El deporte salta barreras y cuando alguien lo ve se unen los puentes para cruzarlas. Enzo y Flor tienen 16 años y junto a Brisa, que goza sus 18, son la fuerza de la juventud en el nuevo desafío que la vida les entregó en el camino. Pero acá no se trata de edades, ni de sexos; se anda bastante lejos de eso.
Analía tiene 40 años, Claudio 28, Joan 26 y Horacio 42. Ellos también se sienten jóvenes, con miedos, y con ganas de buscar una bandeja. También está José, el más grande, que escucha para ver de qué se trata. Quién podría quitarle a una persona de 64 años que no puede ver, el sueño de imaginar un doble para sentir el abrazo de sus amigos. Ellos, ahí sentados o jugando cerca del aro, tienen varias cosas en común: son ciegos, comparten su educación en la Escuela Ponce de León, hacen un programa de radio que se llama “Veo, veo” todos los miércoles y desde ahora intentarán jugar al básquet adaptado.
Se abrazan fuertemente a una pelota en el medio de la cancha de Parque Sur. Esa naranja es el abrazo a otra esperanza para que la vida duela menos. Y esa siesta de viernes en el barrio, adentro del club se llena de pases que son ilusiones gigantes, mucho más que el nombre del estadio. Para Enzo, Flor, Brisa, Analía, Claudio, Joan, Horario y José un tiro al aro es la imaginación que necesitan para reírse. En cada paso emocionan y enseñan, sin proponérselo, en un mundo repleto de gente que se dice normal corriendo todos los días hacia la inútil perfección de las victorias. Son sólo un puñado los que participaron de la charla teórico – práctica del profesor Justo Reynoso hace algunos días en el club. Hay otros y otras, que no pudieron asistir ese día pero que quizás se contagien de sus compañeros para sumarse. Una vez más el deporte, un club, un juego y una pelota para entender la vida, para hacerla más fácil y para permitirnos a todos jugarla juntos.
“Sacarles una sonrisa no tiene precio”
Alina Tamburlini es la profesora de Educación Física en la escuela dónde ellos aprenden. Los conoce, les enseña y fue una de las responsables de unir este puente: “Fui a un Congreso en Gualeguaychú, me encontré con él (Justo Reynoso) dando una introducción de básquet para ciegos similar a esta y me gustó mucho. Sin saberlo, él se contactó con una profesora de la Escuela que está en el marco de sus 40 años y nos preguntó si nos interesaba”. Creo que la respuesta es obvia. Alina Tamburlini, que jugó al básquet toda su vida, charlando con nosotros al respecto de esta idea agregó: “Era mostrarles cómo lo habían adaptado para ellos y repetirles que se puede, que hay cosas que ellos pueden hacer igual que cualquiera, si tienen ganas y aunque sea de manera recreativa. Que jueguen, que sientan eso y que se diviertan porque sacarles una sonrisa no tiene precio”. Por último indicó: “Hablamos con él, nos dijo cómo lo haría. Justo la Escuela estaba en el marco de los festejos por los 40 años, hablé con la Directora y dijimos porqué no. Quisimos que sea abierto. Salió algo hermoso, muy emotivo”.
“Se puede hacer lo que tengamos ganas”
Leandro, uno de los referentes de este grupo, conversó con Justo Reynoso para su programa de radio “Veo, veo”, que se emite por Buen Anuncio todos los miércoles tras el curso taller que dictó en el club Parque Sur. Enseña el deporte hace casi 40 años. De ellos, dirigió 10 en la Liga Nacional. Desde hace algunos lo adaptó, trabaja en inferiores y sigue dando cursos. Toda una vida dedicada al básquetbol. “El básquet para ciegos es una adaptación del básquetbol. Hay historias del final de la Segunda Guerra Mundial, tras aparecer tanta gente con las consecuencias de ella se comenzó con la creación de los deportes adaptados. Era más rudimentario, pero esta adaptación tiene algo de eso. Y en nuestro país tiene que ver con un hombre que en Pergamino ideó el tablero sonoro para comenzar a expandir que el básquetbol para ciegos era una posibilidad concreta. Evolucionó mucho en los últimos 7 años con la difusión, que es esto, de mostrar que este deporte ofrece a los disminuidos visuales o con pérdida total de la vista el poder jugarlo con todos los beneficios que genera”, dice Justo Reynoso. Reynoso es profesor de Educación Física, perito en psicopedagogía, entrenador nacional de básquetbol, con 30 años en el ISEF de Santa Fe y realiza desde 2013 campus de este deporte para ciegos en distintas provincias, entre otras cosas, además de ser el Director del CEF Nº 10 en Santa Fe. Trabajó en inferiores y con selecciones, en una extensa experiencia. También tiene columnas en distintos medios y lleva adelante en Canal 13 de esa ciudad el ciclo “La otra cara del deporte”.
“En la inclusión estamos todos. Y todos somos parte del grupo. Si sos ciego, que puedas jugar tu juego de ciegos pero que también incluya a los que no lo son porque esa es la idea de la inclusión, jugar mezclados”. Y eso ocurrió en Parque Sur, jugando ellos con los profesores. El profesor cuenta que “me pasó con chicos de escuelas, de 12 ó 13 años, que tienen sus reservas por impresión y enseguida se mezclan para jugar; y termina pasando más de una vez que se reparten los antifaz que hay entre ellos para no quedar afuera”. Reynoso habló de los miedos, lógicos como parte de esto: “Es un deporte que al moverse, saltar, correr, a veces perder el control. Las familias le escapan a esto a veces por sobreprotección. Si bien es muy atendible debemos superar esto porque lo principal que buscamos es la seguridad. Si el chico que no tiene visual está todo el tiempo preocupado por no golpearse va a aprender muy poco”, manifestó. “El ciego es ciego y nada más. Quiero decir que necesita de la actividad física, intelectual, participación social, amigos y una cantidad de aspectos que el deporte puede darte para no estar encerrado todo el día”, agregó. En cuánto a su reglamentación fue muy claro: “La reglamentación está en pañales, va evolucionando. Tenía reglas pero eran muy básicas. Adaptar un deporte no es fácil y lo principal es cuidar la seguridad. Las reglas en las que vamos trabajando tienen que facilitarte hacer el deporte”. Justo Reynoso viene recorriendo el país con estos cursos: “Es para difundirlo, soy un poco como Los Chalchaleros… pero el futuro va a depender de ustedes, de los chicos con discapacidad visual; junténse, difúndanlo, pidan un lugarcito en el club que quieran para practicar una hora”. Nos cuenta que nació en Gualeguaychú, que visitó nuestra ciudad en su etapa de jugador y que ha venido como entrenador de distintos equipos a enfrentar a Rocamora. Pasó por la ciudad, sembró una semilla importante. “Hay que contar y trasmitir las experiencias, decirles lo que funciona y en lo que fracasé. Si hay que repetir un libro vengo, se los doy, soluciono el problema y me voy. Estoy convencido que se puede hacer lo que tengamos ganas de hacer”.