motivación que encontró Delfina Pignatiello para dar su último show. Ese que la convirtió en la mejor nadadora de la historia nacional. El espectáculo consagratorio que le dio la posibilidad de cerrar un certamen de la mejor manera con su tercera medalla dorada, una cifra inédita para el deporte argentino. «Me acosté sintiéndome bastante mal, pero hay veces que la cabeza manda más que cualquier sensación corporal. Dije basta, vamos a dormir y a descansar para mañana que te vas a despertar bien», explicó después de la infartante carrera que protagonizó en el Centro Acuático de la Videna. «Delfi, hoy es el día, hay que darlo todo. Te entrenaste todo el año para esto», se convenció para sí misma y comenzó la jornada histórica que la llevó a la cima del continente. No fue la primera vez que la joven de 19 años sufrió la presión popular de ganar en una competición oficial. Ese ataque de pánico que su círculo más íntimo lo describe como estrés. Después de las medallas de plata que cosechó en los Juegos Olímpicos de la Juventud, la adolescente «se negó a ponerse un traje de baño durante tres semanas». «Fue un bajón. En una carrera deportiva hay altibajos. Puede haber cambio de entrenador, lesiones, problemas familiares, problemas personales te puede pasar de todo. Lo importante es tener la fortaleza y el sueño claro como para poder superarlo», analizó la bonaerense con un argumento basado en el afecto de sus seres queridos: «Es clave apoyarse en toda la gente que te rodea. En mi caso son mis viejos. Y obviamente que un torneo como éste siempre viene bien para la motivación y darme más ganas de las que ya tenía para seguir con el sueño olímpico». La presión constante, las críticas en las redes sociales y la ausencia de reconocimiento por los podios en Buenos Aires pusieron en duda su futuro. «Se metió en la cama y no salió durante días», recordó Germán, padre de la deportista. Pero su personalidad es distinta a la de cualquier atleta terrenal. Además de su talento innato, Pignatiello tiene una forma de vivir la natación como ninguna otra en su generación. «Cuando era chica probó con el hockey y el básquet, pero descubrió su pasión en el club Thames, donde nadaba su mamá», recordó el papá. Era una chiquita veloz que se deslizaba por el agua como una sirena. Una intrépida que rompía las marcas con apenas 10 años. «A los 12 nos dijo que quería empezar a competir en serio. Hoy está acá por la personalidad que tiene», reveló Germán, con el orgullo natural que le representa su hija. «Mi mentalidad fue mi fortaleza», sentenció Delfina. Una de las razones de su éxito se basa en su profesionalismo. Durante el mes previo al inicio de los Juegos Panamericanos Delfina no salió a bailar para cuidarse. «Iba a comer con sus amigas, pero cuando ellas se iban al boliche, Delfi volvía para casa», explicó Paula. «Pero cuando no está en competencia, sí va a Level», deslizó su hermano Gianluca con una sonrisa tímida. «No dejo de ser una adolescente que le gustan las redes sociales y salir con amigas como cualquier chica de 19 años. Por eso trato de bajar el nivel de exposición. Trato de mantener los pies sobre la tierra, porque tengo mucho que mejorar. Por más que me haya ido muy bien acá, no me creo Dios, porque cuando llegue a mi casa, me voy a tomar vacaciones y después tengo que seguir entrenando», deslizó Delfina. Trata de hacer una vida normal, en un contexto ajeno al de cualquier adolescente. Entre tantos sacrificios, Delfi tuvo que terminar el colegio a la distancia por los constantes viajes que le demandaba su profesión. Una situación similar a la que atraviesa en la actualidad, al compartir la natación con los estudios de la licenciatura de comercialización y marketing. «En el primer cuatrimestre ya metió 5 materias», aseguró su mamá. Como dato adicional, en la ceremonia de clausura será la abanderada de la delegación nacional. En el almuerzo previo a su última presentación recibió un mensaje de su entrenador que la conmovió más de la cuenta. «No quería pensar mucho, porque quería estar concentrada en la carrera», reveló después de un suspiro que reflejó su sentimiento. «Me llena de orgullo llevar la bandera como sea: en una gorra, en el uniforme o dónde fuera. Es una felicidad enorme, porque no hay nada más lindo que representar así a tu país», agregó. Fanática de Marvel y simpatizante de Independiente (Germán y Gianluca los enfermos por el Rojo), Delfina no quiere encandilarse con el brillo del éxito. En su casa se habla poco y nada de natación; y cuando algún familiar le hace una consulta sobre alguna exposición mediática en la que aparece, ella prefiere evitar la conversación. No busca fama. La fama le llegó por su talento. Por ello, cuando se bajó por tercera vez del podio en Lima, se mentalizó en sus próximas vacaciones familiares. Después de tantos días de angustia, concentración y tensión, los Pignatiello partirán con destino a Panamá. Tal vez en las playas de Bocas del Toro Delfina vuelva a nadar. Pero será en un escenario diferente.