La palabra más esperada y que más relevancia podía llegar a tener era la de la abuela de Nahir. Brígida Gálvez se sentó frente al estrado a las 10.53 y de entrada le anticipó al tribunal que iba a declarar pero que quería hacerlo sobre “algunas cosas”.
Al ser familiar de la acusada está exenta a declarar si lo desea, pero si tomaba la decisión de hacerlo debía atenerse a las reglas: contestar a las preguntas de todas las partes y no seleccionar la que le interesaba.
Parecía estar adoctrinada sobre qué responder y sobre qué no. Y tener muy presente lo que había declarado su vecina María Inés Correa, sobre quien existe el pedido del falso testimonio. Gálvez vive en la planta baja del domicilio y dijo que desde su casa escucha gritos desgarradores asiduamente de los jóvenes en el boliche.
Esta abuela de unos 70 años relató que una madrugada escuchó los gritos de su nieta y que al salir a la calle lo vio a “este chico” – así lo nombró a Fernando Pastorizzo – tomándola de los pelos y ahorcándola. “Mi nieta gritaba soltame, soltame, y cuando salí le grité ‘¿qué estás haciendo?´, entonces se subió a la moto y se fue”. “Mi nieta me pidió que no dijera nada”, fue lo que contestó la abuela ante la obvia pregunta de qué hizo al respecto, y trajo nuevamente a la audiencia lo volcado anteriormente por Correa, que ese día salió de su casa y entre ambas cruzaron un diálogo donde la vecina le dijo que debía hacer algo. “Le dije que no iba a hacer nada porque no quería andar mal con mi nieta”, fue la respuesta.