El jugador de Boca volvió a romperse el tendón de Aquiles y no faltaron las burlas sobre su desgracia. Su tenacidad para volver a jugar.
Juan Manuel Herbella
Cuando Fernando Gago emprendió su marcha, en un slalom feroz en dirección a su propio arco y en la procura de la pelota, cayó de forma abrupta. Verlo desplomado dentro del área, sin haber tenido contacto con un adversario y con ostensibles muestras de dolor, es el combo clásico que presagia una desgracia. El reloj marcaba las cinco de la tarde y faltaban apenas tres minutos de juego, en la Bombonera, para que terminase el primer tiempo del Superclásico. No habría más noticias sobre su cuadro hasta cercar de la madrugada, pero su cuadro era “cosa juzgada”.
El parte médico de Boca informó lo que todos sospechaban: “el futbolista tuvo una ruptura insercional del tendón de Aquiles y del injerto del tendón del flexor propio del hallux del tobillo izquierdo utilizado en la cirugía previa”. En criollo, una re-ruptura del tendón de Aquiles. Lo que la hace peculiar y no habitual, es la palabra “insercional”. Hay dos tipos de lesiones tendinosas en el Aquiles: las más frecuentes, que se presentan en la zona media del tendón, a unos cinco o seis centímetros por encima del hueso, en la zona menos vascularizada del tejido, denominada “tendinitis no insercional”; y las menos habituales, las llamadas insercionales, que se presentan justo en la unión del tendón con el hueso calcáneo (comúnmente conocido como talón).
En la historia del fútbol argentino, pocos jugadores han sido capaces de volver de una cirugía de Aquiles en igual o mejor nivel del que tenía. Gago fue uno de ellos y no sólo lo hizo en buen nivel, también en un corto tiempo. Se podría decir que su retorno fue excepcional. Seguramente fruto de mucho trabajo suyo y del cuerpo médico, de las vacaciones en compañía de los kinesiólogos para no cortar la rehabilitación, de horas y horas de gimnasio y fisioterapia, y de un tesón especial para soportar la adversidad. Aun así y en este contexto de clara superación afloraron las burlas, los memes y las chanzas, después de su caída. Obviamente, quien las reproduce reconoce su miopía deportiva, su incapacidad para dimensionar el esfuerzo que requiere volver a jugar, su falta de empatía y un exitismo feroz que no le permite ver más allá del resultado final.
“Recurrence of Achilles tendon injuries in elite male football players” es una investigación prospectiva realizada por los doctores Mariann Gajhede-Knudsen, Jan Ekstrand, Henrik Magnusson y otros popes de la UEFA (Unión de Federaciones de Futbol Europeas). El estudio consistió en evaluar durante 11 años (2001-2012) la evolución de 1743 futbolistas, de 27 clubes europeos y de 10 países distintos. Los resultados del trabajo fueron publicados en el British Journal of Sports Medicine. Entre los datos y sobre este tema, resalta que las lesiones del tendón de Aquiles rondaron apenas un 2,5% sobre el total de casos. La mayoría fueron tendinopatías, que se observaron más frecuentemente en las pretemporadas y que demandaron alrededor de 24 días (23 ± 37) para el retorno deportivo. Mientras que las lesiones graves que terminaron en ruptura no llegaron al 5 % y demoraron un promedio de 190 días (161 ± 65) para recuperarse. Como aspectos a resaltar, desataca que a mayor edad y a menor período de recuperación se incrementan los riesgos de recurrencia. Entre sus limitaciones destaca que no se relevaron detalles sobre los antecedentes, el tratamiento utilizado, ni se clasificaron específicamente los casos.
Es muy llamativo, lo poco que se ha dicho sobre el estado del campo de juego en la incidencia de la lesión. Sólo en el mes de abril y a dos meses de reincorporarse a la competencia, Gago jugó en un muy buen nivel y a alta intensidad más de 450 minutos. Los últimos, producto de la lluvia, en campos “embarrados”. Se sabe que una superficie inestable genera una mayor demanda sobre las estructuras musculares y tendinosas. Hay evidencias, tanto científicas como empíricas, que los gemelos y el soleo (músculos de la pantorrilla) se sobrecargan por debilidad, al pisar mal o por correr en terrenos muy blandos. Comprobado está, que las variaciones del ángulo del tendón de Aquiles en la carrera están directamente vinculadas al calzado y al terreno. Aquí no es cuestión de hipotetizar un porcentaje, pero no cabe duda de que el estado de la Bombonera tiene su cuota de responsabilidad en la lesión de Gago; sin desmerecer que él cumple a rajatabla todos los requisitos predisponentes para la lesión: ser deportista, hombre, con patología preexistente y mayor de 30 años.
En la sociedad, ante la ruptura del Tendón de Aquiles, es habitual “colgar los botines” y dedicarse a otra cosa. Gago, por el contrario, fue operado nuevamente y ya empezó a tachar los días para volver a jugar. Lo hace a sabiendas de que el camino será empinado, el esfuerzo grande y siempre habrá un imbécil, a la vera de un alambrado o detrás de un teclado, predispuesto a burlarse. Al fin de cuentas y Fernando ya lo sabe porque lo recorrió, es el duro proceso necesario para separar a los que son de oro, de los que tienen pie de barro.