Sociedad 29/10/13

LITURGIA

Hoy, martes de la trigésima semana durante el año, se lee una carta de San Pablo (Romanos 8,18-25) en la que el apóstol dice: «Los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con la gloria futura»; y el evangelio de San Lucas (13,18-21) en el pasaje donde Jesús compara el Reino de los Cielos con un grano de mostaza, cuya pequeña semilla se convierte en un gran arbusto».

SANTORAL

San Narciso, obispo Nacido a fines del siglo I, antes que desapareciesen algunos de los Apóstoles, Narciso fue el tercer obispo de Jerusalén, elegido a la edad de 80 años. La elección fue unánime, debido a que era el sacerdote más sabio y ejemplar de la ciudad. Presidió el Concilio que se reunió en Palestina el año 195, para decidir sobre el día en que debía celebrarse la Pascua, estableciéndose que debía serlo en domingo, y no el día que la conmemoraban los judíos.

Durante algunos años se retiró al desierto para hacer vida de anacoreta, pero luego volvió a Jerusalén donde retomó el gobierno de la diócesis. Murió a los 116 años de edad. San Abraham, anacoreta Nació cerca de Edesa, Mesopotamia, en el siglo IV. Sus padres, dueños de grandes riquezas, le propusieron que se casara, pero él huyó al desierto donde se construyó una celda en la que vivió entregado a la oración.

Cuando sus padres murieron encargó a un amigo que distribuyera toda su herencia entre los pobres. Como en Edesa había muchos idólatras, el obispo le pidió a Abraham que dejase momentáneamente su celda y predicase el Evangelio a esas gentes. La paciencia y mansedumbre del santo hizo que lentamente los paganos fueran pidiendo el bautismo. Abraham volvió al desierto donde vivió hasta los setenta años. La gesta del santo fue escrita por el diácono San Efrén.