Hoy, martes de la vigésima octava semana durante el año, se lee una carta de San Pablo (Romanos 1,16-25) en la que el apóstol dice: «No me avergüenzo del Evangelio»; y el evangelio de San Lucas (11,37-41) en el pasaje donde Jesús califica de insensatos a quienes se fijan en la limpieza exterior, pero no reparan en la «rapiña y la maldad» que anida en el corazón.
Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora La gran santa española nació en Ávila en 1515. A los 18 años ingresó en el Carmelo de Ávila, donde tras algunos años de lucha interior, emprendió la reforma de la Orden Carmelita. Llegó a fundar 32 monasterios, en medio de enormes dificultades. Pero sus prendas naturales y sobrenaturales subyugaban y llegaban a ejercer extraordinaria influencia. Sus escritos, entre los que se destacan:
«Camino de perfección», «Las moradas», «Las fundaciones» y su «Vida», en los que expone con una claridad sin igual los secretos de la vida interior y mística, le han valido el título de «Doctora de la Iglesia» que le confirió Pablo VI en 1970. Al mismo tiempo estos escritos han quedado como obras de la literatura del Siglo de Oro español. Santa Teresa murió en Alba de Tormes en la noche del 4 de octubre de 1582 y fue enterrada al día siguiente, que desde ese día fue 15 de octubre, pues en esa fecha se realizó la reforma del Calendario Gregoriano.