El equipo de Almiron volvio a mostrar su peor cara de local: cayo 2-1 contra Belgrano. la gente reprobo al dt y a los jugadores.
Lo poco que logra Mancuello, lo desperdician los defensores. Lo poco que propone Pisano, lo dilapidan los volantes. Todo lo que intenta Independiente, lo derrocha Independiente. Así de desequilibrado está el equipo de Jorge Almirón. Y el partido de anoche no fue una excepción. Veinte minutos tardó Mancuello para festejar: tiro libre, zurdazo al palo del arquero, Olave fue para el otro lado, uno a cero. Quince minutos más tardó el Rojo para lamentarse: saque lateral, despeje defectuoso de Aguilera, volea de Zelarayán, empate. Y si a los desquicios defensivos le faltaban un episodio más, una torpeza de entre Cuesta y Tagliafico derivó de un penal que le terminó dando el triunfo a los cordobeses.
Belgrano es un equipo prolijo, duro. Sabe lo que quiere, y aunque no brilla es efectivo. La fecha pasada River tuvo que trabajar más de setenta minutos para poder lastimarlo. Anoche, en el Libertadores de América, fue de menor a mayor. Después del empate se animó. E Independiente quedó más vulnerable.
Antes de que los silbidos de los hinchas vuelvan a caer sobre los hombros de Almirón, el técnico del Rojo intentó cambiar algo: Riaño entró por Valencia, y Graciani, por Papa. Por lo menos en los nombres, más audacia. Pero la propuesta no rindió. Los cambios no cambiaron nada. Belgrano molestó más al Ruso Rodríguez que Independiente a Olave. Hasta que Chiqui Pérez se hizo cargo de ese penal que nació en una de las desinteligencias defensivas. Con la derrota sellada, solo quedo espacio para arrebatos de amor propio, pelotazos sobre la hora, intentos desesperados.
Al equipo de Almirón le cuesta jugar de local. Ganó dos partidos en el torneo, los dos de visitante. En Avellaneda solo sumo un punto de seis posibles. El Libertadores parece ajeno.